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El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017 y director del festival Centroamérica Cuenta, en un detalle de la fotografía de Daniel Mordzinski.

Sergio Ramírez crea en ‘De la eternidad’ un relato sobre un dictador de la Nicaragua del presente entre dos mundos

AVANCES LITERARIOS DE VIVA VOZ El escritor nicaragüense y Premio Cervantes 2017 leyó en primicia para WMagazín, con apoyo de Endesa, un cuento inédito en nuestro evento de la Feria del Libro de Madrid 2022. Publicamos el relato en el que muestra su dominio sobre el pulso narrativo y la creación de atmósferas y ritmos con una mirada acerada sobre la realidad de su país

Presentación WMagazín «Con gesto decidido S.E. mojó la plumilla en el tintero de cristal de roca y al pie de la palabra ejecútese trazó su firma adornada con la vistosa rúbrica que era como la cola de un dragón enrollada en tres vueltas», en De la eternidad.

Con un cuento inédito de Sergio Ramírez, escritor nicaragüense y Premio Miguel de Cervantes 2017, abrimos nuestro ciclo anual Avances literarios de viva voz WMagazín, con apoyo de Endesa. Es el relato titulado De la eternidad que formará parte del volumen de cuentos De tropelías y tropeles (Alfaguara) que el escritor leyó, en exclusiva, en el evento de WMagazín en la 71ª Feria del Libro de Madrid de 2022.

Junto a Ramírez, que cumple 80 años el 5 de agosto (Masatepe, Nicaragua, 1942), leyeron avances de sus próximos libros cuatro autores más: uno prestigioso como Manuel Longares, que adelantó algunos de sus microrrelatos de La escala social (Galaxia Gutenberg); y tres autores por los que WMagazín apuesta: Isabel González con sus cuentos Nos queda lo mejor (Páginas de Espuma); Carlos Femenías con el ensayo A propósito de Ferlosio (Alianza); y Azahara Alonso con su debut novelístico Gozo (Siruela). (En este enlace puedes ver la crónica de la lectura).

De izquierda a derecha, los escritores Isabel González, Azahara Alonso, Sergio Ramírez, Carlos Femenías y Manuel Longares, en los Avances literarios de viva voz WMagazín en la Feria del Libro de Madrid 2022. /Foto WMagazín

De la eternidad es un relato de Ramírez de muy temprana formación en un volumen que se llamará De tropelías y Tropeles, segunda parte de otro de 1971 titulado Tropeles y Tropelías, estampa del dictador de Nicaragua de entonces, Anastasio Somoza, y este con una figura más actual. El cuento muestra el dominio de Sergio Ramírez sobre la narración en la que destaca la creación de la atmósfera y el ritmo que meten al lector dentro de su mundo situado entre este y otro con una mirada acerada y crítica.

Sergio Ramírez vive exiliado en España, desde septiembre de 2021, tras la orden de detención emitida por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. El escritor formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, 1979-1985, tras el triunfo de la Revolución Sandinista, que derrocó al dictador Anastasio Somoza; y fue vicepresidente de Nicaragua bajo la presidencia de Ortega, 1985-1990. La orden de detención contra el narrador y ensayista es consecuencia de la espiral de persecuciones llevadas a cabo por Ortega y su esposa, Rosario Murillo, contra cualquiera que sea crítico con su gobierno.

Ramírez publicó su primer volumen de cuentos en 1963, ganó el Premio Alfaguara de Novela en 1998 con Margarita, está linda la mar, obtuvo el Cervantes en 2017 y es el fundador del festival literario Centroamérica cuenta, desde 2013.  A continuación, su cuento inédito De la eternidad:

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, en su pueblo natal, Masatepe en mayo de 2017. / Fotografía de Daniel Mordzinski

'De la eternidad'

Por Sergio Ramírez

S.E. despertó y se incorporó, cansado de dormir tanto. Fuera del mausoleo las callejuelas del cementerio se hallaban desiertas, salvo por un panteonero que se alejaba con un saco de hojas secas al hombro. El cielo tenía el mismo color de oro mustio del atardecer en que lo habían enterrado tras los tediosos funerales de estado.

En las calles sólo se cruzó con un niño que hacía rodar un aro empujándolo con un palo, y que no se distrajo de su juego cuando cruzó a su lado andando con el paso cansado de quienes se levantan de entre los muertos. Del lago, al otro lado de la vía férrea abandonada, donde desembocaban las cloacas, llegaba la tufarada a mierda en el aire tibio.

Emprendió la marcha por la avenida sombreada de palmeras reales que llevaba hacia la loma donde se alzaba el palacio presidencial con sus almenas y ventanales de estilo mudéjar, la cuesta demasiado empinada para sus fuerzas, por lo que debía detenerse a trechos. Su vigor ya no era el mismo de los tiempos de la guerrilla, cuando era capaz de aguantar jornadas de días enteros en lo espeso de la manigua.

El niño del aro no tenía por qué reconocerlo ni asombrarse de verlo vivo. Pero cuando traspuso el portal del palacio los centinelas, tras un instante de vacilación causada por el asombro, le presentaron armas. El secretario de correspondencia, que fumaba acodado en la balaustrada que daba al jardín de las garzas, al verlo acercarse tiró el cigarrillo y corrió a ocupar su escritorio en la antesala del despacho presidencial.

En el despacho nada había cambiado. Seguía en la pared su foto oficial, con retoques a mano que aureolaban de rosa pálido sus mejillas y teñían de una pátina verdosa la guerrera del uniforme sobre el cual lucía terciada la banda presidencial, y, en custodia de la foto, de un lado la bandera nacional, y del otro la bandera del partido.

Tocó el timbre para llamar al secretario de la correspondencia que acudió presuroso, andando con pasos cortos, la visera verde sombreando su rostro y los dedos manchados de tinta violeta, y puso frente a él una carpeta de partes reservados y otra de cartas que firmar.

―¿Qué ha habido de nuevo? ―preguntó S.E.

―Sólo una rebelión de estudiantes a la cual se sumaron elementos subversivos civiles, pero fue debidamente sofocada ―le informó.

―¿Y de dónde sacaron las armas esos pendejos? ―preguntó S.E.

―Salieron desarmados a las calles ―respondió el secretario―. Se usó fuego de francotiradores para despejar las barricadas que levantaron. Todo está consignado en los partes.

―¿Qué hay para firmar? ―preguntó tras un bostezo.

Tanto tiempo sin despertar, y aún sentía los párpados pesados de sueño.

―Las órdenes de fusilamiento de los cabecillas están en el legajo de encima ―dijo el secretario―. Lo demás son ascensos de grado y condecoraciones para los jefes de tropa de la operación. Los francotiradores ya han sido recompensados.

S.E. revisó la lista de los condenados a muerte acercándola a los ojos miopes.

―Pero todos estos mismos ya fueron fusilados en el siglo pasado ―dijo.

―Esos fueron otros, culpables también del delito de rebelión ―dijo el secretario―. Lo que pasa es que los nombres siempre se repiten.

Con gesto decidido S.E. mojó la plumilla en el tintero de cristal de roca y al pie de la palabra ejecútese trazó su firma adornada con la vistosa rúbrica que era como la cola de un dragón enrollada en tres vueltas.

―Los ascensos y medallas quedan para mañana ―dijo, y cerró la carpeta.

―Como usted ordene ―dijo el secretario de la correspondencia, y pasó el secante sobre las firmas.

S.E. fue hasta la ventana desde la que se miraba abajo la ciudad. Empezaba a caer el crepúsculo. Los techos de tejas arábigas asomaban entre la verdura de los patios, las farolas ya estaban encendidas en las calles trazadas a cordel, y los zopilotes sobrevolaban los botaderos de basura desde los que se alzaban columnas de humo que se dispersaban lentamente en la distancia.

―¿Soy viudo, casado, o qué cosa? ―le preguntó al secretario de la correspondencia cuando ya se llevaba los legajos.

―Casado ―dijo el secretario―. La primera dama no tarda en llegar. Siempre regresa a esta misma hora de su paseo en landó por el malecón.

―Que enciendan las lámparas ―ordenó S.E―. Estoy aburrido de tanta oscuridad.

  • Sergio Ramírez  (Masatepe, Nicaragua, 1942) fue distinguido con el Premio Cervantes en 2017. Empezó en la literatura en los años sesenta, luego se vinculó a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. En 1998 obtuvo el Premio Alfaguara de Novela con Margarita, está linda la mar. Otros títulos destacados son Un baile de máscaras (1995), Castigo divino (1988),  Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Ramírez ha publicado los libros de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013). En ensayo figuran Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución se titulan Adiós muchachos (1999).

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