Priamo ruega a Aquiles que le devuelva el cadáver de su hijo Héctor. /Cuadro de Ivanov

Hebras de paz para conjurar el dolor de los conflictos con testimonios y libros

El proyecto de Juan Gutiérrez llega a la Feria del Libro de Madrid con voces abuelos y nietos. Desde Iliada, la literatura ha recogido estos gestos que se abren paso por la paz

Abuelas y abuelos llegaron en compañía de sus nietos para conjurar el olvido de la memoria y hacer brillar los pequeños gestos de paz frente a los del dolor de los conflictos. Lo hicieron en la 76ª Feria del Libro de Madrid al compartir las historias de su vida en la Guerra Civil española o en la posguerra, incluso de la Segunda Guerra Mundial. Historias que mostraron una luz de humanidad más allá del bando en el que se encontraba cada uno, historias con hebras de paz viva.

«Son actos insumisos de la gente que ayuda a los demás. La paz es débil. Todos queremos la paz, pero queremos otras cosas más que a la paz, cosas que están por encima de ella y eso nos enfrenta. Por eso nos armamos para imponer nuestra voluntad», lamentó Juan Gutiérrez, investigador y asesor de paz, quien en 2011 puso en marcha el proyecto Hebras de paz viva.  Este hombre, que lleva más de media vida estudiando el conflicto en España, Colombia, Alemania, Italia y la antigua Yugoslavia, también tiene su propia hebra, una que salió a la luz 48 años más tarde: A su padre le salvó la vida un taxista republicano que avisó para que no lo torturaran. «Nunca lo había contado, pero ya es hora de que se sepa», confesó Gutiérrez, quien durante varios años fue el director del Centro de paz Gernika Gogoratuz («recordando Gernika») y asesor de la Asociación 11-M Afectados por Terrorismo, entre 2004 y 2011. Es el coordinador  en Medialab-Prado del proyecto de Memoria y Paz y es presidente de la Asociación de ámbito internacional Hebras de Paz Viva

“Ahora que puedo, interrogo exhaustivamente a mi madre sobre el pasado. Van quedando muy pocos de su generación, y pronto no habrá nadie a quien preguntar sobre aquellas vidas anónimas y humildes, y a punto ya de extinguirse del todo en la memoria colectiva. Me gusta mucho conversar con mi madre, escucharla. Da gusto oírla hablar. Habla de un modo natural y sencillo, con la viveza y el vigor del antiguo lenguaje oral, el que ella oyó de niña, y que sería más o menos el mismo que aprendieron su madre y su abuela de otras generaciones anteriores. Hablo mucho con ella, y sin embargo apenas sé nada de su infancia y de su juventud. Le pregunto y le pregunto, un año tras otro, pero ella no me cuenta. No porque no se acuerde o no quiera contarlo, sino porque su vida no le parece interesante”. Con este fragmento de la novela El balcón en invierno (Tusquets, 2014) de Luis Landero, leído por Silvia Bueno, alumna del IES Manuel de Falla, empezó  la “Lectura de relatos Hebras de Paz” que llegó a la feria del libro madrileña. Allí varios estudiantes de instituto, en compañía de sus abuelos y abuelas, compartieron las vivencias de ellos durante aquellos años negros y grises de España.

Contaron episodios en los que alguien de ideología distinta a la de ellos o en facciones diferentes les salvaron la vida o ayudaron en diversas circunstancias. Gestos en los cuales la bondad humana se antepuso a la barbarie o sinrazón. Esos actos de apoyo entre las personas es a lo que este proyecto ha bautizado Hebras de paz viva, fibras que actúan como puentes de vida en un tejido que parece rasgado por la violencia. ¿Y qué pretende este proyecto?, hacer públicas las acciones y gestos de bondad entre seres humanos e ir introduciéndolas en la memoria colectiva de las sociedades.

Juan Gutiérrez, a la derecha, escucha los testimonios de una abuela y su nieta. /Fotografía de WMagazín

Hebras de paz que han quedado recogidas en la literatura. En la Iliada, de Homero, está, probablemente la primera hebra en aparecer en la literatura: Príamo ruega a Aquiles que le entregue el cadáver lacerado de su hijo Héctor, Aquiles, vencido por las súplicas, recibe el precio de la redención y le devuelve el cuerpo de su hijo. Así es, desde Troya hasta la actualidad encontramos una profunda relación entre la literatura y la paz, la literatura y la reconciliación, la literatura y los insondables actos de humanidad. Soldados de Salamina (Tusquets, 2001), de Javier Cercas, y La voz dormida (Alfaguara, 2002), de Dulce Chacón, son apenas dos ejemplos contemporáneos que recogen hebras como las de los abuelos de estos jóvenes. En el libro de Cercas, en el último minuto un miliciano anónimo le perdona la vida a Sánchez Mazas, en un acto insumiso, que denota humanidad. Y David Malouf recrea el mítico pasaje de Aquiles y Priamo en la novela Rescate (Libros del Asteroide).

“Estos actos no son visibles. En nuestra historia solo son recordados los actos de dolor, de pérdida, de sufrimiento. Buscamos hebras para llegar a una paz viva, una paz que ya existe y que debemos empezar a movilizar”, afirmó Juan Gutiérrez.

Motivados por sus maestros, estos alumnos se han sentado con sus abuelos y abuelas, durante días y horas, para preguntarles sobre sus vidas, sus batallas, sus vivencias, al mejor estilo del periodista investigador de Soldados de Salamina. “Doloroso e iluminador” llamó a este proceso el profesor de filosofía Juan Cordero, unos de los precursores del proyecto. Estos abuelos tuvieron que vivir en carne propia la Guerra Civil y la posguerra, por lo que sus recuerdos arrancaban lágrimas de dolor, pero a pesar de todo en sus relatos también brotaron historias de amor y humanidad, “como también las hay, incluso, en campos de concentración o en el gueto de Varsovia”, afirma Guillermo García, otro de los profesores que lidera el proyecto. Hasta ahora se han recogido más de 300 relatos en cinco institutos.

Para Gutiérrez algunos de los libros que recogen hebras de paz son Buena gente en tiempos del mal (Kailas, 2006), de la doctora Svetlana Broz, que por medio de unas 100 entrevistas, personas de países balcánicos recuerdan la ayuda que se prestaron entre, supuestamente, enemigos irreconciliables. La séptima Cruz (RBA, 2017), de la escritora alemana Anna Seguers, narra la historia de un hombre que consigue salvarse, luego de fugarse de un campo de concentración junto a otros seis hombres, que no corrieron con la misma suerte. Así mismo,  también reflejan hebras vivas de paz, los libros Frente al límite (siglo XXI, 2004), de Tzvetan Todorov, y El olvido que seremos (Seix Barral, 2010), del colombiano Héctor Abad Faciolince.

Alegres de tener una historia de bondad humana dentro de su familia, varios alumnos de los institutos Manuel de Falla, Gustavo Adolfo Bécquer e Isaac Albéniz se reunieron este domingo 4 de junio para compartir sus hebras de paz. El abuelo de Esther Moreno revisaba la casa de una familia en busca de republicanos, en la buhardilla, donde guardaban el grano, encontró, bajo una manta, un anciano asustado. El abuelo de esta alumna le hizo al anciano la señal de guardar silencio y salió de allí diciéndole a sus compañeros que arriba no había nada. Por su parte, su abuela, Mari Carmen, compartió la historia de su padre, un hombre del bando nacionalista, que una noche ofreció su manta a un hombre republicano, con quien hasta el día de hoy guardan una profunda amistad. Al bisabuelo de otro de los alumnos un empujón lo separó del grupo de hombres que iba directo a la pared de fusilamiento, y la abuela de otra alumna pudo contar la historia a sus nietos gracias a que una vecina, por unos instantes, dejó a un lado sus ideales políticos y prefirió protegerla. Y así, hay cientos de anécdotas, que ocurren tanto en actos bélicos como cualquier día en un vagón de metro, Hebras de paz viva se esfuerza por mostrarlas y compartirlas.

*Imagen de portada: Priamo suplica a Aquiles que le devuelva el cadáver de su hijo Héctor (1824), Ivanov.

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