Poema original de ‘La niña muerta’.

‘Historias’ inéditas del Juan Ramón Jiménez más emotivo y para todos los públicos

Un nuevo libro del poeta español con 27 inéditos de su época de Moguer y 'Platero y yo', entre 1905 y 1912. Es el JRJ más sencillo, natural, intenso, puro y luminoso

Juan Ramón Jiménez (Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958) representa uno de los máximos exponentes del artista consagrado a la creación literaria. Se dedicó toda su vida con un fervor y entusiasmo admirables a sus ideales de Verdad y Belleza en la aristocracia más alta y noble junto a la Bondad a la que pueden aspirar la vida y el arte. Anhelando la perfección y la pureza en el verso y en su afán constante por revisar permanentemente sus poemas y dejar sus libros publicados, su obra lo sobrepasó y, al final de sus días, la enfermedad y la ausencia de Zenobia hicieron que muchos proyectos ordenados en la Sala Zenobia-JRJ de la Universidad de Puerto Rico quedaran inéditos. Historias es uno de ellos (editado ahora por la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia, con la colaboración de la Fundación Sabadell).

Historias es un libro de poemas que JRJ escribió en Moguer entre los años 1909 y 1912 y que revisó en Madrid en la década siguiente. El proyecto del libro se conserva en Puerto Rico, donde el poeta hizo las últimas correcciones que se guardan en las carpetas de los libros inéditos. Los años de escritura de Historias coinciden con los años de creación de Platero y yo (1906 -1912) y otros muchos libros que nacieron durante la intensa etapa literaria que el escritor vivió en Moguer desde 1905 a 1912 y que configuraron las raíces más sólidas para las alas de su poesía posterior. Historias y Platero y yo destacan por su intensidad, emoción y pureza. El espíritu del poeta se abre a la realidad de su entorno y el sentimiento aflora en textos de gran sensibilidad y hondura. A su amigo Juan Guerrero Ruiz le confesó que la época que va «desde estos libros hasta el Diario» era su preferida por ser «cantora, sencilla pero completa, de verdadera poesía natural, directa» y siempre quiso volver después a la espontaneidad, frescura y naturalidad de la palabra pura y cristalina de esos primeros tiempos. Por ello JRJ comparó su trayectoria con la de Góngora:

«Bien visto, mi caso es bastante parecido al de Góngora; hay primero una época de comienzo que nunca puede ser lo mejor; luego otra de plenitud –esto me recuerda mis discusiones con Alfonso Reyes, pues yo siempre le he dicho que lo mejor de Góngora son sus sonetos y sus hermosas canciones, no las Soledades– y, finalmente, una época de barroquismo y oscuridad […]. ¡Me encuentro tan a gusto en esa época mía […] hasta los Sonetos espirituales y el Diario«.

Historias lleva implícito, como Platero y yo, toda la fuerza y proyección que para su creación tuvo su pueblo natal, toda la luz con todo su tiempo dentro que se reflejó en su obra hasta Espacio, el Juan Ramón puro de los niños, el poeta elegíaco, el escritor que observa con hondura la realidad y se conmueve ante los desfavorecidos, en un momento de su escritura en el que se aleja ya del romanticismo excesivo de sus comienzos y ofrece un mayor dominio del lenguaje expresivo con influencia del simbolismo francés, en un cultivo constante de la palabra exacta y el verso depurado hacia la modernidad española y universal de Diario de un poeta recién casado.

Aunque algunos de los poemas de Historias fueron publicados por el poeta en sus antologías, nunca se ha reconstruido el poemario completo. Es la primera vez que ven la luz los 61 textos que configuran hasta el día de hoy el libro Historias. De ellos, 27 son inéditos. Nuestra misión ha sido la de recopilar todos los poemas de la obra que hasta el momento se han encontrado, fijar la versión última que JRJ dejó en Puerto Rico, ordenar los inéditos, organizar los textos repartidos en las distintas carpetas de Historias y cotejar los poemas manuscritos y mecanografiados con las versiones publicadas en los distintos libros en los que se incluyeron textos de Historias.

Se conserva todo el material de la obra, los textos, la portada y portadillas, la dedicatoria y las indicaciones de la división del libro en cuatro partes: «Historias para niños sin corazón», «Otras marinas de ensueño», «La niña muerta» y «El tren lejano», donde encontramos al poeta de los niños, pero también al de las marinas de su infancia y adolescencia, al que se enfrenta a la muerte con todo su desgarro y al escritor viajero que apela intensamente a los sentidos en un permanente ensueño elegíaco. Los textos de Historias nos muestran a un Juan Ramón observador de la realidad y sensible al sufrimiento de los demás. Encontramos al poeta de Platero y yo que canta el dolor que lo rodea esta vez en verso. La vida, la realidad se fueron imponiendo con más fuerza y lucidez a sus divagaciones melancólicas de los primeros años y sus escritos se tornan más humanos, comprometidos y conscientes de lo que atañe al hombre y, por tanto, al poeta. Platero y yo es el paradigma de esta etapa, como luego lo será Diario de un poeta recién casado de la nueva poesía.

Todos recordamos entrañables poemas como La niña cojita (¡Espera, / voy a cojer la muleta!), La carbonerilla quemada (yo te yamaba, y tú nunca benía) o El niño pobre (¡Ea, /yo parezco un niño rico!), poemas inolvidables de un escritor sensible y fraterno, cercano y receptivo a los niños. El libro donde están recogidas todas estas memorables historias, entrañables cuadros plenos de emoción y ternura, es Historias. Es un canto a la vida desde la conciencia de su verso. Esos textos forman parte de la primera sección del libro, donde también se encuentra el uso exclusivo para promoción del poema La verdecilla: «Verde es la niña. tiene / verdes ojos, pelo verde», anticipo quizá del romance lorquiano.

Las elegíacas y evocadoras «marinas» de la segunda parte del libro surgen de su recuerdo del mar, bien de las evocaciones de sus vivencias de colegial en El Puerto de Santa María en el colegio de los jesuitas San Luis Gonzaga, bien de su estancia en otoño de 1901 en Arcachon, rincón plácido del sur francés que visitó con su psiquiatra el doctor Lalanne, lugar melancólico e idóneo para recrear sus tristezas en verso. Esta parte de las marinas constituye una intensa «elejía andaluza» que condensa con sensualidad y melancolía los olores y colores del mar, de la playa y del puerto. «Es una primavera marina la memoria», escribe en un poema inédito de Historias. La definición que da el poeta para una de las marinas puede servir para todas: «líricas, subjetivas y sentimentales». El mar, su poder evocador y algunas imágenes serán, junto al tratamiento cromático, un precedente de su obra de madurez Diario de un poeta recien casado. Ya había escrito algunas «marinas» anteriormente, por eso habla en Historias de «otras marinas de ensueño».

Los poemas de la tercera parte del libro, La niña muerta, están dedicados a su sobrina María Pepa Hernández-Pinzón Jiménez, que murió de meningitis el 25 de septiembre de 1911 a los dos años de edad y, también, a su hermana Victoria, la madre de la niña. El impacto de su pérdida fue tal que le dedicó estos textos en verso y también otros en prosa publicados en distintos libros (Platero y yo, Edad de Oro, Vida y muerte de Mamá Pura y Vida). Muestran una sutil delicadeza y una honda reflexión ante la muerte, en especial, a tan temprana edad. Son los niños los que conmueven profundamente al poeta en Historias y su muerte y su sufrimiento es lo que, como declaró en una ocasión, lo alejan de dios («dios está bañándose en su azul de luceros», escribió en La carbonerilla quemada). En uno de los poemas dirigidos a María Pepa evoca su despedida de la niña:

Yo la tuve cojida por la mano,
mucho tiempo después de haberse muerto,
por si podía (yo)
ayudarla a pasar por el misterio.

La última parte de Historias, más breve, se titula El tren lejano y en ella aparece el poeta viajero que siempre fue, que se deleita en soledad ante el camino («uno, en lo oscuro ya, se halla consigo mismo», escribe en otro poema inédito de esta parte de Historias). Su vida la definió como «salto, revolución, naufragio permanente», pero su viaje, su verdadero viaje, fue siempre y principalmente interior («la que viaja es mi alma»; «no corras, ve despacio, que adonde tienes que ir es a ti mismo»). La melancolía protagoniza sus versos y las descripciones inundan los sentidos. Los versos son largos, cuartetos alejandrinos, como los de la segunda parte, con la que se relaciona también en el carácter elegíaco; lo interior y lo exterior se funden en un único plano de gran expresividad evocadora y cromática.

Las fuentes manejadas para la reconstrucción de Historias son el material de la Sala Zenobia-JRJ de Puerto Rico, el del Archivon Nacional de Madrid, los fondos familiares, los de Moguer y los textos publicados en vida del poeta.

Juan Ramón Jiménez, Nobel de Literatrua 1956, rodeado de niños en una de sus últimas fotografías. / Imagen del libro ‘Historias’

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