Un estudiante escribe sobre la Colombia que le gustaría ver el futuro en un mural de la FILBo 2019. /Fotografía de Diana M. Horta

Un mundo secuestrado por el miedo y el espejismo de lo ligero aflora en la FILBogotá

FOTOBITÁCORA / Lipovetsky, Piedad Bonnett, Pablo Montoya, Fernanda Trías, Matador, Nani y Marbel Sandoval son algunos de los autores cuyas obras alertan sobre las diferentes violencias que asedian al mundo contemporáneo

Entre intermitencias de amagues de lluvia y días soleados pasó su ecuador  la 32 Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo). De lunes a viernes los visitantes mayoritarios son los miles de estudiantes de Bogotá y sus alrededores. Entre ellos el resto de público pasa por los tornos que dan acceso al emblemático recinto de Corferias donde por estos días hay más de 170 autores de 24 países y unos 400 escritores colombianos.

Dentro se vive la fiesta, las estatuas humanas están cuidadosamente dispuestas para sorprender a los transeúntes, las ventas de comidas no dan abasto y el personal encargado de la logística corre de un lugar para otro para llegar hacia los lugares que le han sido asignados y facilitar el acceso a los eventos. Todo esto mientras por los altavoces se recuerda la programación prevista para cada día.

Entre los actos de esta semana destacan:

Amenazas al humor gráfico

De izquierda a derecha: los ilustradores y caricaturistas Bacteria, Adriana Mosquera Nani y Matador. /Fotografía WMagazín

La censura y la libertad de expresión abrieron la tarde del domingo 28 de abril, en el Gran Salón de Ecopetrol, con Adriana Nani Mosquera, autora de la tira cómica Magola, que se publica en el diario El Espectador, y Julio César González Matador, quien publica en el diario El Tiempo, se encontraron para conversar acerca de censura y libertad de expresión.

Cada uno desde su oficio, el humor gráfico, ha tenido que superar momentos difíciles cuando sus dibujos no agradan. Nani recordó que durante 2018 tras publicar una tira con la que pretendía rechazar la discriminación hacia los inmigrantes venezolanos en Colombia, alguien entendió todo lo contrario y la “entuteló”.

“Fueron seis largos y agobiantes meses”, dijo la humorista gráfica. Recordó que una de las razones que motivó la tira fue enterarse de que en Colombia se estaban utilizando los mismos argumentos falsos que años atrás se decían de los colombianos y demás inmigrantes que llegaban a España “que van a quitar el trabajo, que son delincuentes, etcétera; he visto muchas injusticias de este tipo”.

“Es absurdo que algo así pase en Colombia”, manifestó Matador, quien a consecuencia de su ácida crítica a la clase política y a las instituciones del Estado, fue amenazado de muerte y desde el año pasado anda con guardaespaldas. La mayoría de sus dardos están dirigidos al expresidente Álvaro Uribe Vélez, por lo que sus sectarios seguidores no encuentran nada gracioso en ellos. “Por supuesto que se siente miedo, pues lo que tu menos imaginas es que por tu trabajo puedas terminar muerto, pero como dice Vladdo –otro humorista gráfico, creador de Aleida- ‘en Colombia una bala no se le niega a nadie».

Otras experiencias recordadas por los dibujantes son las que afrontan cada día en las redes sociales; “aunque estas nos permiten tener una relación más directa y sin filtros con nuestros seguidores, cada vez más jóvenes, también no exponen a ataques con saña”.

Con respecto al futuro del oficio, dijeron que es más difícil encontrar espacios para publicar, y que su trabajo sea remunerado. Esto los ha obligado a renovarse, conquistar las nuevas tecnologías para encontrar otras fuentes de ingreso y poder vivir de su pasión: el humor gráfico.

Dolor, caída y resistencia en Piedad Bonnett y Fernanda Trías

Las escritoras Piedad Bonnett y Fernanda Trías en FILBo 2019. /Fotografía de WMagazín

El escritor barranquillero Giuseppe Caputo, le pide a las invitadas iniciar la charla con una breve lectura de apartados de las obras que presentan en FILBo, propuesta que aceptan sonrientes. La primera en hacerlo es la uruguaya Fernanda Trías (Montevideo, 1976), después la colombiana Piedad Bonnett (Amalfi, 1951).

Los fragmentos son el hilo conductor de este encuentro, pero no solo los que leen en sus libros, sino también los de la vida, el dolor, la muerte o el hogar que tejen a través de los personajes de sus obras. En La ciudad invencible (Demipage), Trías menciona que quería narrar a Buenos Aires, pero no como un hecho turístico, “una ciudad se conoce cuando se merodea, mi propósito era rondar la geografía de Buenos aires, pero también merodear el tema del dolor”. Se refiere a la caótica vida de la protagonista de la historia quien busca por todos los medios escapar de su acosador, sin abandonar la ciudad “quedarse en la ciudad es una forma de rebeldía y la primera decisión fundamental es no me voy, resisto”.

Por su parte, en Donde nadie me espere (Alfaguara), Bonnett narra la historia de un hombre de 30 años, cuyas decisiones y pérdidas lo van instalando en la monstruosidad, una que lo lleva hasta la indigencia. “La figura del indigente siempre me ha interesado porque pienso ¿en qué momento pasó? ¿qué lo empujo?”, afirma la escritora colombiana quien menciona también que resulta paradójico cómo estando en un estado de absoluto abandono, también puede experimentar una gran sensación de libertad, “él es su propia casa y su propio techo”.

Las dos escritoras señalan que sus obras también se desarrollan en contextos relevantes de la historia reciente de sus países. En La ciudad invencible, durante la segunda ratificación en Uruguay de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, conocida como Ley de Caducidad, que impide juzgar las violaciones a los derechos humanos cometidas por militares y policías durante la dictadura (1973-1985). A su vez, en Donde nadie me espere se acerca a los “falsos positivos” donde miles de militares colombianos fueron acusados de asesinar a víctimas inocentes para hacerlas pasar por guerrilleros y así obtener beneficios como permisos o descansos de fin de semana.

En todo ese contexto privado y público en el que transcurren las novelas, la casa se convierte en un lugar para rehacerse, ya sea yéndose de ella o buscando otro espacio para quedarse.

Lipovetsky y las nuevas dictaduras de las apariencias

Tecnología, cuerpo y consumo son la triada que conforman la civilización de lo ligero Ante el aforo completo del Auditorio José Asunción Silva, el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovestky (París, 1944), considerado uno de los intelectuales contemporáneos más destacados, utilizó en varias oportunidades el término “dictadura” y “tiranía”, pero no para referirse a esas formas de gobierno, sino para aproximarse a expresiones de la posmodernidad como la tiranía de la delgadez o la dictadura de las apariencias que imperan en la sociedad actual.

Según el filósofo, autor de El imperio de lo efímero y De la ligereza (Anagrama), “la sociedad en su conjunto se ve estructurada por la conformación de lo ligero, donde la ligereza se ha convertido en un imperativo tecnológico y cultural”.

Según Lipotevsty, “la nanotecnología, a través de los nanotubos de carbono, por ejemplo, abrió la posibilidad de producir objetos que han hecho más ligera nuestra vida: celulares, computadores, automóviles”. El filósofo destacó que el poder ya no está en lo pesado como por ejemplo castilllos, aceros, épicas batallas sino en lo liviano drones, videojuegos, ataques tecnológicos.

Hiperconsumo, individualismo y capitalismo son algunos de los elementos que también conforman a la sociedad posmoderna, hedonista, que desprecia lo pesado y promueve, incluso, una economía de lo ligero: el ocio, el turismo, el entretenimiento… Sin embargo, dijo “tal escenario está diseñado desde y para la publicidad, para el consumo, pero no para la vida, pues esta no ha entrado para nada en la lógica de la ligereza; por el contrario, entre más fluido es el orden del consumo más pesados se sienten los individuos (trancones, filas en supermercados, presión laboral, etc.)”, destacó el intelectual francés.

Los inicios de la fotografía erótica contados por Pablo Montoya

Los escritores colombianos Pablo Montoya (izquierda) y Juan Gabriel Vásquez. /Fotografía WMagazín

«En octubre de 1860, más de cuatro mil fotografías obscenas fueron confiscadas en el domicilio de Auguste Belloc por la Policía de París. De este decomiso sólo subsisten hoy veinticinco vistas estereoscópicas conservadas en el Infierno del Departamento de Estampas y de Fotografía de la Biblioteca Nacional de Francia. Esta novela imagina tales acontecimientos».

Eso dice el escritor colombiano Pablo Montoya sobre La sed del ojo (Alfaguara), una novela publicada en 2004 que ahora tiene una segunda vida en una edición que incluye las fotografías que se salvaron. Esto convierte al libro en una pieza que dialoga entre narrativa e imagen que dan sentido a su título.

Uno de los retos de la escritura de la novela, contó Montoya, es que «no debía caer en recreaciones de lo pornográfico. En ese facilismo uno se puede desbarrancar».

La presentación de la novela en la que Montoya charló con Juan Gabriel Vásquez sirve también para hablar de la literatura de Montoya y su concepción del arte de escribir. «Al comienzo pensaba que las novelas debían ser perfectas. Y eso me obsesionaba, pero luego descubrí que en al imperfección también hay belleza», reconoció el poeta y narrador colombiano.

Un país indolente y secuestrado por el miedo

Marbel Sandoval Ordóñez durante la firma de ‘Las Brisas’, en la FILBo. /Fotografía WMagazín

«Una manera de consignar el dolor que he visto». Así define Marbel Sandoval Ordóñez su novela Las Brisas (Punto de Vista) en un diálogo con su editor Alberto Vicente. La escritora y periodista colombiana cierra su ciclo Conjuro contra el olvido después de  En el brazo del río y Joaquina Centeno. Una trilogía que narra la violencia de Colombia contada y protagonizada aquí por las mujeres y su forma de padecerla porque, afirma a autora, «los hombres provocan la guerra y las mujeres la padecen».

Las Brisas tiene como personaje central a Rosa, una empleada doméstica que ha terminado viviendo en Bogotá tras los hechos violentos que rodearon su vida y la de su familia. «Rosa resume lo que padecemos la mayoría de colombianos. Un país donde siete de cada diez personas tienen que migrar y vivir situaciones parecidas».

Ante tantos hechos violentos que sufre la gente de a pie, Marbel Sandoval asegura: «los colombianos estamos incapacitados para conmovernos con el otro. Colombia es un país muy indolente. En Colombia la línea del vivir se ha transformado en la línea del morir».

Si las dos primeras novelas de Conjuro contra el olvido se inspiran en hechos reales, Las Brisas es una representación de lo vivido por buena parte del país. Una novela sobre la historia de tres generaciones de una familia emboscada por la muerte. Es la voz de Rosa que permite ver, sentir y escuchar la belleza de un país secuestrado por el miedo.

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Diana M. Horta

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