Carta abierta a Europa: detener la guerra contra la naturaleza porque lleva implícito el fin del ser humano
El poeta inglés fue el invitado en 2023 por el Festival Días de poesía y vino, de Eslovenia, para dirigirse a los europeos. Alerta sobre la incapacidad humana de vivir en armonía con el planeta, provocar la sexta extinción y de crear amenazas: "Nuestro ataque a la naturaleza a veces parece análogo a un deseo de muerte". Lee su carta completa en WMagazín
Presentación WMagazín Este 2023, el Festival Días de poesía y vino, (21-26 de agosto) celebrado en Ptuj, Eslovenia, ha designado para que dirija su tradicional Carta Abierta a Europa al poeta inglés David Harsent (1942). El proyecto invita al escritor a dirigirse a Europa y señalar los problemas que considere más urgentes. David Harsent dirige su misiva a los líderes políticos de Europa y del mundo, a quienes pide medidas rápidas que detenga las acciones contra la naturaleza y así salvarnos a nosotros mismos como especie. Como en ediciones anteriores, WMagazín es uno de los medios de comunicación seleccionados por el Festival para publicar esta Carta.
Las ideas de Harsent se pueden resumir en tres pasajes:
“James Lovelock propuso la hipótesis de Gaia: que el planeta que habitamos, y las criaturas con que lo compartimos, forman un sistema interdependiente, armónico y benigno. La aparente negativa de la especie humana a admitir esta armonía, o ser parte de ella, parece provenir de la noción de que el planeta debe servir a nuestras necesidades, de que puede ser explotado cómo y cuándo queramos”.
“El declive de las especies daña el ecosistema de manera irrevocable. Esto incluye a los insectos. Si los polinizadores mueren, morimos nosotros. Estas amenazas son creadas por el hombre. Nos hemos puesto a nosotros mismos entre las especies en peligro. Nuestro ataque a la naturaleza a veces parece análogo a un deseo de muerte”.
“Se dice que vamos ya por la mitad del camino de la Sexta Extinción Masiva; es innegable que esto es causado en su totalidad por la actividad humana; poco o nada se está haciendo para frenar o impedir su avance. ¿Por qué?”.
Este programa de Carta abierta a Europa lo empezó en 2017 el festival Jornadas de Poesía y Vino. «Desde entonces, el director de arte del festival, con su equipo, selecciona cada año a un poeta o pensador destacado y le da la oportunidad de dirigirse a Europa y destacar los problemas que considera más apremiantes. El objetivo es devolver al discurso público el lenguaje del arte, pensado, preciso y riguroso», señala el Festival.
La primera Carta abierta a Europa fue escrita por el autor flamenco Stefan Hertmans, la segunda en 2018 por la poeta sueca de ascendencia iraní Athena Farrokhzad, en 2019 por el cosmopolita alemán y escritor de ascendencia búlgara Ilija Trojanow, en 2020 por uno de los autores húngaros más populares. Krisztina Tóth y, en 2021, uno de los nombres más destacados de la poesía alemana, Durs Grűnbein. En 2022 lo escribió el poeta y activista gallego Chus Pato, en 2023 lo escribió el poeta inglés David Harsent.
Todas las Cartas Abiertas a Europa están traducidas a varios idiomas y publicadas en www.stihoteka.com y como publicación separada. Se entregan a todos los miembros del Parlamento Europeo, el Consejo de Europa y la Comisión Europea. Además, son publicadas en los principales medios nacionales e internacionales, como el Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania), Oslobodenje (Bosnia y Herzegovina), la WMagazín (España), la London Review of Books (Reino Unido), Knack (Bélgica), Biblioteka Analiz (Polonia), Hungría Literatura Online (Hungría), Express (Croacia), Delo (Eslovenia), Večer (Eslovenia), STA (Eslovenia)…, y por tanto tienen un peso importante en toda Europa.
2022: La poeta española Chus Pato, puedes leer su carta AQUÍ.
2019: El poeta búlgaro Ilija Trojanow, puedes leer su carta AQUÍ.
2017: El poeta belga Stefan Hertmans, puedes leer su carta AQUÍ.
Ahora, te invitamos a leer esta Carta abierta a Europa del poeta David Harsent, profesor emérito de la Universidad de Roehampton:
Carta abierta a Europa 2023
Por David Harsent
Nací en 1942, el peor año de la guerra. El lugar donde nací era un pueblo en Devonshire. Me contaban historias del bombardeo de los puertos de Devon, y de cómo los aviones de combate que acompañaban a los bombarderos acribillaban objetivos civiles al azar. Uno de esos objetivos fue el pequeño hospital rural en el que yo había nacido el día anterior. Mi madre y las otras mujeres se refugiaron debajo de sus camas, cada una con su bebé recién nacido.
Mis primeros recuerdos fueron, en parte, de la guerra, historias de la guerra y evidencia de la guerra. Me contaban del padre de mi madre, expuesto a un ataque de gas durante la Gran Guerra; sobrevivió, pero murió joven como resultado. Mi padre fue gravemente herido durante la Segunda Guerra Mundial, y nunca se recuperó del todo de sus lesiones. Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que su trabajo diario durante el tiempo de guerra era matar y correr el riesgo de que lo mataran; que su emoción predominante habría sido el miedo. Todos los días durante el transcurso de su guerra: miedo. Todos los días, el cara o cruz de una moneda celestial. Al ir creciendo, era a medias consciente de la larga lista de guerras que siguieron de manera más o menos continua a la Segunda Guerra Mundial. Como mucha gente de mi generación, salí a las calles a protestar contra la guerra en Vietnam. Ahora, como entonces, tengo en mente las líneas de Robert Lowell de “Al despertar temprano el domingo por la mañana”: … paz a nuestros hijos al caer/ en una pequeña guerra que pisa los talones de una pequeña/guerra …
Mi obra, si bien no tiene en la guerra su tema principal, ha acarreado a menudo la sombra de la guerra. En 2005 publiqué Legion (“Legión”). La secuencia que le da título al libro consistía en voces de diversas zonas de guerra. La serie creció y se desarrolló, me parece, a partir de ritmos e imágenes en las versiones al inglés que había hecho de poemas escritos por Goran Simić, cuando él y su familia estaban bajo el sitio de Sarajevo. Después de leer Legion, Seamus Heaney me preguntó: “¿Dónde encontraste todas esas voces?”. Se refería a la variedad de los poemas: a que algunos tomaban su narrativa e imágenes de la Gran Guerra, algunos de la Segunda Guerra Mundial, otros, sin duda, de la guerra de los Balcanes, mientras que otros eran recuentos de las brutalidades en passant de la guerra: historias particulares contadas por voces particulares. Recientemente publiqué mis versiones al inglés de los poemas que Yiannis Ritsos escribió cuando estuvo internado en campos de prisioneros y bajo arresto domiciliario en la época de la junta militar en Grecia, durante la década de 1960 y principios de los años setenta. Se me ocurre que, en todas las cosas, resulta difícil esquivar la noción de conflicto; se me ocurre que sentir esto podría ser una tendencia humana ineludible.
Que la guerra, y la sombra de la guerra, parezcan seguir el rastro de mi obra no es para mí ninguna sorpresa; la poesía es la forma en que interpreto el mundo. Sin embargo, los cuatro poemas largos que conforman, por así decirlo, la columna vertebral de mi colección Fire Songs (Cantos de fuego), ofrecen recuentos distintos, aunque relacionados, de una guerra más aterradora y más destructiva que el conflicto armado. El primer Canto de Fuego hace referencia a Anne Askew, una mártir protestante quemada en la hoguera por herejía. En mi versión de su martirio, la voz de Anne es profética. En un encuentro en sueños con Anne, el narrador del poema está muy cerca mientras es devorada por las llamas, y dice:
… lo único que a través del horno puede hacerme llegar, inclinado
sobre ella, es sí, será fuego, será fuego, será fuego …
La profecía de Anne Askew habla de una guerra en la que todos somos combatientes, en la que no hay línea de frente, y de la que no parece haber retirada. Es la guerra contra la naturaleza.
***
Esa guerra lleva en marcha un tiempo muy largo. El 14 de agosto de 1912, un periódico en Nueva Zelanda publicó un artículo en el que se advertía sobre el efecto de la quema de carbón en el clima de la Tierra. Esta advertencia fue ignorada. El libro Primavera silenciosa, de Rachel Carson, fue publicado alrededor de cincuenta años después. Su tema era el uso imprudente de pesticidas y su efecto sobre la vida de los pájaros: el título habla por sí solo. De nuevo, ignorado. Unos veinte años después, asistí a una serie de congresos que se centraban en los puntos de quiebre que nos llevarían a una circunstancia en la que el calentamiento global se habría vuelto crítico. Estos, también, fueron ignorados. Y ahora hemos llegado a ese momento. El mundo natural, la vida en el planeta Tierra, aún bajo ataque, está peligrosamente cerca de ser insostenible. No podríamos haber llegado a esta crisis en la naturaleza, y seguirla ignorando, si no hubiéramos perdido el contacto con la naturaleza, con las criaturas de la Tierra, con la Tierra misma.
James Lovelock propuso la hipótesis de Gaia: que el planeta que habitamos, y las criaturas con que lo compartimos, forman un sistema interdependiente, armónico y benigno. La aparente negativa de la especie humana a admitir esta armonía, o ser parte de ella, parece provenir de la noción de que el planeta debe servir a nuestras necesidades, de que puede ser explotado cómo y cuándo queramos. No nos maravillamos, como deberíamos, ante los sutiles misterios del mundo natural.
Me atrae la imagen de pájaros en vuelo. Me atraen en particular las aves rapaces. Escribí un poema –Bowland Beth (“Beth de Bowland”)– sobre una hembra de aguilucho pálido (una especie protegida), a la que se le dio caza ilegalmente en un brezal de urogallos rojos. El negocio de gama alta de matar por placer al urogallo espoleado no tolerará depredadores naturales: más evidencia del daño en nuestra relación con la naturaleza. Me atrae la liebre, el mito y la leyenda de la liebre como un ser metamórfico, como el espíritu familiar de la bruja, su historia cultural, la criatura viva como encarnación de esos misterios. Escribí una serie de poemas –Lepus– que identificaba a la liebre como una figura tramposa y que, en un poema titulado The hare as bad omen (“La liebre como mal augurio”), predice un futuro aciago si se continúa ignorando la evidencia de la hecatombe ambiental. La liebre habla de:
... estas cosas que, sin importar
tus campanas y tus velas, sin importar tus medias
tintas, tus pasitos hacia atrás, vendrán, vendrán, vendrán.
Sólo ahora me doy cuenta de que el último verso, escrito doce años antes, lleva el mismo impulso rítmico de la profecía de Anne Askew.
La persecución de los aguiluchos pálidos ha puesto a esta ave entre nuestras especies más amenazadas. La destrucción del hábitat ha ocasionado la severa disminución de la población de la liebre común; y no obstante, la caza ilegal de liebres con sabuesos continúa. Para mí, la amenaza a estas criaturas en particular es especialmente emblemática, pero la lista de criaturas al borde de la extinción es larga. El declive de las especies daña el ecosistema de manera irrevocable. Esto incluye a los insectos. Si los polinizadores mueren, morimos nosotros. Estas amenazas son creadas por el hombre. Nos hemos puesto a nosotros mismos entre las especies en peligro. Nuestro ataque a la naturaleza a veces parece análogo a un deseo de muerte.
Hace varias décadas, las compañías de combustibles fósiles llevaron a cabo sus propias evaluaciones del efecto ambiental del dióxido de carbono en la atmósfera. Sus científicos llegaron a la conclusión de que la quema de combustibles fósiles “provocará dramáticos efectos ambientales”, y añadieron que el problema potencial es “inmenso y urgente”. Sus opiniones fueron acalladas por las compañías a las que representaban. Los científicos de la Tierra han dejado claro durante años lo que sucedería si continuaba la guerra contra la naturaleza. Se dice que vamos ya a la mitad del camino de la Sexta Extinción Masiva; es innegable que esto es causado en su totalidad por la actividad humana; poco o nada se está haciendo para frenar o impedir su avance. ¿Por qué?
La aparente indiferencia ante la extinción holocena, ¿significa de hecho que la humanidad admite que es demasiado tarde? ¿Que la forma en que funciona el mundo ya no puede modificarse, aunque sí que sabemos cómo podríamos hacerlo o, al menos, empezar a hacerlo? ¿Qué la gente seguirá llevando una vida cuyas pautas son fijas e inalterables? Que mientras las últimas criaturas, peces, insectos, desaparecen de la Tierra, continuaremos viendo la televisión, vitoreando a nuestros equipos de fútbol, subiéndonos a aviones, oyendo música, yendo de compras, celebrando el nacimiento de nuestros hijos … ¿Seguirán las plantas de producción haciendo automóviles, refrigeradores, unidades de aire acondicionado, hasta agotar la última chispa de energía? ¿Avanzarán los madereros hasta el último bastión de árboles de la selva tropical? ¿Seguirán las granjas industriales engordando a su ganado, y los mataderos seguirán matando?
Al escribirle una carta a Europa –y me considero europeo, a pesar del mendaz y brutal interés propio que habló a las tendencias xenófobas y racistas de mi país y provocó el Brexit– pienso en particular en una gobernanza europea. Puede ser que, como se dice a veces de manera convincente, el mundo esté dirigido por hombres ruines; que la codicia y el poder vayan de la mano; que el capitalismo explote los recursos naturales, los remodele y nos los vuelva a vender en forma de producto; que la historia humana reciente muestre evidencias de una ciencia temeraria, seguida con rapidez por temeraria tecnología. Pero, así como existen la ciencia, la tecnología y (crucialmente) el dinero para retardar y detener lo que sólo puede describirse como la muerte térmica del planeta, deben existir, entre las personas que tienen poder e influencia gubernamentales, algunas que puedan ver con claridad el borde del precipicio ante el que nos encontramos. Mi súplica, o más bien, la de los que aún no nacen, va dirigida al mundo. Pero esta carta es para Europa.
La profecía de Anne Askew era, como todas las profecías, una visión: una visión oscura, como lo son mis propias visiones cuando cavilo sobre los reportes desde el frente ambiental. Una visión, que todos los días desearía no haber visto, que es la de un planeta desprovisto de toda forma de vida, en el que una pantalla, accionada por nada más que un vasto residuo de codicia, sigue registrando el aumento sin límites de la riqueza colectiva de las otrora y ya desaparecidas élites del mundo, nuestro único legado, mientras que el dinero hace que el dinero haga dinero. Sólo aquellos que gobiernan pueden hacer desvanecerse estas visiones. Ésta es una carta a Europa, pero, en particular, a quienes gobiernan Europa. Debe darse un cambio significativo, y muy pronto. Alguien tiene que tomar la iniciativa; alguien que sepa el camino y tenga la voluntad. No tengo ningún consejo, nada que añadir a lo que he escrito aquí. Excepto, quizá: mira a tus hijos mientras duermen. Mira a tus nietos mientras duermen.
- Traducción de Adriana Díaz Enciso.
David Harsent ha publicado doce volúmenes de poesía que han ganado numerosos premios, entre ellos el Forward, el Griffin International y el T.S.Eliot. Un hombre roto en Flower, las versiones de Harsent de los poemas escritos por Yannis Ritsos mientras estaba en campos de prisioneros y bajo arresto domiciliario, aparecerán en 2023.
Harsent ha colaborado con varios compositores, la mayoría de las veces con Harrison Birtwistle. Se han realizado colaboraciones de Birtwistle/Harsent en los principales escenarios de todo el mundo, incluida la Royal Opera House, el Festival de Salzburgo, el Concertgebouw y la Carnegie Sala. Es profesor emérito de la Universidad de Roehampton.
Otras cartas:
2022: La poeta española Chus Pato, puedes leer su carta AQUÍ.
2019: El poeta búlgaro Ilija Trojanow, puedes leer su carta AQUÍ.
2017: El poeta belga Stefan Hertmans, puedes leer su carta AQUÍ.
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