Santiago Roncagliolo: “En el mundo digital hay una prolongación o actualización de la Inquisición”
El escritor peruano novela en 'El año en que nació el demonio' las sombras sociales y humanas del Virreinato del Perú en 1623 con dos historias cuyos ecos llegan hasta hoy. En esta entrevista reflexiona sobre los lazos del pasado y del presente, sus obsesiones literarias y la evolución del mal: “La sociedad también crea sus propios monstruos”
“Vivimos con sociedades que están volviendo al siglo XVII”, afirma Santiago Roncagliolo. Las tinieblas nunca terminan de irse ni del mundo exterior y de convivencia ni del interior de cada persona. Solo hay ráfagas de luz. El mundo de hoy se parece, cada vez más, al Virreinato de Perú en 1623, con sus inquisidores, hipocresías, miedos e incapacidades del ser humano para manejar coordenadas menos simples que lo lleven a una evolución. El ser humano, a pesar de los siglos, no ha cambiado apenas, mientras el monstruo que puede ser cualquier persona aguarda su oportunidad.
Esas sombras inquietantes viven en El año en que nació el demonio (Seix Barral), la nueva novela de Santiago Roncagliolo (Lima, Perú, 1975). Es la novela número once de este narrador, ensayista y guionista de televisión y cine que descubre lo que va a escribir cuando ya lo escribió: “El proyecto va evolucionando hasta que se convierte en algo muy diferente a lo que pensé”.
Una historia que se repitió con El año en que nació el demonio. Santiago Roncagliolo pensó en escribir una historia contemporánea con el trasfondo de ecos de las brujas en América. Empezó a investigar y a sumergirse en esa época de la Inquisición hasta que se dio cuenta de que la novela tenía que estar allí. En el comienzo de muchos de los males que nos persiguen hoy.
Empieza en 1623. En el Virreinato de Perú. En la Ciudad de los Reyes, una noche, en el convento de Santa Clara, una novicia da a luz a una criatura de dos cabezas, lengua bífida y ocho extremidades. El nacimiento coincide con la aparición de Rosa que dice comunicarse con Dios y con el Diablo, y que habrá de ser Santa Rosa de Lima, la primera mujer canonizada de América. Bruja o santa, se convierte en objetivo del Santo Oficio. Ahí está Alonso Morales, un aprendiz de alguacil del Santo Oficio, que da testimonio de estos hechos extraordinarios en medio de una ciudad sembrada de corrupción, abuso de poder, injusticia, hipocresía.
Un episodio que ilumina un tiempo que Santiago Roncagliolo cuenta a través del diario de Alonso Morales, que no solo relata lo visto, sino que, sobre todo, revela su propio mundo interior con sus batallas, contradicciones, sueños, sombras, desafecciones, ambiciones, ideas, emociones y desencantos. Un descenso al alma humana.
Es el proyecto de este escritor que se siente extranjero: vive en España desde el año 2000, donde ha formado un hogar, creció en México y nació en Lima. Que busca escribir desde su alma peruana, el lugar y la memoria que mejor conoce. Que obtuvo en 2006 el Premio Alfaguara de Novela por Abril rojo, entre el terrorismo de Sendero Luminoso y crímenes y corrupciones durante el periodo del presidente peruano Alberto Fujimori.
Y que ha descubierto que en sus libros hay unos temas constantes como un hijo buscando al padre, personas que no terminan de encajar en ningún lugar, situaciones que indagan entre los límites del bien y del mal y cómo los seres humanos se convierten en monstruos. En esta videoentrevista, Santiago Roncagliolo, desde Barcelona, empieza por hablar de un tema omnipresente en su obra y en todos los tiempos: el mal.
Winston Manrique Sabogal. Tras leer la novela se comprueba que el ser humano, cuatro siglos después, no ha cambiado. Sigue la maldad, la corrupción y otras cosas: ¿qué le pasa al ser humano con la sensualidad y la sexualidad que la demoniza? No cambiamos.
Santiago Roncagliolo. El ser humano, en este caso, es solo del mundo hispano occidental católico. Porque el ser humano que encuentran los españoles que llegan a América venera, como muchas culturas agrarias indígenas, la fecundidad. Las mujeres tienen un valor por ser fecundadas. En quechua la tierra es una mujer, la Pachamama. El gran choque cuando los españoles llegan a América es que las culturas originarias exaltan el sexo y la reproducción, mientras en la cultura cristiana su obsesión es eliminar el sexo, considera que la carne es un pecado terrible y que, incluso, la manera de estar más cerca de Dios es lastimar tu carne, flagelarte. Ese es uno de los grandes choques entre la cosmovisión cristiana y las religiones originarias americanas, el odio al cuerpo frente a la exaltación del cuerpo y del sexo.
W. Manrique Sabogal. El mal está presente en toda la novela en múltiples formas, siempre desde la visión católica. ¿Ha cambiado en cuatro siglos el concepto y la idea del mal?
Santiago Roncagliolo. Deberíamos evolucionar hacia una visión matizada de las cosas. La visión del Virreinato es completamente binaria y polarizada. Las cosas las manda Dios o las manda el diablo. Lo que fue revolucionario de la democracia como sistema en el mundo fue la idea de que alguien que piense diferente que tú no es una mala persona, solo piensa diferente que tú, y hay cosas en las que te puedes poner de acuerdo.
Yo diría que vivimos con sociedades que están volviendo al siglo XVII. Donde todo está polarizado por todas las partes. No hay espacio para la pluralidad. Cada vez creemos menos en la democracia y, por tanto, cada vez creemos menos en la convivencia. Cada vez defendemos más que los míos deben gobernar y a los demás hay que cancelarlos. Y eso no es un paso hacia un futuro ideal, sino un regreso hacia el siglo XVII.
W. Manrique Sabogal. Esa involución parece potenciarse en el siglo XXI con el mundo digital.
Santiago Roncagliolo. Sí. En el mundo digital hay una prolongación o actualización de la Inquisición. El trabajo principal de la inquisición no era quemarte, era humillarte, sacarte en una procesión frente a todo el mundo para que te escupieran y te insultaran. Y eso hacía que la multitud se sintiese virtuosa. Porque cuando machacas al malo crees que tú eres bueno. Hoy hacemos eso no de manera física, pero sí en las redes sociales. Y la inquisición se ha vuelto plural, la hacen todos.
W. Manrique Sabogal. ¿Por qué cree que pasa todo esto, esta involución de ejercer de inquisidores?
Santiago Roncagliolo. El desprestigio de la democracia. La crisis económica de 2008. Recuerdo que Europa decía que era una crisis global, y yo pensaba: “¡No, no! En América no hay ninguna crisis. Esta es su crisis”. Pero luego vino la pandemia, y en una América donde no había servicios sociales la pandemia quebró la confianza en el sistema. Y tienes a Milei en Argentina, y a Castillo en el Perú. A gente que se precia de no ser demócratas.
Los últimos quince años han traído un descrédito de la democracia en todas partes, y un refuerzo de sistemas no democráticos, como Rusia o China.
Lo que pienso es que si no crees en la democracia lo que tienes es el mundo de esta novela: un mundo donde unos dictan las normas y los demás aguantan. O, la otra posibilidad: un mundo en que todos se matan para que unos ganen y se dicten las normas que luego otros aguantan. Esto pasaba en el Virreinato, había unas normas y el que pensase diferente era vigilado y castigado. Hasta una blasfemia era procesable, podías ir a la inquisición. No se puede pensar distinto al poder.
W. Manrique Sabogal. Esta vuelta al pensamiento único y del “Estás conmigo o estás contra mí” es una de las señas de este proceso de involución y que nos lleva a la Inquisición con muchos reflejos en este presente.
Santiago Roncagliolo. Ofrece algo muy consolador, y simple. En otro de mis libros yo estudiaba a Sendero Luminoso, entraba a muchos pueblos, en lugares donde no había Estado y ponían unas normas casi de colegio conservador: no puedes poner los cuernos a tu pareja, no puedes ejercer la prostitución, si eres chismosa te castigaban. Eso le da a la gente la certeza de que cumplirá las normas y le irá bien. Lo otro es el caos, la anarquía. Yo creo que ahora las sociedades, incluso democráticas, en su libertad y pluralismo, muchas veces resultan demasiado complicadas para algunas personas. Mucha gente prefiere tener normas sencillas.
Alonso Morales, en la novela, al principio, es un torturador en favor del sistema porque cree que las cosas diferentes se deben castigar. Lo que pasará a lo largo de la novela es que él se parece más a los que tortura que a quienes lo mandan torturar. Se da cuenta de que es más complejo de lo que le hubiera gustado ser.
La norma, a lo largo de la Historia, no han sido las democracias, han sido los sistemas con normas muy sencillas que todo el mundo tiene que obedecer o será castigado. El mundo del siglo XVII era un gran colegio: no podías decir malas palabras, no podías hacer muchas cosas o eras castigado y humillado. Gente que no creía en la libertad.
W. Manrique Sabogal. Pero no creía en la libertad de puertas para fuera, porque de puertas para dentro hacían lo que públicamente condenaban. La hipocresía, además estaba en algunos conventos especiales.
Santiago Roncagliolo. Hay un libro de Luis Martín titulado Las hijas de los conquistadores que estudia a las mujeres de la colonia. Una de las cosas que menciona es que había conventos que dependían del obispo, pero había otros que dependían de la congregación. Y en América, la sede de la congregación estaba en Roma, con lo cual, en la práctica, esos conventos no dependían de nadie. Entonces, muchas abadesas, como la que aparece en la novela, convertían esos conventos en repúblicas de mujeres liberadas. Porque, al final, el único proyecto que ofrecía una sociedad virreinal para una mujer era ser esposa y madre o irse al convento. Eso hacía que el convento recibiese mujeres que querían ser religiosas, pero también ser lesbiana, querer cantar, querer torear, también escribir… Todas estas mujeres llegaban al convento para no depender de un hombre. Y algunos de esos conventos si tenían una abadesa liberada se convertían en conventos liberados.
W. Manrique Sabogal. Cómo llegó a este tema y cómo fue su evolución, porque fue un libro que le llevó como diez años.
Santiago Roncagliolo. Siempre voy descubriendo lo que voy a escribir cuando ya lo escribí. El proyecto va evolucionando hasta que se convierte en algo muy diferente a lo que pensé. Siempre parto de explorar las figuras que nos dan miedo, cómo es que los seres humanos se convierten en monstruos, en terroristas, en torturadores, en abusadores; cómo eso se hace a partir de los deseos y sentimientos que tenemos todos. Cuando voy a cárceles en Perú, donde hago una labor social, siempre he pensado que si dos o tres cosas en mi vida hubiesen sido diferentes, yo hubiera sido uno de esos delincuentes porque, también, es la sociedad la que crea sus propios monstruos.
En este caso, la figura que me interesaba era la de las brujas, su concepto, de dónde surge, cómo se aplica y qué significa. Originalmente, la idea era hacer una novela más contemporánea que de trasfondo tendría este eco de las brujas. Empecé a investigar la época. Encontré el manual El martillo de las brujas, sobre cómo detectar, perseguir y castigar a las brujas. Descubrí que el concepto fue acuñado para culpar a las mujeres de cualquier cosa. Empezó a fascinarme este origen de la bruja como manifestación y chivo expiatorio de una sociedad misógina. Me obsesioné con el concepto de la creación de la bruja en América porque se confunde con el mestizaje, dentro del concepto de la Conquista. Los españoles están inspirados por Dios, los demás, por descarte, por el demonio. Y la bruja se convierte en la diferente. Las que tengan otra idea son brujas.
A partir de ahí encontré un universo casi diseñado para una novela. Donde la magia forma parte de la vida, una especie de universo de realismo mágico gótico, que me convenció a hacer toda la novela allí y a no hacer un juego contemporáneo.
W. Manrique Sabogal. La voz narradora es un logro. ¿Cómo dio con ella? ¿Qué tanto dolor de cabeza le dio?
Santiago Roncagliolo. Lo que más miedo me daba era hacer la voz de un investigador que piensa como en el siglo XXI, pero en un decorado del siglo XVII. Para transportar al lector al siglo XVII tenía que partir de una mente del siglo XVII, de un narrador que piensa como en ese siglo y, por lo tanto, te conduce no solo a los decorados sino a la ideología y a las ideas que dan estructura a ese mundo.
Leí muchos procesos a brujas y documentos de la época. Mi primera redacción de un capítulo era rigurosamente fiel a lo que habría escrito un inquisidor del siglo XVII, pero después de escribirlo descubrí que era completamente ilegible. No tanto por las palabras, sino por los marcos mentales.
Entonces empezó un proceso de ensayo y error para inyectarle a ese lenguaje la posibilidad de ser entendido en el siglo XXI, pero con la sensación de estar en el XVII. El primer capítulo fue reescrito innumerables veces. Una vez encontré la música, el tono, todo lo demás surgió con mucha naturalidad.
W. Manrique Sabogal. ¿Cuántos libros escribió entre medias?
Santiago Roncagliolo. Después de La noche de los alfileres, en 2016, estuve como seis años sin escribir una novela. En La noche de los alfileres volví a mi adolescencia peruana, pero después de esos años ya llevaba mucho tiempo fuera y no era capaz de escribir algo peruano, y tampoco me sentía capaz de escribir algo como un español. Me había convertido en algo híbrido. En este tiempo solo escribí una novela, Líbranos del mal, sobre un caso de abuso de la iglesia católica que hubo en el Perú, pero la mirada es la de un extranjero. El siguiente libro de cuentos, Lejos, historias de gente que se va, que fue escrito a lo largo del tiempo, ya tiene que ver con historias de latinoamericanos en España, es un libro que en realidad habla de España.
Estos libros tratan de incorporar mi identidad peruana, pero no quedarse en ella. Y he encontrado una voz en la que puedo moverme, seguir escribiendo historias porque incorporan todo lo que tengo ya a estas alturas de español. O, por lo menos, de extranjero en todas partes.
W. Manrique Sabogal. ¿Es un empeño el conservar lo peruano y latinoamericano?
Santiago Roncagliolo. No, es lo que tengo, lo que soy. No puedo escribir algo que no provenga de un universo que yo entienda y comprenda, controle y maneje. No es algo que pueda planear. Lo descubro cuando ya estoy escribiendo. Y fracaso en muchos proyectos, también;pero persevero en una novela cuando es un universo que conozco, y ese universo va cambiando en cada caso.
Puedo escribir guiones, que también hago, porque hay otra gente que te da cosas que tú no tienes. Y porque, al final, son imágenes que se pueden discutir con un equipo.
Aquí hay una música de las ideas que únicamente puede salir de ti, eres el único que hace eso. No escribes lo que te gustaría, sino lo que tiene que ver con tu universo y con tu memoria y con tus obsesiones. En mis novelas siempre hay hijos buscando padres, siempre hay una discusión de los límites entre el bien y el mal.
W. Manrique Sabogal. Zonas oscuras del ser humano.
Santiago Roncagliolo. Sí, y en mi caso sigo siendo un extranjero. Nací en Lima, crecí en México. Mis personajes no encajan, no terminan de encontrar su lugar. Y van descubriendo que se parecen más a los monstruos que a los que deberían parecerse. Y son constantes que he descubierto después de escribirlas, nunca han sido un plan. Juegas con cosas que son más grandes que tú y no puedes controlar.
- El año en que nació el demonio. Santiago Roncagliolo (Seix Barral)
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