Tess Gunty: “Los sistemas en vigor incentivan una conducta extremadamente egoísta”
La escritora estadounidense debutó con 29 años con la novela 'La conejera', National Book Award 2022. Un fresco del mundo contemporáneo, a través de la juventud y su incertidumbre, muy crítico con el capitalismo extractivista. Lo hace con una narrativa donde conviven diversos géneros literarios tocados por la sátira
Tres días de un caluroso verano de julio son suficientes para mostrar los estragos y la psiquis del mundo contemporáneo como resultado del capitalismo extractivista donde “los sistemas en vigor incentivan una conducta extremadamente egoísta”. Es el bullir de la vida en un microcosmos en la periferia pauperizada de una ciudad que prometía un gran porvenir, pero donde ahora viven los fantasmas de esos sueños que influyen como un boomerang en el corazón de la vida que los expulsó. Todo se escenifica a partir de un grupo de jóvenes desamparados que comparten un apartamento en La conejera, un bloque de edificios de protección oficial en la ciudad ficticia de Vacca Vale (Indiana, Estados Unidos), antiguo centro automovilístico que quieren convertir “en una imitación mala de Silicon Valley”.
Que la universalidad se revela en la especificidad lo reconfirma la escritora Tess Gunty (South Bend, Indiana, 1993) en su novela La conejera (Sexto piso). Que los hechos ocurren a una persona, en un lugar o en un tiempo concretos, que pueden parecer ajenos a uno es indiscutible; pero es la mirada de quien cuenta la que hace que otras personas, en otros lugares y en diferentes tiempos se reconozcan en el relato de lo que sucede a otros. La clave está en el cómo. Y eso es lo que ha hecho en su debut literario Tess Gunty con el que obtuvo, con 29 años, el National Book Award 2022, y se convirtió en el autor más joven en recibirlo desde 1960 cuando lo ganó Philip Roth.
El valor del libro no es solo el de una novela que trasciende y dinamita la manida etiqueta de novela americana, sino que sorprende que la escribiera una persona que en el momento de publicarla tuviera 29 años, y más aún que cuando empezara a hacerlo tuviera 22 años, cuatro más que la protagonista: Blandine Watkins.
Ese es el nombre que adoptó la protagonista, una joven inteligente, contestataria, lectora de Eliot y Santa Teresa, bonita y comprometida. “Creo que es una novela sobre una joven que insiste en ser la protagonista de su propia vida. Es un personaje muy activo. Y, en muchos sentidos, le di fortalezas que yo siempre he admirado en los demás”, reconoció Tess Gunty en una rueda de prensa virtual con periodistas de España y América Latina. La escritora agregó que Blandine “creció bajo la tutela del Estado. Y le interesa, también, resistir a las fuerzas americanas del capitalismo extractivista, porque ella no quiere orientar su vida hacia la acumulación material, sino hacia la trascendencia”.
Se trata de uno de los personajes femeninos más destacados y con más fuerza y empatía de la literatura del siglo XXI, como lo es Lisbeth Salander, de la trilogía Millenium, de Stieg Larsson.
Tess Gunty desbarató varios estereotipos de una parte de los jóvenes, creó un gran fresco de las nuevas generaciones, desde sus penurias y precariedades laborales hasta sus sueños, y apostó por una mixtura de voces y géneros literarios, en un estadio narrativo que contiene con naturalidad y verosimilitud desde el más crudo realismo hasta el realismo mágico onírico. Una obra de una escritora que admira a la británica Zadie Smith y a los mexicanos Yuri Herrera y Fernanda Melchor.
El mundo se mete en las páginas de La conejera. Ese eclecticismo literario obedece a una polifonía de voces que muestran la existencia desde un caleidoscopio de temas acuciantes sobre el futuro que tiene que afrontar esa generación que protagoniza la novela: desde las preocupaciones por el cambio climático hasta la deshumanización que propicia la tecnología; desde las ansias por la falta de ofertas laborales hasta la soledad y la incomunicación en un mundo colonizado cada vez más por internet y sus diversos tentáculos; desde el machismo hasta la inacción de la sociedad; desde el urbanismo desaforado hasta el abuso de poder afectivo-sexual; desde la fe en el sistema capitalista hasta el refugiarse en lo místico.
Un remolino de situaciones o, mejor, un torbellino, porque lo que lleva dentro lo va soltando al tiempo que atrapa otras cosas.
Y en esa deshumanización lo más humano de todo: el amor, sus sueños y sus búsquedas.
Todo ello esparcido de otra característica exclusivamente humana y salvavidas: el humor, la comedia. El resultado es una sátira entre la ficción, la realidad y el ensayo.
En La conejera se cumple la primera frase de Leon Tólstoi en Ana Karénina: “Todas las familias felices se parecen, pero cada familia desdichada lo es a su manera”. Aquí en una historia bajada a tierra, nada glamurosa, porque relata la vida de un grupo de muchachos desamparados que conviven en un apartamento de un complejo residencial en el cinturón de Chicago.
Universalidad, extractivismo y realismo onírico
Desde el salón de su casa en Los Ángeles, Tess Gunty habló de La conejera, de su proceso de escritura y sus posibles significados, con una docena de periodistas en esta video entrevista:
Winston Manrique Sabogal. ¿Cuál es su opinión frente al famoso concepto de novela americana cuando ya todo está globalizado y los problemas son universales y casi instantáneos? En todas partes, en todas las grandes ciudades hay cinturones de precariedad. Creo que lo que usted ha creado es un micromundo dentro de toda esta incertidumbre que viven o que recae, sobre todo, en ese no-futuro que tiene la gente más joven.
Tess Gunty. Desde que publiqué mi novela muchos lectores de todo el mundo me han dicho que vienen de una versión de Vacca Vale, y que se identifican con Blandine y con otros personajes del libro. A mí me parece que la universalidad se revela en la especificidad. Este modelo extractivista del capitalismo está presente en todo Occidente, y me parece que se está propagando, incluso, más allá. Obviamente, los sistemas de producción estadounidenses han propagado su filosofía, sus marcas, por todo el mundo.
Así que, es verdad, que los problemas económicos, así como los problemas personales, psicológicos y espirituales que tienen mis personajes, no son únicamente estadounidenses. Pero creo también que cuanto más específica eres sobre tu contexto y las fuerzas que se ejercen sobre tus personajes, más se identifica la gente con ellos. Así que, ahora mismo, estos problemas mundiales o el tipo de problemas que enfrentan mis personajes son mundiales, son universales: la crisis climática, cómo ha cambiado el mundo digital y cómo ha interferido con nuestras interacciones sociales. Nos sentimos desconectados, desamparados de forma sistémica. Al final, todo esto son problemas globales.
W. Manrique Sabogal. Usted ha mencionado en algunas entrevistas que le gustan los escritores Zadie Smith, de Inglaterra, y Yuri Herrera, de México. Y es verdad que yo detecto ecos de Zadie Smith y de Yuri Herrera, sobre todo con la primera parte de su trilogía del autor mexicano. ¿Qué tanta influencia tiene de ellos?
Tess Gunty. Herrera es uno de mis escritores favoritos de todos los tiempos. Zadie Smith me encanta, pensaba sobre todo en su novela NW London. Algo que me encanta de todas las novelas de Yuri Herrera es que el lenguaje es muy musical. Hay otra novela, Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor, que tiene un poco el mismo efecto, es muy musical, es esa fuerza lingüística musical que tiene ese efecto en el lector. Estoy leyendo tanto a Melchor como a Herrera traducidos, y me parece que las traducciones conservan la fuerza musical del lenguaje. Y en ambas obras, en NW de Zadie Smith, también esta libertad emparejada con la economía del lenguaje, son tremendamente eficientes, porque son novelas cortas y tienen que alcanzar mucho en muy poco, sobre todo, en la novela de Herrera, donde tienes estas preocupaciones políticas globales que están muy enraizadas en fases micropersonales. Así como el modo en que él enraíza lo político con lo íntimo. Y siempre me parece que en sus novelas cortas, que son casi míticas, te diría que hay algo folclórico, algo sobrenatural de su obra que me convence. Tiene este destello de realidad que me cautiva.
W. Manrique Sabogal. Una respuesta suya me ha recordado a la Nobel polaca Olga Tokarczuk, en dos puntos, que usted aborda en su novela. Por un lado, es ese aire o ese aliento mítico, onírico, épico, a través de la protagonista, que me remitió a lo que Olga Tokarczuk se refirió en su discurso de aceptación del Nobel en el 2018, que lo recibió en 2019, cuando aludía a que faltaba, quizás, ese aire que se ha perdido en la novela contemporánea. Mi pregunta es: ¿por qué usted y otros autores, como Herrera y Melchor y la propia Tokarczuk, y algunos latinoamericanos están narrando desde esa dimensión? Desde un espacio intermedio entre la realidad y el sueño o la ilusión. Y el segundo punto es la ternura, que está presente en la novela de manera muy sutil, pero muy contundente a la vez sobre, digamos, ese desamparo, y esa fragilidad de estos jóvenes, y cómo se refiere a ellos que están… dando y pidiendo ternura. Precisamente, una emoción reclamada por la Nobel polaca.
Tess Gunty. Me encanta Olga Tokarczuk. Y acabo de terminar una de sus novelas, Un lugar llamado antaño, que es muy folclórica, muy mítica. A mí cada vez me atrae más este tipo de obras, una especie de realismo mágico, ¿no? Y esto se da como respuesta a los regímenes opresores. A menudo, son obras que buscan más allá de la realidad. A menudo, pienso en el dadaísmo, en el surrealismo. Ambos fueron una respuesta a tragedias mundiales, a crisis mundiales, a formas extremas de violencia. Y me parece que, a veces, una crisis puede sacar a las personas de la realidad. La violencia extrema nos fuerza a un pensamiento mágico, mítico, y también nos hace buscar una trascendencia que sea más poderosa quizás que lo que vemos a diario.
Me he sentido muy atraída hacia este reino y estos puentes, por así decirlo, y cuando llegas a ellos, lo que encuentras, básicamente el mundo ya no lo reconoces, y lo ves de nuevo como con ojos nuevos, porque está como en la materia oscura de la vida. Y miras a la materia oscura a los ojos y entonces hay espacio para el misterio, para la magia, para que se revelen cosas. Me parece que el mundo es un lugar de posibilidad de transformación y misterio. Y es ahí donde quiero llevar al lector como escritora.
La segunda pregunta sobre la ternura. Me resulta muy natural, escribir en estados psicológicos de distopía, de apocalipsis. A mí esto me sale de forma natural. Pero cada vez más lo que me interesa es la utopía y las posibilidades de transformación, cualquier alternativa que exista a estos sistemas predominantes de extractivismos. Y me atrae la ternura, porque es una especie de pequeño pasito hacia una revolución macro, no para buscar un ecosistema de cuidados regenerador. Y como ciudadana del mundo, ya no es suficiente esto de, simplemente, detectar la violencia y los modos en que están fracasando los sistemas, no. Quiero imaginarme alternativas, algo mejor, imaginarlo de forma viva. Y es muy difícil hacerlo a escala macro, porque no soy política, no soy economista, no soy nada de todo esto. Pero como novelista, yo me encargo de lo micro, de las dinámicas interpersonales. Así que la ternura es este primer pasito hacia… Yo pienso a veces en las redes de raíces, ¿no?, de los árboles en los bosques con las setas, con todos los organismos que se benefician de esta red, de participar de esta red. Y, a menudo, me interesa imaginarme sociedades humanas que repitan este tipo de ecosistema, que lo imiten.
La ternura y la belleza
W. Manrique Sabogal. Pero ¿si todas las personas anhelan o pensamos como usted, por qué cuesta tanto realmente llevarlo a cabo y parece que cada vez es peor?
Tess Gunty. Me parece que los sistemas en vigor lo que hacen es incentivar una conducta extremadamente egoísta entre un puñado de actores que detentan el poder. El poder está distribuido de manera totalmente desigual y el dinero igual. Así que mientras sigamos funcionando dentro de este sistema del modelo extractivo, del cortoplacismo, del crecimiento en detrimento de todo el mundo, de esta explotación y saqueo de los recursos, será un modelo de lo más colonial. Y, de hecho, ha pasado a formar parte de todos los sistemas económicos. Y el modelo colonial, de hecho, lo afecta todo, a todos los ecosistemas, a todas las personas, a todos los objetos; como recursos vistos para sacar provecho, ¿no?, y beneficiar a los pocos en detrimento de los muchos. Y esta actitud, de verlo todo como recursos, pues, está presente en todos los sistemas occidentales, y no solo en Estados Unidos.
Mientras estemos en este sistema me parece que los problemas no harán más que agravarse. Creo, no obstante, que toda generación ha experimentado alguna versión de esta crisis, con excepciones muy contadas, pero la mayoría de generaciones han llegado a un punto en que creen que están viviendo el peor momento de la historia. Incluso en la generación de mis abuelos, pues, superaron la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, luego la Guerra Fría, la crisis nuclear. Me parece que en toda fase de la historia, por lo menos en el tiempo de la esclavitud, se han cometido crímenes atroces contra la humanidad, y las personas lo han superado. Así que, bueno, ha dependido de contingencias de personas. Hay un libro de Will MacAskill, el filósofo, que viene a decir que toda forma de progreso social, incluyendo la abolición de la esclavitud, dependía de los raritos morales, de aquellas personas aisladas y ridiculizadas en su tiempo, pero que eran los que alzaban la voz contra las atrocidades. Lo que vengo a decir con ello es que el progreso, por lo general, depende de la voluntad de las personas que están dispuestas a ser aisladas y ridiculizadas por las opiniones que tienen. Yo tengo mucha fe en la próxima generación. Yo espero que no estén dispuestos a tolerar estos sistemas que son los responsables de tanta explotación y corrupción.
W. Manrique Sabogal. Hay dos temas que ha abordado en la penúltima respuesta que me Interesan: por un lado, el tema de la belleza, ¿qué es para usted la belleza en el sentido general? El otro punto es sobre las relaciones consentidas y ¿qué opina de juzgar los episodios o hechos del pasado con los ojos del presente?
Tess Gunty. Voy a responder a la primera pregunta. Recuerdo que leí un tratado filosófico sobre la belleza. Hay muchas cosas en las que estoy en desacuerdo con aquel argumento, pero definía la belleza como la verdad y como algo que produce, conmoción, incluso, terror. Mi idea de belleza combina esas dos definiciones: el asombro y el terror. Incluso, yo me planteo la belleza, no sé, quizá, podríamos decir como la encarnación completa de la persona, de la personalidad única de una persona; es decir, que cuando eres auténticamente tú, yo lo veo bello, como… bello, y una obra de arte, ¿no? Esto es lo que más me atrae en el arte, en las personas, los lugares. Cosas que no… lo que no hacen… es decir, que no se arrugan ante presiones externas, sino que son ellas mismas. Esto es lo que realmente me conmueve.
Y en cuanto a juzgar el pasado a la luz de los valores presentes: yo creo que no podemos desentrañar nada de su contexto; no se puede quitar, separar. Se pueden identificar elementos que estuvieron mal en aquel momento y que estaban normalizados, y está bien decir que estuvieron mal, porque a día de hoy tenemos una norma distinta, nos regimos por otra norma. Pero en cuanto al consentimiento en relaciones me parece muy difícil hacer una declaración de la nada, porque toda relación es un mundo, toda relación es un equilibrio de reacciones químicas entre dos personas con una dinámica de poder que cambia, que evoluciona. Es muy difícil diagnosticar desde fuera. Así que, obviamente, el consentimiento per se es como la base, es muy importante, pero toda otra valoración tiene que ser específica sobre esa relación que estás intentando evaluar. A lo mejor, bueno, en la universidad, pues, existen este tipo de relaciones entre profesores y alumnas o alumnos, y luego se casan, tienen hijos y eran relaciones saludables. Pero no te podría dar una declaración general, porque, realmente, depende de las personas y de la relación. Pero, en general, el contexto hay que tenerlo en cuenta siempre sobre eventos pasados, me refiero.
El mundo digital a lo mítico y profano
Tess Gunty, también, habló a otros medios de comunicación sobre la presencia en La conejera de internet y del lenguaje de las redes sociales:
“Me interesaba utilizar el lenguaje del entorno digital, porque me parece que revela mucho, que te abre los ojos a la subconsciencia colectiva. Descubres ahí la oscuridad del ser humano. Momentos sorprendentes de ternura, pero también te resumen un poco ese subconsciente. Cuando te liberas de la obligación de tener un cuerpo y una identidad, suceden cosas muy interesantes, en las decisiones que tomas; y cómo decides autorrepresentarte. Quería también apropiarme de objetos improbables de la vida moderna, como de la basura. Restos de la vida moderna, para ver si lo podía utilizar para perfilar algo bonito, algo trascendente, porque en entornos mundanos opresivos tanto si son digitales, psicológicos o geográficos, hay presión, y esa presión me parece muy útil en la ficción. Esa presión entre lo sagrado y lo profano, lo mundano y lo sagrado. Siempre estoy buscando ese tipo de espacio de trascendencia en mi obra. También me parece muy divertido. Y la ternura que se expresa en vías no exploradas, me conmociona en contraposición a los bots, la crueldad, los problemas, etcétera. También me parece que estamos en medio de un experimento social tremendo, que los historiadores del futuro identificarán como la encrucijada, como el punto de inflexión. Obviamente, hemos visto los efectos que tiene el entorno digital en nuestra política, en cómo nos planteamos la retórica pública, el discurso público. Me parece evidente que este tipo de interacciones digitales tiene consecuencias materiales muy fuertes en el mundo. Así que todo lo que pasa en internet lo podemos concebir como inmaterial, pero tiene consecuencias muy graves en el curso de la historia material, y eso es lo que me interesa.
En cuanto a los personajes masculinos del libro, supongo que hay socialización de la violencia en la masculinidad, me interesa cómo se socializa la masculinidad. Por lo menos, lo que yo he visto en mi región, porque es dañina para los hombres, les limita, les restringe las posibilidades. Esta limitación de su vocabulario emocional les corta las alas, y también tiene consecuencias, y eso siempre me ha interesado. Pero también es importante, independientemente del sexo de mis personajes, el que tengo que mostrar humanidad para con ellos. No me interesa condenar a nadie. Lo que me interesa es ver qué fuerzas los llevan a hacer lo que hacen”.
Sobre cómo la protagonista es objeto de deseo y de la belleza:
“Me interesaba mucho explorar este mito de que la belleza es la moneda más valiosa que puede tener una mujer joven, porque así nos crían. Este mensaje lo recibimos de las leyendas, de los allegados, de las interacciones sociales, de la publicidad: que la belleza es la moneda a la que debes aspirar porque te va a dar movilidad económica, te va a dar facilidad social, te va a dar afecto, deseo, amor, todo lo que un humano desea.
Y, a medida que fui creciendo, me di cuenta de que, como toda moneda, es una moneda que refuerza las dinámicas de poder existentes; reduce o minimiza el resto de valores que puede tener una mujer, pues minimiza su vida intelectual, su activismo, su curiosidad, su individualidad, su independencia. Lo que quería era desbancar este mito y darle a un personaje este tipo de atención, pero mostrar que esto podía ser dañino y peligroso para ella; es decir, que esta tensión no era para nada un pasaporte a la vida que ella anhela, la libertad que busca. Al revés: la tiene bastante confinada y la hace extremadamente vulnerable.
- La conejera. Tess Gunty. Traducción: Ce Santiago (Sexto Piso).
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