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El escritor español Antonio Gala (1930-2023), en una imagen de la web de casa Museo Antonio Gala La Baltasara-Alhaurín el Grande. /WMagazín

Muere Antonio Gala, el escritor español aplaudido por el público y poco por la crítica

El poeta, dramaturgo, novelista y guionista fue una figura cultural importante entre los siglos XX y XXI. Empezó su éxito en el teatro de los años 60 y lo renovó con la novela en los 90. Destaca su legado de la Fundación Antonio Gala que apoya a nuevos talentos

Antonio Gala fue uno de los escritores españoles más populares y prolíficos en diferentes géneros literarios de las últimas cuatro décadas. Y, lo más excepcional, es que su éxito con el público empezó con sus obras de teatro. Sesenta años después de la primera de ellas, Los verdes campos del Edén (1963), Gala murió, a los 92 años, el 28 de mayo de 2023, en Córdoba, donde vivió desde los 9 años. Había nacido en Brazatortas , Ciudad Real, el 2 de octubre de 1930. Leyó desde muy niño. Se licenció en Derecho, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas.

Quiso el destino que Antonio Gala falleciera durante los días de la 82ª Feria del Libro de Madrid, donde reinó durante varios años como el autor más vendido, y, desde luego, el que más libros firmaba. «La feria que hoy conocemos sin Antonio Gala sería bien distinta, los que tenemos edad y memoria recordamos aquellos momentos, sobre todo los de las peleas con Arturo Pérez Reverte para disputarse el título de autor más vendidoEs alguien importantísimo en la historia de la feria», declaró Eva Orúe, directora de la Feria, a la Agencia EFE.

Poeta, dramaturgo, novelista, cuentistas, guionista, ensayista, articulista de prensa, famoso por sus columnas dominicales en la revista El País Semanal, del diario El País, fue una de las figuras culturales presentes en la televisión española en los años 80 y 90. Publicó más de cuarenta libros y escribió 24 obras de teatro. Era muy apreciado por el público, pero no gozó del mismo favor de la crítica, ni de la mayoría de los escritores.

Sus obras suelen explorar los laberintos e impulsos del deseo, la pasión y el amor, ya sea con temas históricos o contemporáneos. Tratan de comprender qué lleva al ser humano a moverse por intereses pasionales que lo pueden conducir a la infelicidad.

“Antonio Gala tuvo el raro privilegio de disfrutar del favor de muchos miles de lectores. Ser consciente de ello, y de que su voz seguiría oyéndose en su teatro, sus novelas, sus poemas y artículos, e incluso en sus guiones y programas televisivos, explica que clausurara serenamente su obra hace muchos años: veinte han transcurrido desde su última pieza teatral (Inés desabrochada) y quince desde su última novela (Los papeles del agua). No fue ajena a esa inmensa popularidad la imagen pública que cultivó, la de un hombre osado y culto, de porte atildadamente aristocrático y dueño de una elocuencia en la que la poesía y la filosofía mundana estaban embebidas de un hedonismo que se codeaba con Séneca”, escribió Domingo Rodenas de Moya en El País.

De la poesía al éxito del teatro

El ingreso de Antonio Gala al mundo literario fue en 1959 al obtener el accésit del Premio Adonáis de Poesía por el poemario Enemigo íntimo. Sobre su poesía, Luis Antonio de Villena, escribe en el suplemento El Cultural, de el diario digital El Español:

“Tardó bastante en volver a publicar poesía, si no era en minoritarios cuadernitos. Los Sonetos de la Zubia —poemas de amor a un amado muerto— los publicó en una selección su entonces muy amigo José Infante, en una bella plaquette de Málaga. En la presentación (años 80) oí a Antonio recitar con teatro y hondura algunos de esos sonetos. Lo hacía muy bien, como actor consumado. Y hasta arrancó las lágrimas de algunas damas.

Se trata de sonetos muy bien hechos (como es un gran poema largo Meditación en Queronea) pero los críticos no han decidido aún si en esa, mucho tiempo casi secreta, obra lírica, hay eso que suele llamarse «voz» o sello propio. La calidad está, sin duda. Parte de su obra poética se editó en Planeta en 1997 con el título Poemas de amor. Le hice una amplia entrevista en su casa de El Viso, cuando el libro salió, obvio es decirlo, con grande éxito. («Ni el nombre sé yo ya de quien amaba / desmemoriado y terco en la aventura / de que quien me mató me dé la vida»)”.

Cuatro años después de Enemigo íntimo, 1963, debutó en el teatro. Entre su dramaturgia destacamos títulos como Noviembre y un poco de hierba, Los buenos días perdidos, Anillos para una dama, Las cítaras colgadas de los árboles, ¿Por qué corres, Ulises?, Trilogía de la libertad, ¡Carmen Carmen!, El hotelito, Séneca o el beneficio de a duda, Los bellos durmientes.

Sobre los aplausos que le dio el teatro en sus inicios y cómo se fueron apagando, hasta dar paso a la narrativa, lo cuenta Rosa Torres, crítica de teatro de El País:

“Él fue el primero en darse cuenta de que su teatro fue perdiendo fuerza con los años, y los seguidores de sus primeros textos dramáticos, unánimemente aplaudidos entre los entendidos, se alejaban de sus propuestas, a las que se achacaba que se iban quedando antiguas y con un nivel de calidad inferior a lo que se podía encontrar en el mercado. Las nuevas generaciones que emanaban del teatro independiente estaban muy lejos de su teatro, y las producciones de calidad adscritas a la cartelera tradicional en los años setenta, también empezaron a darle la espalda. Eso influyó mucho a la hora de dar un paso decidido a la narrativa, que inició con El manuscrito carmesí, al que siguieron otros muchos títulos, algunos llevados al cine con desigual éxito, entre otras cosas porque el propio Gala no dudaba en cargarse públicamente una película basada en una novela suya, si algo no le había gustado, como ocurrió con La pasión turca”.

El triunfo de la novela y su Fundación

Su debut novelístico, en 1990, con El manuscrito carmesí, fue exitoso, no solo al ganar el Premio Planeta, sino que tuvo el favor de los lectores. En 1993 publicó La pasión turca, que siguió la misma ruta, y su popularidad aumentó con la adaptación al cine que hizo Vicente Aranda, aunque Gala nunca estuvo conforme con esa versión. La regla de tres (1996) también obtuvo una gran acogida. Su vida la escribió en Ahora hablaré de mí (2000), ya en la cima de su popularidad.

En 2011 anunció que tenía un cáncer. Poco a poco se retiró de la vida publica y se centró en su Fundación Antonio Gala, que apoya a nuevos talentos. Antonio Lucas, de El Mundo, describe así esta faceta del autor:

“Hubo un tiempo en España en que Antonio Gala lo hizo todo. Pero un día, descifrando bien el mensaje de los vientos, decidió retirarse. Fundó una fundación con su nombre para jóvenes creadores en un enlaberintado convento cordobés del siglo XVII y allí cumplió -en 3.500 metros cuadrados- con su lenta retirada a tiempo, mientras favorecía a poetas, narradores, dramaturgos, músicos y artistas a los que asumió como su descendencia. La fundación ha sido su obra más intensa. Y será, probablemente, la más duradera”.

Entre las muchas citas de Antonio Gala recordadas en los obituarios destaca una del diario El Confidencial: “No escribo ni para que me quieran ni para que me citen. Escribo para comunicar las cosas, lo necesito hacer por destino. Soy escritor porque no tengo más remedio. Se es escritor, aunque no se escriba y hasta el último día de tu vida”.

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Santiago Vargas

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