
La escritora española Rosa Ribas, autora de ‘Peces abisales’ (Tusquets). /Foto de Iván Giménez -cortesía editorial Tusquets
Rosa Ribas: “Todos llevamos con nosotros grandes preguntas que, igual que los miedos, nos acompañan toda la vida”
En las memorias noveladas 'Peces abisales', la escritora española reconstruye su vida a partir de momentos claros y grises, pero que siempre intentó convertir en luminosos. Hoy es una de las autoras de novela negra más destacadas y prolíficas en español. Sus secretos de vida y literarios en esta entrevista
Rosa Ribas no nació hasta que el médico de su madre no terminó de leer El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Y se llama Rosa y empezó a leer y a escribir porque… Mejor enterarse por boca de ella en Peces abisales (Tusquets), su memorias noveladas, su libro más personal, emotivo, existencial y literario en el sentido de que desvela cómo su vida está poblada de episodios dignos de novelar y porque cuenta qué la llevó a ser novelista. Hasta convertirse en una de las escritoras españolas de novela negra más destacadas de los últimos años, con personajes como la comisaria Cornelia y los detectives Hernández.
Peces abisales son unas memorias armadas a través de un rosario de historias personales escritas dos años y medio después de que regresara de Alemania, donde vivió treinta años, más de media vida.
Es la historia de una niña nacida en 1963 en El Prat del Llobregat, a las afueras de Barcelona, una madurez en Alemania y un regreso a España. Rosa Ribas echa la vista atrás para iluminar esos momentos que hubiera preferido no haber vivido, los que felizmente la convirtieron en lo que es, para afrontar los miedos que la acompañan y, a la vez, la han impulsado.
Una niña zurda, con mala vista, que se convirtió en una novelista que escribe a mano, y ya lleva 18 novelas. «He trabajado como profesora de idiomas, lectora, empaquetadora de barritas de plastilina, escritora de cartas (de amor y desamor), traductora, no en este orden. Abandoné Barcelona justo un año antes de las Olimpiadas (1992). Me marché a Alemania porque quería vivir en otro país, tener la experiencia, enriquecedora y nunca fácil, de ser extranjera y siempre me interesó la cultura alemana», cuenta en su sitio web. Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, ha sido lectora de español en la Universidad Goethe y colaboradora del Instituto Cervantes en Frankfurt.
Rosa Ribas ha publicado 18 novelas. Debutó en la literatura, en 2006, con la novela histórica El pintor de Flandes. En 2007 publicó Entre dos aguas, la primera de la serie policíaca protagonizada por la detective hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor (ha publicado cinco). En 2013 lanzó Don de lenguas, la primera a cuatro manos con Sabine Hofmann, protagonizada por la periodista Ana Martí. En 2019 salió Un asunto demasiado familiar, primera de la serie con los detectives Hernández. En 2022 publicó Lejos, una novela situada en una urbanización a medio acabar.
En esta video entrevista, desde su casa en Barcelona, Rosa Ribas crea un autorretrato a partir de frases de su nuevo libro que le suscitan nuevas reflexiones o, simplemente, ampliación de lo compartido en Peces abisales:
“Lo poco que yo entiendo del mundo, lo entiendo cuando escribo”:
Es una reflexión que a mí me ayuda a escribir, me ayuda a entender, a pensar, a reflexionar. Quizás, porque como también se dice en el libro, yo escribo a mano, y a lápiz, y es una escritura lenta, es una escritura que me permite pensar y me permite ordenar las ideas. No tengo la velocidad del tecleo, es una escritura muy pausada y eso ayuda mucho a pensar.
“Los miedos son tan poderosos que no desaparecen nunca, solo se transforman»:
Es como la energía. Es una energía negativa que va contigo siempre y te das cuenta de que los miedos que tienes de adulta no son más que variaciones de algunos miedos que ya te acompañaron en la infancia y que van contigo siempre. Puedes, a veces, domesticarlos un poco, pero cuando piensas que los controlas por un lado son tan plásticos que saldrán por el otro.
“La sensación de extrañeza en el mundo es consustancial a la infancia”:
El mundo cuando eres pequeña es inexplicable. Tú estás ahí en medio, es una partida en la que te han tirado ahí en medio como una fichita en un juego, aunque puede ser tan simple como la oca o tan complejo como el ajedrez. Pero nadie te explica las reglas y tú estás intentando construir, entender cosas, y por eso salen estas teorías maravillosas que se hacen los niños para explicar qué pasa a su alrededor.
“En la ficción, toda la carga de asociaciones, se manifiesta con mayor intensidad”:
En la ficción nada es casual. En la ficción, tú eliges todo lo que pones y del mismo modo que nuestros nombres han sido elegidos por otros, a no ser que nos lo cambiemos, y el apellido te viene dado, entonces las connotaciones que nuestro nombre tenga, como el propio, las podemos borrar, incluso nosotros. Pero el personaje no, porque ese nombre se lo das tú para que encaje con él, al personaje el nombre no le cae del cielo, lo pones de una manera muy consciente porque estás ya marcándole el rumbo. Y ya sabes que hay nombres que van a decir: este va a ser un protagonista que va a tener tal perfil, este es un secundario y este nombre ya me está contando su historia, y también es una elección muy narrativa.

“Uno de los motores de la escritura es la búsqueda de respuestas que sabes inalcanzables, que deseas inalcanzables”:
Cuando pienso, ojalá mis padres nunca se acuerden de por qué me pusieron este nombre, pero mientras se mantenga el misterio, es mucho más interesante todo lo que yo estoy imaginándome que la respuesta que puede ser después tan trivial que es lo mismo. Tú te planteas un montón de preguntas sobre ti, sobre tu familia, sobre el mundo, sobre todo y lo que es el motor, y sobre esto, sobre lo que tú escribes, hay siempre una gran pregunta. Yo creo que todos llevamos con nosotros algunas grandes preguntas que, igual que los miedos, nos acompañan toda la vida, y casi siempre son las mismas, que nos van acompañando siempre. Y cuando escribes, tú crees que ordenas una parte del mundo y esa parte pequeñita que está en tu libro sí que la ordenaste, solo que es una cosa así de pequeña y el resto sigue igual de oscuro y de caótico y de inexplicable.
“Hay palabras que pronuncias con cariño, porque están asociadas a determinados momentos”:
Las palabras van con nuestra biografía y cambian de significado con la biografía de cada una. Después, claro, cuando, además, te has movido entre lenguas, quizás lo que tienes es más conciencia, más recuerdos, de cuando alguna palabra ha aparecido en tu vida. Porque, sobre todo con las lenguas que has aprendido después, es en la época adulta cuando recuerdas más tu historia común, cuando aparecen por primera vez, incluso, en algunos casos, cuando han pasado de ser una palabra que tú entendías, que estaba por ahí, que a la primera vez que llega realmente llega a tu boca, y entonces la pronuncias y dices ahora sí, ahora es mía. Eso lo notas en la lengua extranjera. Hay un momento en el que hay palabras que por circunstancias, porque has vivido situaciones muy hermosas o muy duras o terroríficas, o de mucha vergüenza, quedan marcadas para siempre, y cada vez que la usas es como un disparador de la memoria.
“Mi vida y mi voz se han moldeado con la experiencia de vivir treinta años en Alemania, durante este tiempo fui extranjera”:
Es una experiencia, una experiencia existencial. Creo que ser extranjero, conscientemente extranjero o intensamente extranjero, es algo que te cambia para siempre, y cambia tu perspectiva del mundo. Es algo que, incluso ahora, que hace dos años y medio que he vuelto, no pierdo en la mirada que me ha dejado vivir treinta años fuera. No me he sentido rechazada en Alemania, pero siempre he sido consciente de que era extranjera, y entonces, siempre he estado manteniendo esta distancia de observación que no puedes perder nunca. Y ahora vuelvo a Barcelona y me encuentro que sigo manteniendo esta mirada y que sigo paseando por la ciudad mirando hacia arriba, mirando las ventanas, descubriendo cosas, y esa es la mirada extranjera y espero no perderla nunca. Ser extranjera me regaló el tener una mirada propia.
“Conocer una cultura es conocer también sus miedos e inquietudes”:
Y descubrir que nos asustan algunas cosas iguales, pero de otra manera también. No es lo mismo venir de una cultura como la alemana, donde un miedo, por ejemplo, es la pérdida del estado de bienestar, unas condiciones de vida muy altas. Como miedo social, y esto, por ejemplo, es lo que se ha explotado ahora por los partidos de la ultraderecha, que lo que han hecho es aprovecharse de un miedo que estaba ahí, que es este miedo a perder el estatus. Pero también lo veis en qué enfermedades nos dan miedo, qué monstruos hay en los cuentos infantiles, aunque nosotros llevamos una carga muy germánica, gracias a los Hermanos Grimm, y nos asustan cosas que vienen justamente de la cultura germánica.
“Ser escritor es equivocarse una y otra vez, y corregir una vez y otra también”:
Y otra y otra y hasta que te arrancan el papel de las manos, los editores te dicen que lo entregues de una vez. Siempre te estás equivocando. Siempre es la insatisfacción perenne de ser escritor… pero lo intentas otra vez. Y piensas que la próxima va a ser mucho mejor. Procuro no releer los libros más antiguos, porque ahora los haría completamente de otra forma.
“Mi primera novela terminada se titulaba El profesor visitante. Ha quedado, por fortuna, inédita”:
Era muy mala. Pero le tengo mucho cariño. Esta novela me sirvió para muchas cosas. Me sirvió para demostrarme que era capaz de escribir una novela y terminarla, me recordó que yo quería escribir, y me regaló el personaje de Cornelia, que aparecía como secundaria.
Yo debía tener 37, 38 años. Trabajaba en la universidad, en el instituto de románicas, un departamento muy chiquito, donde siempre estábamos las mismas personas. Y donde había un colega del que no podía parar de pensar: Qué bien estaría el mundo si no estuviera. Y lo que hice fue cargármelo en una novela. Y había un profesor visitante que, casualmente, era de Barcelona, que era el asesino. No es que yo me disfrazar de señor pensando que no se notaría quién era el asesino que llevaba a cabo este crimen, y Cornelia Weber-Tejedor como comisaria hispano-alemana, era la que investigaba y averiguaba quién era el asesino del profesor. Además, era divertido. En todo el instituto había gente que, en las pausas del café, hacía planes para cargárselo. Tomé este motivo en la novela y fue muy terapéutico, pero la novela no era muy buena.
“Cornelia Weber-Tejedor”:
“Los nombres te vienen por muchos caminos. Primero buscaba el nombre de pila, era un nombre que en español y en alemán fuera fácil para todos. Para mí era un nombre, aunque es un nombre romano, pero aquí se usa poco. Era uno de los primeros nombres alemanes de los que yo tengo memoria. Recuerdo que miraba las olimpiadas y cuando salían las nadadoras de la República Democrática, yo quería que ganaran porque el himno era precioso. Y había una nadadora que era Cornelia, era como un armario que nadaba, ganaba siempre, y se me quedó ese nombre. Cornelia como nombre muy alemán, y después hallé que era un nombre latino.
“Entre dos aguas”:
Esa es la segunda novela, después de haber escrito una novela histórica. Ahí sí que ya quería escribir. Ahí Cornelia aparece ahí por primera vez para los lectores. La recuperé porque yo quería escribir sobre esta segunda generación de gente que se ha criado entre dos culturas. Buena parte de mis alumnos estaban con estos dilemas y quería contar también la historia de la emigración, la historia de los emigrantes españoles en Alemania en los años sesenta y setenta, que no se había contado apenas. Cuando estaba escribiendo pensé que sería ideal que investigara un personaje que está, justamente, entre dos aguas, como era el caso de Cornelia.
Siempre procuro haber escrito lo que me ha parecido que iba mejor con lo que yo quería contar. Cuando he escogido el género negro o policial era porque me parecía que transportaba mejor todo lo que yo quería poner en esa historia, mucho más allá de la trama. A mí me interesaba hablar de la migración, de la identidad, me interesaba hablar sobre vivir entre culturas, y me parece fantástico llevarlo a cabo con los recursos del género negro.
Ahora, con la serie de los detectives Hernández, es mi manera de explorar la familia. Cuando escribí La luna en las minas quería escribir sobre la migración, pero no quería una novela realista, y entonces aproveché el género fantástico y metí un hombre lobo para que tuviera otro carácter y mostrar un tema del extranjero como un monstruo.
Lo que estos géneros hacen es aportarte un simbolismo al que le puedes sacar mucho partido, y los lectores pues lo leerán según el nivel al que quieran leer.
- Peces abisales. Rosa Ribas (Tusquets).
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