Rodrigo Quian Quiroga: “La inteligencia del ser humano se caracteriza por la cantidad de cosas que olvidamos”
El neurocientífico publica el libro 'Cosas que nunca creeríais. De la ciencia ficción a la neurociencia' en el que analiza diez películas que espolean a la comunidad científica. Una obra tan interesante como inquietante que mezcla ciencia, cine, realidad y filosofia
“Tener acceso a demasiada información es, justamente, lo contrario al principio del funcionamiento clave del cerebro humano. La inteligencia del ser humano se caracteriza por la cantidad de cosas que olvidamos”. ¿…? Sí, ha leído bien. Esta afirmación del neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga desbarata uno de los pilares sobre lo que creemos o caracteriza al ser humano, que la acumulación de información y de recuerdos nos hace mejores.
La memoria-recuerdos, la conciencia, la identidad, el yo, la eternidad y nuevas preguntas filosóficas del siglo XXI son planteadas por Rodrigo Quian Quiroga (Buenos Aires, 1956) en el libro Cosas que nunca creeríais. De la ciencia ficción a la neurociencia (Debate). Un ensayo sobre el cine que espolea e inspira las rutas científicas y la evolución humana al trenzar la ciencia, la ficción, el cine y la filosofía de la mano de este licenciado en Física, profesor ICREA e investigador del grupo de Percepción y Memoria del Hospital el Mar Research Institute. Y antes, en centros como el Caltech de California, el instituto RIKEN de Japón o la Universidad de Leicester.
Su nombre salió de los laboratorios cuando, en 2005, descubrió la llamada “neuronas Jennifer Aniston”, un tipo de neuronas asociadas a conceptos concretos que ayudan a comprender cómo funciona la memoria humana y la manera de procesar la información en general.
Cosas que nunca creerías es un libro que despierta muchas ideas, dialoga, está sembrado de los principios y las preguntas vitales de todo ser humano. Lo hace a través de grandes películas de ciencia ficción que se adelantaron a la realidad y que Quian Quiroga aborda a partir de preguntas inquietantes en el horizonte de nuestra civilización y cuyo solo título hace volar la imaginación del lector:
2001: odisea del espacio, de Stanley Stanley Kubrick, 1968: Inteligencia de las máquinas.
Blade Runner, de Ridley Scott, 1982: ¿Sienten los androides?
El planeta de los simios, de Franklin Schaffner, 1968: Conciencia animal.
Matrix, de Lana Wachowski, 1999: Ilusión de la realidad.
Hasta el fin del mundo, de Win Winders (1991): Leer la mente.
Minority Report, de Steven Spielberg, 2002: Libre albedrío.
Robocop, de Paul Verhoeven, 1987: Cyborgs e identidad.
Inception – Origen, de Christopher Nolan: Construcción del sueño.
Total Recall, de Paul Verhoeven, 1990: Manipulación e implante de memoria.
Abre los ojos, de Alejandro Amenábar, 1997; Inmortalidad.
No es el primer libro de este neurocientífico apasionado de la literatura y del cine. Entre ellos están Borges y la memoria y NeuroCienciaFicción: cómo el cine se adelantó a la ciencia. Desde su despacho en Barcelona, Rodrigo Quian Quiroga habla de Cosas que nunca creerías en esta video entrevista:
Winston Manrique Sabogal. Quiero empezar por una leyenda relacionada con el cerebro: ¿Qué tanto usamos el cerebro? Se dice que usamos un porcentaje pequeño del cerebro, como el 20% o 25%, y que si lo usáramos todo seríamos increíbles.
- Rodrigo Quian Quiroga. Usamos todo el cerebro, lo que pasa es que no lo usamos todo al mismo tiempo. Recuerdo que cuando yo era chico se hablaba de que usábamos un 3%, después se empezó a decir que un 10%. No sé de dónde sale esto, creo que sale de un investigador llamado Penfield, pero es un error. No usamos un 10% del cerebro. Usamos un 10 o un 5% del cerebro en un momento dado, cuando pensamos en alguna cosa o cuando hacemos algo específico, pero después usaremos otra parte del cerebro u otro 5% y después otro, entonces, en un periodo de tiempo usamos todo el cerebro; lo que pasa es que no todo al mismo tiempo.
W. Manrique Sabogal. ¿Cuál es la potencialidad del cerebro humano que se suele usar?
- Rodrigo Quian Quiroga. Depende de lo que digas potencialidad, ¿potencialidad para qué? A veces, soy un poco el aguafiestas… Me invitan a congresos o a reuniones donde tratan de pensar en la idea de un súper humano, potenciar las capacidades cognitivas. Digo, ¿qué quieres potenciar? ¿Querés andar mejor? Entonces uno dice, bueno, podés conectar dispositivos externos para poder recordar más. Imagínate que tenés un disco rígido que está pendiente de áreas de memoria de tu cerebro y yo no quiero recordar más… Porque tener acceso a demasiada información es justamente lo contrario al principio del funcionamiento clave del cerebro humano. La inteligencia del ser humano se caracteriza por la cantidad de cosas que olvidamos, por las abstracciones que hacemos, porque dejamos de lado detalles, los olvidamos y nos concentramos en lo esencial. Entonces el hecho de concentrarnos en lo esencial nos permite hacer asociaciones mucho más elevadas, mucho más creativas que si estuviéramos abarrotados de detalles. Entonces ¿qué potencialidad tiene? Cuidado, porque la potencialidad o el funcionamiento que tiene hoy día no es casualidad, es el resultado de varios millones de años de evolución y es muy difícil ganarle a eso, si es así, es por algún motivo. Yo no digo que tenga que ser el producto final y que es inmejorable, pero, en general, cuando pensamos en mejorar algo empeoramos por otro lado.
W. Manrique Sabogal. Heredamos la parte física, visible, pero si el cerebro forma parte del cuerpo, ¿heredamos, también, memorias de otros? ¿O recuerdos?
- Rodrigo Quian Quiroga. En la manera en la que vos lo estás planteando, no. No es que voy a estar en Génova donde estuvo mi bisabuelo y, de repente, me resulte familiar porque es una memoria de mi bisabuelo. Creo que eso no.
W. Manrique Sabogal. No me refiero a aspectos de tintes sobrenaturales.
- Rodrigo Quian Quiroga. Pero sí heredamos otro tipo de memorias que son más básicas. Por ejemplo, si yo escucho un ruido de un peligro, como un auto, reacciono, me doy la vuelta y miro o me muevo, hago algo. Eso sí es genético. No es que yo lo aprendí, eso no lo puedes aprender porque la primera vez que lo hiciste mal te atropelló el auto. Entonces tenemos memorias, si querés, que son más básicas y elementales, que son la genética. Claro, un ratón no se le va a enfrentar a un gato, o sea, no es que el ratón enfrentó al gato diez veces y el gato le ganó 10 veces y de repente el ratón dice, bueno, mejor que no pruebe más. Si el ratón intuitivamente no hace eso, el gato se lo come, esas memorias sí son genéticas. El ratón sabe que con el gato tiene que escapar. Nosotros tenemos, también, reacciones instintivas. Pero memorias más elaboradas, lo que llamamos memoria episódica en neurociencia de tener recuerdos, no creo que se transmitan a través de los genes.
W. Manrique Sabogal. Leyendo el libro también me surge el tema de la intuición, algo que se ha dicho, por ejemplo, de muchos creadores en el sentido de que siempre el cerebro está funcionando, está trabajando. Yo estoy hablando con usted ahora, pero a lo mejor el cerebro está registrando cosas de las que no soy consciente. Y sabemos, al parecer, mucho más de lo que creemos que sabemos o recordamos. ¿Qué es la intuición? ¿Acaso la intuición es, como dicen algunos, el conocimiento que no sabemos que sabemos y que es la manera de manifestarse el cerebro porque aún no sabemos cómo articular o gestionar esa información que está en alguna parte nuestra?
- Rodrigo Quian Quiroga. Eso que vos dijiste con tantas palabras yo te lo resumo con una sola: se llama inconsciente, o sea, eso de que no sabemos que sabemos. Son procesos inconscientes de los cuales no estás al tanto de que pasan sin que vos te enteres. Cuando estoy teniendo esta charla con vos, o lo que haga, hay un montón de procesos en mi cerebro a los cuales yo no tengo acceso consciente, yo no sé lo que está pasando, pero mi cerebro está procesando un montón de información y la gran mayoría de ella es inconsciente, cosas que yo ni me entero. Entonces, la intuición, una manera de verlo, es que vos tenés procesos inconscientes que te están llevando a hacer algo. Por ejemplo, decir «mejor no me meto por esta calle oscura», y capaz que no sabes por qué, pero te das cuenta, sin siquiera pensarlo. Eso es un proceso, probablemente, inconsciente o capaz que es consciente, capaz que tenés una intuición, es mejor por acá no me meto, pero ¿por qué? Creo que viene dada por procesos inconscientes que te dan un sentido común que te llevan a actuar de una manera de la cual vos no estás explícitamente al tanto. No sabes explícitamente por qué lo haces, pero hay procesos en tu cerebro que te llevan a tomar determinadas decisiones o a pensar determinadas cosas, y muchos de ellos puede que sean inconscientes y que dan lugar a la intuición. Es algo que no podés definir el por qué hago una cosa así o por qué es esto.
W. Manrique Sabogal. ¿Cómo explicarle a alguien que la imaginación es el resultado de interacciones de neuronas?
- Rodrigo Quian Quiroga. Si querés que seamos filosóficamente más precisos, no… La imaginación no es el resultado de activaciones de neuronas, la imaginación es la activación de neuronas, porque si vos decís es el resultado, esto ya es ponerse muy exquisito… Porque si vos decís la imaginación, por decir la conciencia, la memoria, la visión, lo que sea, pero quedémonos con la imaginación, dejémoslo con tu ejemplo: si vos decís la imaginación o la mente es el resultado de la activación de neuronas, vos ya estás diciendo que hay dos procesos, que uno es la causa y el otro es la consecuencia. Y no hay dos procesos, hay uno solo. Hay una filósofa en California que hace una analogía fantástica: dice que decir que la mente es el resultado de la activación de neuronas es como decir que la electricidad es el resultado del movimiento de electrones. No, la electricidad es el movimiento de electrones por definición, o sea, lo puedes describir con distintas escalas. Yo estudié física. Entonces, cuando vos estás estudiando física, estudias termodinámica en los primeros años; segundo año de la facultad, estudias temperaturas, calor, intercambio de calor y que esto, que lo otro. Más adelante estudias mecánica estadística. Ahora ves la temperatura ya no como un proceso global, sino como el movimiento de moléculas, y la temperatura es la energía cinética de las moléculas, no es que las moléculas se mueven y producen la temperatura, el movimiento de las moléculas es la temperatura. Entonces vos podés estudiar el proceso a distintas escalas. Si querés, lo ves a nivel microscópico y haces termodinámica estadística, o si querés lo ves a un nivel más general y estudias la temperatura
W. Manrique Sabogal. El ejemplo de la luz es clarísimo. Hay varios temas que están latentes en todo su libro: la belleza, el amor guion sentimientos y la sexualidad. ¿Es acaso la belleza, la contemplación de la belleza, el amor y la propia sexualidad y, quizás más, el amor, una estrategia de la naturaleza, por decirlo así, para que el ser humano se preserve, y que sean la motivación, una estrategia más para no acabar con la especie?
- Rodrigo Quian Quiroga. Ahí vos estás haciendo algo que es muy humano, y la respuesta es fea. Te voy a decir lo que yo pienso: la naturaleza no tiene un motivo, no necesariamente… No te lo voy a afirmar tan categóricamente, no necesariamente hay un motivo, pero existimos y existimos porque se dio así, porque evolucionamos de otros animales y porque se dio así la vida en la Tierra, y, probablemente, acá viene ya la creencia de cada uno. Si vos sos religioso, probablemente veas un motivo metafísico o religioso para la existencia del ser humano. Si sos ateo, probablemente, tengas otro motivo. Uno lo das vos, podés pensar que la belleza o que la búsqueda de la belleza es lo que lleva al ser humano a ser como es, es lo que le da sentido a tu vida; o podés, también, decir que no hay un motivo. Lo lindo de la filosofía es que esta pregunta que nos estamos haciendo nosotros ya se la hizo mucha gente y le dio vueltas y vueltas y vueltas, y viene de hace siglos. Esto ya se lo planteaba Kierkegaard, y era católico. Esto se lo planteaba Sartre, esto se lo planteaba Albert Camus… es el existencialismo.
A mí me sorprendió mucho que en el libro muchos colegas me decían, ¿sabes qué me gustó más de tu libro? Los agradecimientos. O sea, me pasé un año y medio escribiendo un libro y vos me decís que lo que más te gusta son los agradecimientos. Es que no soy un asceta que estoy en una montaña como Zaratustra y estoy predicando. A mí, en verdad, estas cosas me duelen. No me es fácil hablar de la muerte, hablar de que quizás no hay un sentido de la vida o de que es difícil encontrar un sentido a la vida. Y eso lo puse en los agradecimientos, y le digo, bueno, si a vos te queda esta sensación de vacío, imagínate a mí que fui el que lo escribí.
Creo que la respuesta linda, o lo que a mí me gusta, es que cuando te metés en estos temas no hay una respuesta. Y vos decís: ay, qué feo, o sea, pero eso es lo fascinante. La respuesta está en vos. Tenés por ahí el sentido de la vida, lo tenés que encontrar vos. Vos le encontrarás un sentido que no necesariamente sea el mismo que el mío. Yo no soy quién para predicar o para ir a decirle a alguien cuál es el sentido de la vida. Lo fascinante es que está en cada uno encontrarlo.
W. Manrique Sabogal. El Yo es otro tema de su libro presente en todas las películas que eligió para analizar. El Yo tiene un gran despertar en el Romanticismo, hace tres siglos, después del Renacimiento, coincide con el Siglo las Luces, la Ilustración, y luego se crece un poco en el mundo de la industrialización. Un yo que ha venido evolucionando y se ha exacerbado. El poeta español Juan Antonio González dice que hay una hipertrofia del yo en las últimas décadas. ¿Usted cómo ve esa evolución del Yo en las últimas tres décadas con esa gran apertura en tantas cosas, en las artes, en la propia creación y en la propia reafirmación del Yo? O cree, como Umberto Eco, que es la necesidad de exhibicionismo, de aquí estoy yo, y de replanteamiento del individuo y que la identidad está en ser diferente, en buscar la diferencia.
- Rodrigo Quian Quiroga. Déjame agregarte una persona que dejó todo patas para arriba en la filosofía: cuando te planteas del Yo tenés que hablar de Hume, porque David Hume, creo que fue el primero que dijo que el eso no existe, el Yo es un manojo de sensaciones, o sea, a este manojo de sensaciones que siento lo llamo Yo. Y David Hume decía: «Yo no puedo pensar en mí, yo puedo pensar en distintos aspectos de lo que hago, pero no hay una cosa que es el Yo». No estoy de acuerdo con eso. Pero me parece que el tipo fue al tuétano de la pregunta: ¿existe el Yo? ¿Existe esto que yo llamo Yo? Creo que sí, pero no es tan distinto a lo que es la memoria, a lo que es la visión. La consciencia está muy relacionada con el yo. Todos son construcciones del cerebro: la memoria, lo que define tu identidad, porque lo hablábamos antes de que esta gente que me inspiró y me lleva a escribir un libro, yo soy el que nací en Argentina, el que estudió física y que esto queda allá. Bueno, aquello que define mi identidad, aquello que define mi Yo, mi ser, es en gran parte una construcción. Porque yo no me acuerdo de todo lo que me pasó, yo no me acuerdo exactamente de todo lo que yo hice, de hecho, me acuerdo muy muy muy muy muy poco, es muy poquito lo que recordamos.
Si lo testeas experimentalmente, todo el mundo cree tener la ilusión de recordar su vida casi como en una película. Pero si vos, realmente, te lo pones a testear, es muy fácil, yo te puedo decir, mira: ¿hoy qué día es? Jueves. ¿Te acordás de lo que estabas haciendo un jueves hace dos semanas? Y probablemente vos hayas hecho un reportaje espectacular y está bien. ¿Y el miércoles o el viernes? y nos olvidamos. Yo no me acuerdo de lo que estaba haciendo hace una o dos semanas, exactamente, en aquel día. Tendemos a olvidar mucho, pero tenemos esa sensación de que nuestra vida es como un continuo. Llenamos estos huecos en base a ser inferencias, en base a usar el sentido común, en base a la intuición.
Creo que lo mismo pasa con el Yo. El yo es una construcción del cerebro. El yo no es algo metafísico en el sentido de Descartes, de que existe algo que está más allá que es etéreo, que es mi identidad, es la activación del cerebro, es una construcción del cerebro que ni más ni menos que tener consciencia de mi propia existencia. Y especulo un poco más, le doy una vueltita de tuerca y me pregunto: ¿Y esto tendrá una ventaja evolutiva? O sea, el hecho de que nosotros tengamos conciencia de nosotros mismos, capaz que se da porque se da, o sea, capaz que se dio así, porque la complejidad de nuestro cerebro hace que seamos conscientes de nuestra existencia. ¿Pero tiene alguna ventaja comparada con un caso en que no tuvieras esta conciencia? Yo creo que sí y la ventaja es lo feo, pero la ventaja te da miedo a la muerte. A partir de yo saber de mi existencia, yo sé que puedo morir y quiero tratar de preservarla, entonces eso me da una ventaja comparada con otro al que le da igual tirarse a un río o no, porque si se muere, se muere, no pasa nada, a mí no me da igual. Entonces, probablemente, el Yo viene de la mano con el miedo a la muerte, creo que el miedo a la muerte te da la ventaja evolutiva de que tratas de preservarte.
W. Manrique Sabogal. ¿A qué atribuye esa necesidad que estamos viendo desde hace tres décadas, más o menos, en las artes y en el individuo, como, por ejemplo, la visibilidad de las diversas sexualidades que toda la vida han existido?
- Rodrigo Quian Quiroga. No te puedo decir cómo era hace un siglo, pero lo siento como algo muy natural. Yo lo veo con mis hijos. Mis hijos no son gemelos, tienen un año de diferencia, tengo tres, pero los dos mayores se quieren diferenciar enseguida, por más que son distintos físicamente, a uno le gusta el fútbol a otro le gusta las artes marciales, para uno su color favorito es el rojo, para el otro es el azul, claro. Imagínate un extremo: si fuéramos como la sociedad perfecta del comunismo, donde todos somos, no sé, operarios en una fábrica, entonces vos trabajas en una fábrica y somos miles y miles de operarios que todos hacemos lo mismo, todos somos iguales, todos cobramos lo mismo es como te sentís… Es como que te sale ese impulso de que quieres ser distinto, no querés ser uno más dentro de un montón, querés sobresalir por algo o no sobresalir, pero diferenciarte por algo; es como que quieres tener tu individualidad y no sentir como que sos una abeja en la colmena. Es algo muy natural.
W. Manrique Sabogal. Es un libro con temática transversal, donde los capítulos dialogan unos con otros, y, sobre todo la película 2001, una odisea del espacio, y, de alguna manera, Abre los ojos, la primera y la última. Hablan de adquirir conciencia y hablan del Tiempo y de la inteligencia artificial, de la existencia, de la muerte.
- Rodrigo Quian Quiroga. En 2001 lo más interesante es que si yo esa película se la muestro a mi hijo adolescente, y le digo que se estrenó la semana pasada, me lo cree, es tan fascinante, es de tanta de actualidad, está tan bien hecha, que podría haberse filmado ayer. Esa película es de 1968. Antes de que el hombre pisara la Luna. No existían las calculadoras, ni siquiera la computadora, y el tipo ya estaba pensando en una inteligencia artificial que visualiza como una lente de color rojo que termina dando miedo. Es la máquina que termina actuando de una manera totalmente alocada, simplemente porque no quiere ser desconectada. ¿Qué más humano que eso? Cuando el astronauta la va a desconectar la máquina dice que tiene miedo, eso es fabuloso.
W. Manrique Sabogal. Y lo deja por fuera de la nave. Aflora en ella el instinto de supervivencia y de dañar al otro para vivir ella.
- Rodrigo Quian Quiroga. Es muy humano. Kubrick fue un adelantado, no fue casualidad. Como cinéfilo aficionado me terminé metiendo más y más a tratar de encontrar de dónde sacó tanta información y terminé encontrando que lo asesoró un señor brillante que se llama Marvin Minsky, que murió hace poco, que fue el padre de la inteligencia artificial, el gran revolucionario de la inteligencia artificial desde la década del 60, fue director del instituto más conocido del MIT de los Estados Unidos…. Kubrick escribió el libro, el guion lo escribo con Arthur Clark, pero los asesoraba Marvin Minsky. Ahí dije: No era casualidad, este buen hombre ya estaba metido en esas ideas. Eso es lo que me parece más sobresaliente de la película.
W. Manrique Sabogal. Y Abre los ojos, donde más plantea la cuestión de la eternidad, algo a lo que la gente puede tener acceso de manera doméstica, de ir prolongando un poco la vida. Hábleme un poco de la película y de esta y de otras en esta línea.
- Rodrigo Quian Quiroga. Creo que no trascendés. Con todos los avances de la tecnología vos podrías pensar, te pongo un caso extremo, pensá que me clonas y vos tenés un clon y yo me muero, pero ese clon no voy a ser yo, yo no voy a ver por sus ojos; ese clon va a ser una persona independiente de mí, va a ser otra persona que es igual a mí. Vas a pensar que yo trascendí, que yo persisto, pero no, yo me fui. Yo desde que me muero dejo de ver, entonces hay algo que es fabuloso, es un tema muy feo, muy duro, muy difícil hablar de la muerte, a mí me cuesta mucho escribir sobre eso, pero la ciencia ficción te da unas pistas extraordinarias. Uno de los temas es el de la identidad. ¿Qué es lo que hace que siga siendo la misma persona y qué es lo que se corta el día que te morís? ¿Por qué si te clonan no pasas a ser el mismo? O sea, ¿qué es lo que te define esa continuidad? Esa es una de las grandes preguntas de la filosofía del siglo XXI que no estaba tan clara en los siglos XVIII o XVII. Yo creo que va a cambiar…
W. Manrique Sabogal. Volvemos con el yo… la identidad…
- Rodrigo Quian Quiroga. Exactamente. ¿Qué define la continuidad del Yo? El Yo, creo, es una construcción, es lo que hablamos antes, pero ¿qué define la continuidad del yo? Esa es una pregunta fabulosa. Yo no creo que esa pregunta estuviera tan clarita en la filosofía como está empezando a estar ahora el tema de la identidad. Fíjate cómo se liga la ciencia ficción con la neurociencia y la filosofía. Uno de los filósofos más brillantes del siglo XX, un filósofo de Oxford que se llamó Derek Parfit escribió mucho sobre el tema de la identidad, de la posibilidad de inmortalizarnos. Derek Parfit escribe la paradoja fabulosa de la teletransportación. Te lo cuento muy rápido: un tipo va de vacaciones a Marte apretás un botón en una cabina y de repente apareces en Marte. Volvés, te ahorraste el viaje, te ahorraste meses de estar viajando para llegar a Marte. Al año siguiente quieres de ir de vacaciones de nuevo, vuelve a apretar el botón y no pasa nada, entonces le dice al técnico, perdón, hubo un desperfecto, apreté el botón y no pasa nada, y el tipo dice no, usted ya llegó, lo que pasa es que nos olvidamos de desintegrarlo acá; así que ahora lo vamos a tener que matar porque usted ya está en Marte, y el tipo dice no, no, no, no me maten, cómo es que me van a matar, yo estoy acá y le dicen: no, está en Marte.
Entonces, Parfit usa este ejemplo de la teletransportación para plantear paradojas de qué determina la identidad. Y yo te quiero dar un poquito de información: la idea de la teletransportación viene de una serie de ciencia ficción, que es Viaje a las estrellas, de Star Trek, fíjate qué divertido, la teletransportación fue como un truco de producción, porque los tipos al hacer la serie diseñan la nave, el Enterprise, y la nave tiene una forma fabulosa, pero no había manera de filmar que esa nave tan rara pudiera aterrizar en un planeta, porque tiene una forma tan rara que no hay manera de hacerla aterrizar. Entonces los tipos dicen bueno, pero y qué, ¿va a pasar todo en la nave?, no ¿pero no van a explorar planetas? sí, pero no hay manera de hacer que la nave aterrice en un planeta, entonces a alguien se le ocurrió la idea, bueno, hagamos este invento de que lo teletransportamos a los planetas, y de ahí viene la idea, porque no le podían poner patas a la nave. Entonces eso te da la teletransportación y eso te da la idea del libro de Parfit que te termina hablando sobre la inmortalidad o la trascendencia del yo.
- Cosas que nunca creeríais. De la ciencia ficción a la neurociencia Rodrigo Quian Quiroga (Debate).
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