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Escritores uruguayos contemporáneos, de arriba abajo y de izquierd a derecha: Ida Vitale, Carmen Posadas, Fernanda Trías, Gonzalo Baz, Claudia Amengual, Damián González Bertolino, Mario Delgado Aparaín, Pablo Casacuberta y Cristina Peri Rossi. /WMagazín

Uruguay: el éxito de una literatura mestiza de culturas y géneros literarios

Los premios Cervantes a Cristina Peri Rossi y Sor Juana Inés de la Cruz a Fernanda Trías ponen el foco sobre los autores uruguayos contemporáneos: Posadas, Amengual, Baz, Casacuberta, González... Pertenecen a una tradición de nombres como Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Armonía Somers, Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti

Entre premios literarios, escritores de eterno culto y autores emergentes anda la literatura uruguaya siempre vigente desde comienzos del siglo XX. Y más ahora con los premios Miguel de Cervantes 2021 a Cristina Peri Rossi, que tres años antes recibió Ida Vitale (Juan Carlos Onetti lo recibió en 1980) y con el Sor Juana Inés de la Cruz de la FIL de Guadalajara (México) a Fernanda Trías, quince años después de que lo recibiera su compatriota Claudia Amengual.

Uruguay siempre ha tenido una literatura mestiza de carácter universal con mundos muy propios y exploraciones diversas creadas por autores lejos de su país o de sus ciudades habituales como migrantes voluntarios o exiliados políticos con nombres como:

Horacio Quiroga (1878-1937),

Juana de Ibarbourou (1892-1979),

Felisberto Hernández (1902-1964),

Juan Carlos Onetti (1909-1994),

Armonía Somers (1914-1994),

Idea Vilariño (1920-2009),

Mario Benedetti (1920-2009),

Mario Levrero (1940-2004),

Eduardo Galeano (1940-2015),

Y las Cervantes Ida Vitale (1923) y Cristina Peri Rossi (1941/ su prosa editada en Menoscuarto y sus poemas en Cálamo). Ambas escritoras exiliadas por razones políticas a causa de la dictadura militar de 1972.

“El exilio ha sido la experiencia más dolorosa de mi vida y también la más enriquecedora. Con el dolor podemos hacer dos cosas: convertirlo en odio, en rencor, o elaborarlo, sublimarlo y convertirlo en crecimiento, poesía, literatura, fraternidad, solidaridad con las víctimas. Este fue mi camino”, dijo Peri Rossi a Reina Roffé en una entrevista recopilada en el volumen Voces íntimas. Entrevistas a autores latinoamericanos del siglo XX (Punto de Vista).

La cartografía de la literatura uruguaya contemporánea la forman nombres que van desde Carmen Posadas (Montevideo, 1953), premio Planeta 1998 por Pequeñas infamias o La leyenda de la peregrina; hasta Fernanda Trías, ganadora del Sor Juan Inés de la Cruz por su novela Mugre rosa (Literatura Random House) y Claudia Amengual que lo obtuvo en 2006 por Desde las cenizas; pasando por autores reconocidos como Mario Delgado Aparaín, Pablo Casacuberta y Diego Fischer y emergentes como Sebastián Maurente, Damián González Bertolino (elegido por el Hay Festival en su lista de Bogotá39 de 2017), Gonzalo Baz (incluido en 2021 por la revista Granta en su selección de los 25 mejores escritores en español menores de 35 años) y Carolina Bello que publicará El resto del mundo rima enla colección Mapa de las Lenguas (Literatura Random House).

Universalidad y mestizaje

La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, Premio Miguel de Cervantes 2021. / Foto cortesía editorial Menoscuarto

Esa filosofía de Peri Rossi que apela a la diversidad como gran punto de encuentro hace que un escritor no esté obligado a escribir solamente desde y sobre su tierra, explica Claudia Amengual (Montevideo, 1969), autora de El lugar inalcanzable (Alfaguara). El campo de acción de un escritor, añade Amengual, “es el vasto territorio de la lengua y no hay tema —en fondo y en forma— que le sea ajeno. Creo que por ahí transita la literatura uruguaya en estos momentos, ya un poco más aliviada tras la catarsis necesaria después de un pasado reciente que nos golpeó en las décadas de los setenta y ochenta, y ahora lanzada a mirar la realidad con ojos más ricos, más universales y heterogéneos”.

Carmen Posadas explica que “como todos los países de cultura mestiza, en el mejor y más amplio sentido de la palabra, Uruguay se nutre de diversas culturas. Ese encuentro de sensibilidad en las que caben judíos, centroeuropeos, mulatos, italianos, españoles, rusos, franceses, etcétera, ha generado autores con muchos matices”. La literatura de la propia Posadas es resultado de ese mestizaje porque desde su adolescencia ha vivido en varios países debido al trabajo diplomático de su padre hasta instalarse en España desde hace varias décadas.

Esa característica de Uruguay de ser puerto de entrada y salida de creadores empujados al exilio o de itinerancia, prosigue Carmen Posadas, origina que “algunos sean urbanitas como Onetti, Benedetti, la propia Cristina Peri Rossi o Eduardo Galeano. Otros se interesan más por la vida en el campo en la estela de Horacio Quiroga (Tomás Mattos, por ejemplo). Los hay que escriben en otros idiomas como Jules Supervielle, Jules Laforgue o Ducasse. No hay que olvidar tampoco la larga tradición de mujeres poetas con nombres indiscutibles como Juana de Ibarbouru, Delmira Agustini, Idea Vilariño, Ida Vitale y Peri Rossi”.

¿Ese cruce de culturas y tiempos deja un rasgo característico? Fernanda Trías habla de «narrar con imágenes, que es la razón por la que mucha gente me dice que ‘es como mirar una película’, la atención al detalle y la rarificación de la atmósfera. Yo creo que esas cosas son bastante uruguayas, aunque obviamente no exclusivas de nuestra tradición».

Claudia Amengual, elegida por el Hay Festival en su lista de Bogota39-2007 como uno de los escritores más prometedores de Latinoamérica, no duda en afirmar que “hoy más que nunca —la interconexión mundial que permiten las nuevas tecnologías intensifica el proceso— se vuelve evidente que la diversidad es el gran punto de encuentro. Esa diversidad, ese derecho a escribir acerca de lo que se desee y como se desee es nuestro sustento. De esa diversidad nos nutrimos y en ella volcamos nuestra escritura, a veces acercándonos a unos escritores, otras veces a otros”. La escritora considera que “el concepto de literaturas nacionales está obligado a abarcar tantos aspectos, que cualquier etiqueta resulta insuficiente y, si acaso se intenta alguna clasificación con fines prácticos, deberá ser desde una mirada amplia, flexible y abierta”.

Sobre el tema de la identidad latinoamericana Pablo Casacuberta dijo en un debate con varios autores, hace unos años: “No hay nada más patético que tratar de tener una identidad. La identidad viene por añadidura. Si uno se concentra en contar lo que quiere, la identidad va a estar allí de cualquier manera; y el énfasis en esa parte, que es la parte inevitable, en cierta medida es tristísimo”.

De eso tampoco se preocupó la prestigiosa Generación del 45 a la que pertenecen autores como Benedetti, Vilariño y Vitale. Tampoco tuvieron en cuenta esas etiquetas autores que empezaron a publicar en los años sesenta “como Eduardo Galeano con gran precisión y capacidad de síntesis”, asegura Gervasio Posadas Mañe, autor de títulos como El mercader de la muerte (Suma de Letras).

Autores de culto

La poeta uruguaya Ida Vitale, fotografiada por Daniel Mordzinski.

El diálogo con la tradición uruguaya no es conflictivo. A Felisberto Hernández los conoció Ida Vitale, que acaba de publicar con 98 años su poemario Tiempo sin claves (Tusquets). La poeta recuerda que era un escritor secreto y muy bien tratado por otros autores: “Era curioso, era un hombre al que le daba mucho trabajo escribir, era lento. Era tímido. Hay personas a las que no nos pasan muchas cosas y a otras les suceden cosas especiales con el mundo. Felisberto era una de ellas”.

Uruguay y sus clásicos han acompañado a Carmen Posadas en sus lecturas y escritura: “Durante muchos años, en todos mis cuentos y novelas hacía un pequeño y personal homenaje a mi país incluyendo un personaje, una frase o cualquier otro elemento uruguayo. De todos mis compatriotas los que más me han influido son: Horacio Quiroga (todavía tengo pesadillas con El almohadón de plumas) y, por otro lado, Felisberto Hernández, un maestro del absurdo y aparejado al humor”.

A la hora de escribir, Claudia Amengual reconoce que, a veces, puede sentir lo que Harold Bloom denominó “la angustia de la influencia’, e intentamos alejarnos un poco, experimentar, ser diferentes. Pero están en nosotros y es bueno que así sea. Y me atrevo a ir un poco más allá incluso: me gusta imaginarme heredera de una patria literaria más extensa, que es la patria de nuestra rica lengua”.

Muchos de los clásicos uruguayos no son tan conocidos por el gran público, pero su prestigio es claro y algunos son llamados escritores para escritores. Para el español Ricardo Menéndez Salmón, que acaba de publicar Horda (Seix Barral) su autor predilecto en lengua española es Juan Carlos Onetti, otro autor exiliado. Cuando tenía 16 años, Menéndez Salmón, tuvo su primer contacto con Onetti y el existencialismo al leer El pozo: «Una novela corta escrita en Montevideo en 1939 donde un hombre se levanta por la mañana y hace un resumen absolutamente cáustico y amargo de su existencia. Fue la puerta de entrada a quien sigue siendo mi escritor predilecto en español. El existencialismo no se inventó a este lado del Atlántico, sino que ya lo intuyó el señor Onetti al otro lado”.

Un Juan Carlos Onetti que escribió una frase en el libro citado que podría adaptarse a la literatura uruguaya: “Y la vida es uno mismo, y uno mismo son los otros”.

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