El periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957) autor del libro ‘Cultura en democracia. Una crónica breve de 50 años (1975-2024)’. /Foto de Antón Castro

Sergio Vila-Sanjuán: “En la cultura nos falta más sentido de trascendencia como antítesis a la banalidad y a la volatilidad del mundo digital”

El periodista publica 'Cultura española en democracia. Una crónica breve de 50 años (1975-2024)'. Aciertos y desaciertos de un ámbito cohesionador en España, que justo es el País Invitado de honor en la FIL de Guadalajara 2024

La cultura y sus expresiones artísticas han jugado un papel esencial en la consolidación de la sociedad y la democracia en España desde 1976. Cultura y creación como cohesionadores de un país, moldeadores de identidad, motivo de orgullo y reencuentro con el país y marca a nivel internacional. Un ámbito que cambió la cara y la percepción de España, dentro y fuera, cuyos hitos se recuerdan en el libro Cultura española en democracia. Una crónica breve de 50 años (1975-20024), de Sergio Vila-Sanjuán (Destino). Una obra que es un viaje por las huellas dejadas por la cultura en España que, tras unas primeras tres décadas de crecimiento, parece vivir un momento de inflexión por las placas tectónicas políticas, económicas y sociales internas y la irrupción del mundo digital.

Hay cinco aspectos que han transitado en España a velocidades distintas y que van en paralelo, y que la cultura y las artes han reflejado:

la democracia y la libertad,

la modernidad y la puesta al día con la posmodernidad,

la violencia de ETA,

a finales de los noventa, la apertura al mundo

y la cultura como ente cohesionador de todo un país. Aunque en los últimos tiempos sea como una piedra de toque para lo contrario.

Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957), actual director del suplemento Cultura/s, del periódico catalán La Vanguardia, es autor de libros como Otra Cataluña. Seis siglos de cultura catalana en castellano, ejerce el periodismo desde finales de los años setenta. Ha vivido los cambios de los que escribe en su nuevo ensayo. En esta entrevista digital no solo repasa la biografía de la cultura española del último medio siglo, sino que reflexiona sobre hechos que la afectan en España y en general, así como a la creación con asuntos relacionados con la corrección política o los movimientos sobrevalorados o subestimados cuando, por ejemplo, la continuidad de la tradición es importante, así como su convivencia con lo más contemporáneo. Cultura española en democracia se publica justo cuando España es el País invitado en la 38ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), del 30 de noviembre al 8 de diciembre de 2024, donde se escenifica la literatura de las últimas décadas, pero también otras artes.

Winston Manrique Sabogal. Tengo la sensación de que muchos españoles no terminan de creerse la riqueza cultural, la calidad de artistas y cómo no solamente crean, sino que abren caminos y aportan no a la cultura española sino en general. ¿Por qué sucede esto?

Sergio Vila-Sanjuán. Esta percepción tuya es real, es una constante de la historia española a partir del Siglo de Oro: la cultura española tiene la sensación de que va a menos, eso llega a su apogeo con el 98, la Generación del 98 tiene una visión negativa y crítica que se prolonga un poco a través del siglo XX, y con buenos motivos porque vienen la Guerra Civil (1936-1939) y, después, el franquismo (1939-1975). Por tanto, la cultura española tiene una visión negativa de la historia de España que, de alguna forma, contamina a la visión de la cultura española, quizá sin tanta justicia. Lo que cuento en este libro es que a partir del 75 esto da la vuelta completamente. Lo que sucede entre 1975 y el 2000 es que, por primera vez en mucho tiempo, hay un movimiento muy afirmativo de la sociedad española que se ve positivamente a sí misma, a su situación política y a su cultura; y que, por primera vez, también en muchos años, tiene una gran proyección internacional: es el momento de los Almodóvar, de la nueva narrativa española, de la pintura, de Barceló y, simultáneamente, es la época de la Movida, del diseño. Ese primer cuarto de siglo que abordo es un periodo muy potente y muy afirmativo en el que, también por primera vez en mucho tiempo, España se ve a sí misma como algo que funciona muy bien. Las universidades americanas dedican simposios a la Transición, y todo esto llega a su auge en 1992 con los Juegos Olímpico de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla. Es el año en que se dice: Oye, qué bien lo hemos hecho, qué bien nos hemos democratizado y qué bien nos hemos modernizado. Lo que ocurre es que todos los ciclos tienen un inicio, un momento de auge y luego hay un movimiento de deslizamiento. Y a partir del 2000 y, sobre todo a partir de la crisis económica (2008 y 2010), este proceso de la Transición se ve sometido a una crítica muy fuerte. Sí, la Transición se dejó muchas cosas fuera. A partir de, sobre todo, del 2008 y 2010, la Transición y todo lo que aportó ese momento se ve un poco bajo fuego cruzado. Esto es lo que ha impregnado los últimos 15 años. Es una de las motivaciones por las cuales yo he escrito este libro, para, de alguna forma, contrarrestar esto mismo de esta posibilidad o situación.

‘La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza (1975), una novela clave en la renovación de la literatura española.

W. Manrique Sabogal. Usted recuerda la frase de Jorge Semprún de que “para avanzar consensuadamente se pactó una estrategia de olvido de los peores aspectos del pasado reciente”. ¿Comparte esa idea?

Sergio Vila-Sanjuán. Sí, era muy complicado, porque era un proceso que se podría haber frustrado en muchos momentos. Y Semprún lo explicó con aquella elegancia con la que él explicaba las cosas: se hace un pequeño pacto, no de silencio, pero sí de olvidar ciertas cosas para que el peso del pasado no sepultara la posibilidad del futuro que se estaba abriendo. A posteriori, lo que se ve es que ese momento fue muy bueno y los que lo vivimos, los que tuvimos esa suerte, porque creo que fue un privilegio el ser jóvenes en aquella época, eso se vivió con una extrema intensidad, entusiasmo, diversiones donde, de repente, se abría la libertad en un país que había estado sometido a muchas restricciones. La gente ve que puede crear sin censura, se puede escribir, se puede hacer cine, se puede pintar, se puede relacionar y se pueden incorporar todas las nuevas ideas que en aquel momento estaban en el panorama europeo y América: el post estructuralismo francés, la contracultura americana…

Hay varias velocidades en la Transición: una velocidad política administrativa, que es la que en el interior del Estado va haciendo el cambio; hay una velocidad social, y estas son más lentas, pero hay una cultural que en cierto momento se aceleró mucho porque cambiaron los temas. Tú fíjate, por ejemplo, en la narrativa española: en época de Franco hubo muy buena literatura, pero tenía un tono bastante negro. Entonces, tras la muerte de Franco entra una corriente de luz en la narrativa: aparece La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, y los escritores de la nueva narrativa española con una visión modernizada, europea, con muchas ganas de explicar el país de otra manera. Además, ocurre una cosa que no había ocurrido: de repente, todos esos libros empiezan a ser traducidos.

El tema de la Movida ha sido muy criticado porque se ha dicho que era una cosa de niñatos, una diversión, pero la Movida es un momento muy creativo, allí confluyen unos dibujantes e ilustradores excepcionales, una serie de bandas de música que dibujan muy bien el panorama sonoro de esa época; salió Almodóvar que es el cineasta más internacional que ha tenido España desde Buñuel. De la Movida salen muchas cosas, aunque es verdad que tiene una cara B cuando aparecen la droga, el sida, etcétera. Pero es un momento muy creativo que cambia la imagen, como la cambia la época del diseño en Barcelona. Cambia la forma en que la sociedad cultural española se ve a sí misma.

Fotograma de ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?, de Pedro Almodóvar (1984).

W. Manrique Sabogal. Es una época que renueva todas las artes.

Sergio Vila-Sanjuán. Abre muchas ventanas. Al pintor Miquel Barceló, por ejemplo, con 25 años, lo seleccionan en la Documenta de Cassel y se convierte en un pintor internacional. Como Pedro Almodóvar, son de estas figuras que representan muy bien la Transición porque se han ido reinventando constantemente y llegan hasta hoy.

En ese momento hay grandes ganas de vivir y de abrir nuevos territorios.

Y, como te decía, hay varias velocidades al mismo tiempo en un campo mucho más institucional pero muy importante. Empieza la creación de los equipamientos, porque hoy un amante joven de la cultura tiene una oferta cultural extensísima, pero en 1980 no era el caso, Y entre 1980 y hoy han aparecido el Centro Reina Sofía, el Museo Thyssen, el Museo Guggenheim, un montón de centros polivalentes en todas las ciudades españolas.

W. Manrique Sabogal. Las grandes instituciones privadas se adelantan a lo que se habrá de asentar en el siglo XXI como responsabilidad social corporativa a través de la cultura.

Sergio Vila-Sanjuán. En ese primer periodo de la Transición la cultura todavía está de moda. Está muy asumido desde el mundo político, por ejemplo, que la cultura es una señal de identidad, que la cultura es una tarjeta de identidad para dar a conocer España. Esto se logra con los sucesivos gobiernos socialistas de Felipe González y, luego, de Rodríguez Zapatero; mientras que el Partido Popular no sabe manejar esta situación.

Los dos presidentes que ha habido del Partido Popular, José María Aznar y Mariano Rajoy, hacen lo mismo nada más llegar: eliminar el Ministerio de Cultura. En el siglo XXI la cultura ha tenido que bregar primero con la crisis económica que le hace mucho daño y luego vamos a parar a la pandemia, que también es un segundo golpe. Y Pedro Sánchez no me parece un presidente muy culturalista, no le he oído hacer un discurso en el cual ponga el valor de la cultura por encima de todo y en su último gobierno ha cedido el Departamento de Cultura a sus socios de gobierno. Entonces, en los últimos 25 años, la cultura se ve sometida, injustamente, a un tratamiento de choque.

‘El diluvio’, de Miquel Barceló (1990).

W. Manrique Sabogal. ¿Cómo lo han hecho los medios de comunicación antes y ahora en este mundo digital?

Sergio Vila-Sanjuán. Hay que hacer primero la genealogía de dónde venimos: en época de Franco los diarios no tenían secciones de cultura. En democracia, el periodismo cultural vive un gran boom y se crea el periodismo cultural especializado español en los diarios. En democracia se crea lo que se llama el Estado cultural siguiendo un poco el modelo francés, que consiste en que el Estado pone mucho dinero en cultura, intenta tomar el timón y la creación del Estado cultural va acompañada con la atención del periodismo cultural, entonces el periodismo cultural también tiene una línea ascendente como no se había visto nunca en España. De repente, todos los diarios incorporaron suplementos de sesenta páginas, la empresa periodística se lo tiene que creer mucho para hacer estas apuestas. En televisión empiezan a salir programas culturales, hay un gran boom del periodismo cultural, incluso en la radio. Esto con la crisis económica a partir del 2008 baja un poco: muchos diarios recortan por este lado, y esto es traumático para la profesión, a lo que se suman, en los últimos años, la revolución tecnológica y los cambios de modelo.

Ahora estamos en una fase de replanteamiento porque intentamos ajustarnos a todo esto y no perder el timón. Está claro que el periodismo cultural sigue muy activo.

Museo Guggenheim de Bilbao, del arquitecto Frank Gehry (1997).

W. Manrique Sabogal. ¿Cómo ve la injerencia de la corrección política en la cultura?, ¿qué beneficio o daño le puede estar haciendo a la creación y a lo cultural?

Sergio Vila-Sanjuán. Yo vi cómo nació la corrección política en Estados Unidos en el curso 91, 92, cuando estaba en la Universidad de Boston con una beca Fullbright. Allí lo pude seguir muy bien a través del Boston Globe, del New York Times y a través de profesores que estaban hablando de ello. Es en ese momento cuando surge esa idea de que hay que intentar una lectura de la cultura que sea no racista, no machista y no clasista, porque el análisis que hacían los, entre comillas radicales, era que no se estaba enseñando todo aquello. Por ejemplo, una literatura que era solo la del hombre blanco, que era la literatura de Moby Dick de Herman Melville, pero que se dejaba fuera la de las mujeres, la de los pueblos indígenas y demás, y eso en buena parte era verdad.

La corrección política en su primera fase hace una labor bastante positiva, un poco de limpieza, que lo que hace es abrir ventanas para que entren muchas áreas de la cultura. Lo que hemos visto en estos cuarenta años es que al abrirse todas estas puertas han aparecido un montón de creadores de siglos pasados, de creadoras, de voces que no sabíamos o habíamos olvidado que estaban, pero que hoy la cultura nos parece inexplicable sin ellos y ellas. La corrección política cuando aparece contra los tópicos que se le han echado encima cumple una buena misión que es una labor de reorientación y limpieza, pero, evidentemente, si esto lo llevas al extremo de prohibir los cuentos infantiles es absurdo. Pero, ojo, tampoco minimicemos lo que la corrección política ha aportado, que ha sido una llamada de atención a la cultura occidental de la que yo creo que estaba bastante necesitada.

La actriz Cate Blanchett en un cartel de la película ‘Tár’, de Tod Field. /WMagazín

W. Manrique Sabogal. ¿Qué elemento de la cultura, persona, arte o tendencia cree que se ha subestimado y que sería bueno reivindicar?

Sergio Vila-Sanjuán. A me gusta la renovación, pero esto hace que, quizá, se hayan ocultado un poco las líneas culturales más tradicionales a las cuales también hay que hacer caso: por ejemplo, un tipo de literatura más espiritual, esta línea que va pues de Jiménez Lozano a Martín Garzo y otros escritores. Todo lo que es una literatura de una cierta trascendencia en los últimos cuarenta años se ha aparcado. En España, prácticamente, no hay en este periodo literatura cristiana, que es una cosa que en Francia tiene mucho peso.

En el campo del arte, tres cuartos de lo mismo. Creo que los centros de arte contemporáneo han dejado totalmente fuera todo lo que es la pintura figurativa; su continuidad se ha salvado con Antonio López por su inmenso peso que ha hecho que resulte inesquivable. Pero todo eso se mira como si por no ser últimas tendencias no fueran contemporáneas. La continuidad de la tradición también es importante. Este ha sido un medio siglo muy rupturista muy bueno porque había que romper y había que abrir nuevas vías y había que encontrar oxígeno…

W. Manrique Sabogal. Y, ¿qué se ha sobrevalorado en este tiempo en la cultura?

Sergio Vila-Sanjuán. La banalidad ha sido sobrevalorada. Una parte de nuestra cultura contemporánea, o mejor nuestro mundo mediático, tiene una gran afición por lo banal que te puede hacer gracia a ratos, pero, insisto, lo que nos falta ahora es un poco de trascendencia, de sentido de la trascendencia como antítesis a la banalidad y a la excesiva volatilidad del mundo digital. Nos hace falta un poco de profundidad y buscar un poco de densidad, sí.

 

 

Winston Manrique Sabogal

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