El escritor mexicano Yuri Herrera. /Cortesía Periférica

Yuri Herrera: “Es importante recordarnos que tenemos derecho a no opinar de todo»

El escritor mexicano sigue su gran exporación del lenguaje y el mundo en el volumen de cuentos 'Diez planetas'. Ciencia ficción con personajes en busca de horizontes intergalácticos cuyo principal viaje es al mundo interior del ser humano

Uno de los amores más antiguos de Yuri Herrera son los monstruos y los marcianos para quienes ha creado un universo propio: Diez planetas (Periférica). Un espacio en expansión de ciencia ficción y terror donde las personas huyen de un planeta destruido en pos de horizontes intergalácticos pero cuya principal aventura es un viaje hacia el interior de sí mismos y de la propia naturaleza humana. Un universo que Herrera ha poblado de humor, ironía y crítica con un aire filosófico que invita a la reflexión para hablar de la realidad y de la extrañeza y de que cada individuo es un planeta.

Yuri Herrera (Actopan, México, 1970) confirma en este libro su continua exploración del lenguaje y de este como descubridor, constructor y reordenador del mundo a través de la invención de historias en las que se refleja el lector y busca traspasar fronteras narrativas. “Los libros son objetos ergonómicos que se adaptan al cerebro de cada persona”, con esa premisa el escritor mexicano crea relatos a partir de la ciencia ficción con tono abstracto, algunos, realistas siempre al final.

Creador de varios cuentos pero prestigiado a nivel internacional por tres novelas: Trabajos del reino. Señales que precederán al fin del mundo y La transmigración de los cuerpos (todas en Periférica). El penúltimo gran reconocimiento a su literatura lo hizo el diario británico The Guardian al incluir Señales que precederán al fin del mundo como uno de los cien mejores libros del siglo XXI. Solo tres autores en español están en esa selección: Javier Marías con Los enamoramientos (Alfaguara) y Valeria Luiselli con Los niños perdidos (Sexto piso).

Para Yuri Herrera cada libro es como el primero. Y estos relatos de Diez planetas tuvo el siguiente origen, según sus propias palabras:

El escritor mexicano Yuri Herrera cuenta el origen de su libro 'Diez planetas'.

En un sillón blanco de un hotel madrileño, Yuri Herrera empieza a viajar por su mundo literario y empieza por uno no tan reconocible pero que aquí en Diez planetas se potencia: el humor.

«Creo que el humor estaba antes, pero de algún modo supeditado a otras cosas que sucedían en las novelas y aquí en algunos cuentos es parte de la premisa. El humor te permite tener una distancia crítica respecto a ciertos acontecimientos y temas y, al mismo tiempo, una distancia fluida y te permite apreciar las cosas con cierto gozo, con falta de solemnidad, eso es muy importante. A veces nos sentimos abrumados por la gravedad de las cosas y la velocidad a la que somos bombardeados por asuntos graves y está bien considerar la gravedad de los hechos, pero también creo que está bien, a veces, dar un paso atrás y ver cómo podemos relativizar la solemnidad con que los consideramos».

Una herramienta de doble filo que usa con mucho cuidado para no caer en la superficialidad, la banalidad o la trivialidad.  Su vida en Estados Unidos le ha servido para ver la vida a través del prisa del humor:

«Hay algo que he pensado ahora viviendo en Estados Unidos y es que los críticos más agudos de la vida política allá son una serie de comediantes de programas nocturnos de televisión. Me parece que ponen el dedo en la llaga de tal manera que los periodistas especializados en política evaden o no saben cómo tocar. Esta especie de juglares cumplen un papel muy importante pero al mismo tiempo en ocasiones me ha parecido que ha llegado el momento en el cual es una especie de refugio el humor y una especie de huida que lo que hace este tipo de comediantes es algo que yo no quería hacer: no quería simplemente burlarme de las cosas como quien pasa de todo o no le importa nada. Creo que hay un humor que tiene que ver con una manera de comprender, aprehender que no es cinismo, ni desapego, si no que tiene que ver con cierta paciencia y con el deseo de no caer en el pesimismo, en el derrotismo. No se trata de quitar gravedad a los asuntos que son graves, se trata de no ser dominado por la gravedad».

La voz de Yuri Herrera siempre en un tempo calmado y detenida varias veces cuando se extravía la palabra precisa… Y una vez encontrada a los dos segundos construye su relato como cuando relata el big bang de estos cuentos y da claves de su ADN literario y de este nuevo cosmos innovador del género:

«Hay una historia que escribí hace como ocho años; es la única que no pertenece al grupo de cuentos que hice en el mismo lapso: en los últimos dos años y paralelamente al libro El incendio de la mina El Bordo. Nunca he dejado de escribir cuentos. La manera en que empecé a escribir fue escribiendo cuentos; cuentos de terror, de ciencia ficción cuando ni siquiera sabía que se llamaban de terror o ciencia ficción, eran simplemente historias que me venían a la cabeza.

Cuando empecé a concebir esto como un proyecto sí tenía claro que unos personajes iban a aparecer en más de una ocasión, que iba a haber una cierta lógica temporal extraña entre un abandono de la tierra, una búsqueda en otros horizontes y lo que sucede una vez algunos personajes encuentran otros horizontes. Los escribí en los dos últimos años y, curiosamente, uno de los primeros es uno de los últimos en el libro. Esa fue una sugerencia que me hizo Julián Rodríguez (uno de los dos editores de Periférica fallecido en junio de 2019). Yo originalmente quería ponerlo para abrir el volumen y él me dijo que le gustaba más que estuviera al final y yo confío siempre en las opiniones de Paca y Julián porque los dos son muy respetuosos y siempre he tenido un excelente diálogo con ellos sin ninguna imposición.

Mientras preparaba el libro El incendio de la mina El Bordo para mí era importante seguir haciendo este tipo de literatura. Fue un libro muy importante por muchas razones. Era como una cuenta pendiente que tenía con una investigación que había hecho, era parte de mi relación con mi tierra donde nací, con la historia, con esa historia que conocía desde hacía muchos años; incluso con mi familia que ha estado relacionada con luchas sociales y, específicamente, con la lucha de esos mineros, pero al mismo tiempo estaba con estas ideas que me surgían.

Permanentemente estoy tomando notas y son notas, a veces palabras, a veces son imágenes, a veces son ideas que quiero llevar a un cierto extremo y que no sé cómo van a suceder».

Y estas llegaron ya para habitar un futuro su ciencia ficción que habla del presente, de lo más próximo a cada individuo:

«Con la ciencia ficción lo que hace mucha gente es poner de manera explícita algo que también sucede en los textos supuestamente realistas que es extrañarnos frente al mundo. La ciencia ficción lo hace de manera explícita, extrema o exagerada pero en los textos realistas, al menos como he tratado de hacerlo, es de tal manera que uno mira las cosas como si fueran cosas extrañas; es decir cómo entender la violencia y el odio y el amor en su singularidad, en su cualidad de evento. Y cuando me refiero a evento es como algo irrepetible que creo que es algo que está sucediendo todo el tiempo.

Yo insisto en que la literatura se trata menos de descubrir cosas nuevas que de mirar las cosas con las que nos cruzamos todos los días de una manera distinta y de nombrarla de una manera que arroje una luz distinta. Creo que es lo que hace siempre la literatura, y la ciencia ficción sencillamente lleva eso a un cierto extremo en el cual literalmente entendemos que la gente vive en planetas distintos».

Así es que mientras sus criaturas buscan esos horizontes intergalácticos, el verdadero viaje es hacia su propio interior, es allí donde está el verdero descubrimiento y el reto de una nueva conquista:

«Coincido con lo que dices. Aunque este sea un libro en el cual aparentemente las tramas y los personajes se están alejando a grandes velocidades y yendo a lugares lejanísimos eso es una manera de expresar algo que está sucediendo por dentro; es decir, es un acto poético. Mucho más claro en ese sentido que los textos entre comillas realistas».

Mundos en expansión donde hay elementos clave del planeta Yuri Herrera: la soledad, las ausencias, las búsquedas, la frontera y el binomio finito-infinito…

«Hay distintas soledades en el libro. Son cosas que pienso conforme me preguntas. Está la soledad de alguien en la multitud, de alguien que no es visto; la soledad de quien  no quiere ver a nadie; también la soledad de quien está en un lugar que no entiende o que tal vez no quiero o no puede entender. Esa es para mí la experiencia estadounidense que se ve en El terrícola, de algún modo. Pero también hay otro tipo de soledad que se expresa no en las tramas o en los dramas de los personajes sino que se expresan en el lenguaje. Es decir, esta vocación de buscar un lenguaje propio, esta vocación por hacer un lenguaje que, a veces, puede rozar lo ininteligible para mí tiene que ver con el problema y con la virtud de estar solo. Cuando estás solo estás creado tu propio entendimiento del mundo».

En este viaje por Diez planetas hay ecos literarios de grandes autores y personajes de ficción desde El Quijote hasta Kafka y Patricia Higtsmith, como en el cuento La advertencia que ilustra parte del presente:

«Son varias cosas y minihomenajes crípticos, por ejemplo, a Patricia Highsmith y otros que han sido importantes para mí. Juego con esa idea inocente o cándida o irresponsable con la cual hemos entregado nuestra individualidad a entidades abstractas y poniendo en términos todas las cosas que se pueden hacer. Insisto en que los libros son objetos ergonómicos que se adaptan al cerebro de cada persona. De algún modo quería utilizar ese modelo engañoso de las advertencias que nos aparecen en internet o Spotify para subrayar las distintas cosas poéticamente que puede hacer un libro o que tú puedes hacer con un libro».

Y aquí Yuri Herrera entra en un tema muy suyo como es la exploración del lenguaje que usa no solo para contar algo, sino para nombrar o reordenar el mundo o avistarlo en sus nuevos tiempos justo ahora que el lenguaje es una pieza esencial en el ciberespacio:

«Por un lado las redes son un escenario privilegiado para ver cómo cambia la lengua en términos de introducción de léxico y expresiones. Y no solo ese léxico asociado a la cotidianidad sino también asociado a la velocidad a la que nos comunicamos. Vemos en tiempo real el cambio del lenguaje. Y cómo personas de un país usan términos de otros. Esto nos ha servido para conocer otras formas del lenguaje y otras sensibilidades.

Otra cosa que puede estar sucediendo tiene que ver con la falta de paciencia con el lenguaje para conocer una cierta presión implícita y frecuentemente explícita sobre las cosas de las que tienes que hablar. Es importante recordarnos que tenemos derecho a no opinar de todo, que tenemos derecho a tomarnos el tiempo de leer un libro 100, 200 o 500 páginas, o una nota periodística de tres mil palabras y que no es obligatorio formarnos nuestra opinión del mundo a partir de estos relámpagos verbales. No descalifico eso, pero esta serie de relámpagos verbales con los que nos bombardean en las redes sí crean una imagen del mundo que puede ser útil, pero el problema es cuando se cree que esa es la única manera con la cual nos podemos informar y comunicar a partir de estas informaciones en 280 caracteres. Esa parte sí tiende hacia la homogenización de las opiniones, del lenguaje y la sensibilidad».

Con todo eso, Yuri Herrera ha creado historias que hablan, según su editorial, de «un terrícola exiliado en un improbable rincón de la galaxia hace un descubrimiento que le obliga a replantearse sus categorías de especie; una casa se rebela contra la manía de infelicidad de la familia que la habita; una exigua bacteria cobra conciencia en un colon humano por el azaroso efecto de una droga lisérgica; un cosmonauta desentraña un mapa nítido del mundo a través de las casi imperceptibles señales de una nariz…».

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Winston Manrique Sabogal

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