El autor italiano Roberto Calasso. / FOTOGRAFÍA DE A. ESTÉVEZ

El autor italiano Roberto Calasso. / FOTOGRAFÍA DE A. ESTÉVEZ

Roberto Calasso: «La literatura no es una sola y pura. Todo puede ser considerado literatura. La diferencia está en su calidad”

FIL 2016 / El autor italiano recibirá un homenaje en la Feria de Guadalajara tras recibir en España el Premio Formentor de las Letras

Las voces de la gente lo envuelven. Pasan junto a él sin dejar de mirarlo. Es un receso antes de que hable. Y él, Roberto Calasso, parece ajeno a esa curiosidad y admiración que despierta a su alrededor. Está de pie, delante de las tres sillas solitarias de la barra del hotel Formentor, en Palma de Mallorca (España), donde no hay nadie ahora mismo. Calasso mira sin mirar, al fondo del gran salón de este hotel mítico y literario en un rincón de la isla mediterránea. Es como si la marea de gente que va y viene por el bar lo hubiera dejado en esa orilla. Un minuto, dos minutos, tres minutos y él sigue ahí muy serio… al poco rato, detrás de la barra, se abre una puerta y aparece el camarero que le da un vaso pequeño de café. Calasso vuelve de donde estuviera su cabeza y le sonríe.

-“Gracias”, dice con su español musicalizado de italiano.

Coge el café con su mano derecha, y toma un sorbo mientras vuelve la mirada a donde fuera que la tuviera. Parece una estatua vestida de linos beige. Se ve cansado, los párpados caídos, la cabeza casi despejada ya del cabello blanco y el cuerpo un poco encorvado. Tiene 75 años. Y más de medio siglo de viajes por el mundo, de escritura que rompe las fronteras de los géneros literarios para unificarlos bajo su mano con temas que ya no aborda sino él, de contratar libros para publicar en su sello Adelphi, con tal acierto que es una de las editoriales míticas de Europa. Así ejerce su magisterio como el último gran escritor, editor y pensador europeo al mismo tiempo.

Él sigue en esa orilla del salón como si nada. Es el último domingo del verano de 2016, 18 de septiembre. Faltan unos diez minutos para que terminen tres días en los que 35 escritores hispanohablantes han participado en las Conversaciones de Formentor bajo el epígrafe Espíritus, fantasmas y almas en pena. Historias del más allá en la literatura, organizadas por la Fundación Santillana y patrocinadas por el hotel Barceló Formentor. Calasso ha sido el invitado de honor. No porque su literatura sea de fantasmas o, al menos, no de los clásicos de ultratumba que hacen temblar a algunos, sino porque ha recibido el VI Premio Formentor de las Letras, patrocinado por el Hotel Formentor-Barceló y la familia Buadas. Dos meses después también será homenajeado en la 30ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara, FIL, que empieza este sábado 26 de noviembre. El premio a Calasso, según el jurado del Formentor, presidido por Basilio Baltasar, de la Fundación Santillana, es porque “restaura la integridad de pensadores y artistas a veces descuidados por la Historia, pero imprescindibles a la hora de entender la mutación de nuestra experiencia cultural. Su obra discurre por senderos narrativos y reflexivos en donde la belleza literaria, el rigor conceptual y la intuición poética conforman una insaciable inteligencia”.

Un asomo a esta valoración y descripción se vivió aquel fin de semana septembrino del gran premio. Ese viernes, justo a la hora en que el día se fue para dar paso a la noche, Calasso leyó su discurso de aceptación del galardón y trazó un arco sobre el río del tiempo de la literatura, sobre la necesidad de su calidad, sobre el naufragio que parece vivir.

Todo empezó unas horas antes de esta clase magistral a orillas del mar. En un salón del hotel que mira a los grandes jardines que bajan casi hasta la playa, como un caballero empezó por agradecer el premio.

-“Es una galardón que admiro. Me alegra recibirlo, es un honor, porque cuando yo era aún joven, en los años sesenta, lo obtuvieron autores como Beckett y Borges”.

Se refiere a la primera etapa del premio. En los años cuando él en Italia fundaba la editorial Adelphi (1962). Un sello alejado del oleaje popular y de éxitos comerciales. La literatura de calidad de ahora o de antes, y de Occidente y de cualquier parte del mundo. Su premio llega en la segunda etapa del galardón, y se convierte en el primer autor de habla no española en recibirlo tras Carlos Fuentes, Juan Goystisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas y Ricardo Piglia.

Nacido en Florencia en 1941, en mitad de la II Guerra Mundial, Calasso tuvo contacto con la cultura desde niño. Una casa llena de libros con una madre que traducía a Píndaro, y un padre y abuelo que eran profesores universitarios. Sus padres eran amigos de creadores e intelectuales italianos que visitaban su casa. Pronto, muy pronto, el joven Roberto dio muestras de su inclinación cultural y literaria. Luego estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Roma. Siempre leyó, siempre le interesó leer en las lenguas originales, así es que al final aprendió inglés, francés, español, alemán, latín, griego y sánscrito.

-No sé cuándo me sentí seducido, exactamente, por la literatura. La verdad es que leí a muchos escritores. Empecé a hacerlo pronto, entre los 12 y 18 años. También leí a autores de la India.

Calasso es de otra época. Hacia los 12 años “robó” a su abuelo una edición de Las flores del mal, de Baudelaire. Y antes de los 18 iba y venía por las páginas del Mahabharata.

Los mitos hindúes y griegos lo desvelan, lo ensueñan, lo alegran y, aunque no lo admita, parece entristecido ante la pérdida de su aliento sacralizador. No sobre el hecho de creer en algo o mitificarlo, sino por la pérdida de rituales y la trascendencia que rodea dichas gestos y acciones y que considera esenciales en la evolución del ser humano.

No siento nostalgia. Lo que sucede es que trato de decir lo que hay, lo que existe. En mis libros hablo de historia, de la Revolución Francesa o de la Segunda Guerra Mundial. Siempre hablo de lo que tenemos en nuestras mentes. Simone Weill decía que la relación con el pasado es fundamental. Y si no tenemos esta relación con el pasado nos falta algo fundamental, estaríamos en una especie de niebla. Por tanto, es importante mirar el pasado para entender nuestro entorno.

“Si no tenemos esta relación con el pasado nos falta algo fundamental, estaríamos en una especie de niebla. Por tanto, es importante mirar el pasado para entender nuestro entorno”

Es lo que intenta en sus ocho novelas ensayísticas. Cuentan con el aire de Las mil y una noches mezcladas de filosofía la importancia del mito en el desarrollo de la civilización para mostrar cómo su desacralización por la desacralización empobrece el alma de la Tierra. Lo atestiguan títulos como La ruina de Kasch, Las bodas de Cadmo y Harmonía, Ka, K, El rosa Tiépolo, La Folie de Baudelaire, El ardor y El cazador celeste (todos publicados en Anagrama). Aunque todo está en su primer libro, La ruina de Kasch, publicado en 1983.

– De ese libro es de donde han salido todos los demás libros que con el tiempo se han ido reencontrando…

Parece que va a decir algo más, pero calla. Lo ha dicho todo. Con ese debut el nombre de Roberto Calasso empezó a ocupar un lugar especial en la historia de la literatura contemporánea. Su magisterio como editor dejaba de estar solo para dar cabida al de autor y pensador. Segundos después vuelve sobre sus últimas palabras.

-…Todos mis libros están unidos. Es un trabajo in progress. Hablo de diferentes temas, tal vez poco comunes hoy, pero mis libros parecen fascículos de un mismo proyecto.

Y así como sus libros son autónomos y, a la vez, encadenados unos a otros, una de las ideas clave de Calasso es que todo en el mundo está conectado.

– Lo antiguo vive en lo actual, pero la sociedad no lo quiere ver. Cree que todo es presente.

Conexión, pasado vivificante y mito y rito. Esa es la trinidad literaria y de pensamiento de este hombre que parece distante, parco, que ya habla poco. Como si pensara, y con razón: “Lo que pienso ya está escrito. Léanlo. ¿Qué más puedo añadir?”.

-Lo expreso mejor en mis libros. Explicarlo no es fácil y puede ser confuso y que no se me entienda bien. Mejor en los libros.

Son obras mestizas de géneros literarios, como recuerda él que se mezclan los dioses entre ellos y con los seres humanos, de cuyos frutos salen otros seres que enriquecen la creación al convertir en uno solo narración, ensayo, poesía, pensamiento. Este editor y escritor no cree en la pureza de los géneros literarios.

Son etiquetas. No tiene importancia donde se me clasifique. La literatura no es una sola y pura. Una de las conquistas es que todo puede ser considerado literatura. La diferencia está en su calidad. En la aspiración que se tenga, aunque esas ambiciones parecen perderse.

“No tiene importancia donde se me clasifique. La literatura no es una sola y pura. Una de las conquistas es que todo puede ser considerado literatura. La diferencia está en su calidad”

Roberto Calasso habla como en sus libros: un árbol con un troco muy fuerte y muchas ramas, de las que a su vez surgen otras más largas o más cortas. Habla y escribe como funciona el cerebro: ideas en movimiento… Empieza a desarrollar una idea, luego la suspende para bifurcarla o dar entrada a otra, y esta puede derivar en una nueva reflexión, hasta que vuelve al curso original de sus palabras. Al tronco del árbol. Eso convierte su lectura en camino pausado, y brinda la oportunidad de leerlo en desorden. Cualquier página es buena para empezar, porque allí habrá una idea, un pensamiento, un relato mezclado de erudición.

Lectura pausada es el santo y seña para avanzarla por su territorio. Calasso es hermético a veces, entusiasta a veces, distante a veces, contradictorio, en apariencia, a veces, extraviado en sus propias palabras a veces. Y es de los que no cree en que un autor debe ser combativo o comprometido con la actualidad.

-Lo único que un escritor tiene que hacer es escribir bien. Su único compromiso es la calidad literaria.

Lo dice en tono contrariado con las cejas arqueadas. No le gusta esa idea de algunos autores que consideran que los escritores deben ayudar a la sociedad o denunciar algo.

-La literatura es una forma de concebir algo. Pero es forma.

Incluso en este mundo dual, analógico y digital, sobre el cual ha entrado a empellones como editor y autor. Sus reflexiones proceden de sus propias experiencias digitales, no de las teorías de tantos gurús. Ha dicho que “ha cambiado nuestra vida más que todas las demás innovaciones tecnológicas”. Aunque sigue convencido de que un libro electrónico no sustituirá del todo al libro tradicional porque “desde el punto de vista tecnológico es inferior y nunca podrá estar a la par”, ha dicho varias veces.

Una idea que desarrollaría unas horas después, en su discurso de aceptación del Premio Formentor de las Letras. Lo tituló Las piedras perforadas de la literatura. Lo leyó al final de una larga y ancha escalera de piedra que desemboca a unos pasos del mar. Lo empezó a leer cuando aún estaba de día, con el fondo de un Mediterráneo tranquilo, silencioso. El trazado de la biografía de la literatura lo resumió en una sola oración: “Su campo de aplicación ha variado continuamente. Ha sido el talado de un camafeo sobre el seno de una dama, así como el territorio inabarcable de crónicas cósmicas que ha atravesado tantas aventuras”.

Cuando ya empezaba a oscurecer decía que: “Algo parece evidente: los objetivos desmesurados que eran comunes a escritores tan opuestos como Musil y Joyce no parecen estar de actualidad. Sin embargo, cuando Beckett decía que el fin de la escritura era fracasar mejor tenía en mente todavía esos objetivos. Pero hoy, por lo que parece, se han desvanecido. Nietzsche hablaba del ‘ojo mítico’ que aún vivía en la Grecia clásica. Lo cierto es que existe también un ‘ojo literario’, que periódicamente se empaña o se despierta”.

“Los objetivos desmesurados que eran comunes a escritores tan opuestos como Musil y Joyce no parecen estar de actualidad”

Era la confirmación de por qué prefiere que recojan sus ideas de sus escritos. “Hay cosas que no son fáciles de explicar y es mejor que lean los libros”, había dicho por la mañana. Sobre la idea de que la literatura ha entrado en una especie de latencia lo explicó mejor en su discurso. Recordó las palabras del filósofo indio Ananda Coomaraswamy, cuando decía que la única estrella polar debe ser “denotar el shok o la sorpresa que se siente cuando la percepción de una obra de arte se vuelve una experiencia esencial’. Para la literatura no existe otra prueba, ni otra verificación. Como se lee en Plotino: frente a una pintura que remite a algo ulterior, en aquel que mira ‘la emoción mueve a los eros”.

Fiel buscador de la belleza visual, intelectual y escrita, Roberto Calasso cree que la literatura de calidad está en horas bajas, y que los buenos lectores escasean.

-Pero no creo en la promoción de nada. Y la verdad es que muchísimo menos en la promoción de los libros. Los libros se fomentan entrando en una librería, mirando, tocándolos, intentando descubrir lo que llevan dentro. No creo que ningún ente estatal pueda hacer nada.

Hay un deje de decepción en sus palabras. Como lo hay también cuando se le pregunta por la muerte, el sacrificio del que habla en sus libros, sobre todo en El ardor. Chasquea la lengua cuando se relaciona sus escritos con la amenaza latente del terrorismo yihadista.

-No es fácil de explicar. Como es difícil entender algo que destruye. Y, sobre todo, se malinterpreta.

Calla. No dice más. Parte de las respuestas ya están en sus libros. Como aquella en la que escribe: “El hombre es el único animal que abandona su naturaleza. Acudió a mímesis y técnica con el hombre la cadena alimenticia no se acaba, se expande”.

Sus libros ya han hablado por él como cuando escribió en El ardor: “La primera forma tangible del mal es producto de la congoja de la víctima que está a punto de ser ejecutada. Esa congoja se deposita en el corazón. Pero la primera característica del mal es que, como la energía, no se deja eliminar, solo transformar, desplazar. De este modo, el mal pasa del corazón de la víctima al estoque que la hiere”.

“La primera característica del mal es que, como la energía, no se deja eliminar, solo transformar, desplazar”

Los sacrificios son otros, los ritos son otros, las liturgias son otras. ¿A quién siguen, o a qué cantan o adoran? Parece preguntar Calasso en sus gestos.

Un dolor que una persona como él siente más que otras porque sabe en verdad lo que se ha perdido al dar la espalda a todo aquello. Lo que se ha llevado el desdén de la civilización. Se levanta del sofá donde ha hablado. Con un gesto serio y modales amables da las gracias y sale a los jardines del hotel donde el aroma a flores y vegetales se mezcla con el del mar. Se pierde por los caminitos bordeados de plantas de mil colores. Horas después daría su discurso y los siguientes tres días paseará muchas veces solo por aquel lugar.

Como solo y ausente está ahora mismo en el bar del hotel, al lado de donde concedió esta entrevista. De pie delante de las tres sillas del bar toma el último sorbo de café. El ruido de gente que lo envolvía casi ha desaparecido. La gente ha ido al aula donde él clausurará el evento. Deja el plato sobre la barra y camina rápido hacia el lugar donde lo esperan. Minutos después está detrás de un atril delante de todos. El traje de lino beige, los cabellos blancos revueltos. Se pone sus gafas de marco dorado. Todos guardan silencio para ver qué dice este hombre sobre animas en pena, espíritus y fantasmas en la literatura. Da las gracias y, fiel a sí mismo, como ya ha dicho y escrito tanto en toda su vida, lee un capítulo de su libro K, una interpretación de Kafka para el siglo XXI. “Se titula Sobre las aguas de los muertos”, dice, y convierte la clausura en una lectura literaria, en un ritual, en una liturgia alrededor de la literatura, presidida por uno de sus sacerdotes de voz grave y pausa:

-“El cazador Gracchus está cubierto de un “gran pañuelo de mujer, de seda, con largos flecos y estampado de flores”, como una mujer meridional. Su aspecto no tiene nada de rigidez cadavérica, a pesar de que está “inmóvil, en apariencia sin respirar”. (…)

¿Cómo explicar, cómo contar? A los hombres les bastan los historiadores, que están “en sus habitaciones y contemplan con la boca abierta lo ocurrido hace mucho tiempo, y sin cesar lo describen”. Describen, es cierto. Pero ¿saben? ¿Experimentaron acaso ese terror, esa maravilla? Esto es lo que se pregunta el cazador Gracchus, mientras en su cerebro se agitan muchas historias que nunca encontrarán salida, ni un solo oído capaz de escucharlas, del mismo modo que la barca que lo transporta no surcará jamás las aguas celestes”.

Roberto Calasso se quita las gafas y vuelve a su sitio entre aplausos. Leyó una historia ya escrita, que es como él considera que mejor se expresa, cuya sabiduría había reflejado tres días antes, a orillas del mar cuando la Luna llena iluminó la noche de un cielo límpido. Era la diosa blanca de los mitos y ritos milenarios.

Roberto Calasso recibirá un homenaje en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el miércoles 30 de noviembre a las 19 horas. Lo acompañarán Alberto Manguel y Basilio Baltasar.

Winston Manrique Sabogal

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