Richard Firth-Godbehere, autor de ‘Homo emoticus. La historia de la humanidad contada a través de las emociones’ (Salamandra). / Foto de Lola Garrido -cortesía de Salamandra

Richard Firth-Godbehere: “El deseo es la emoción que más ha modelado al ser humano y al mundo»

El experto hace en su libro 'Homo Emoticus' un recorrido fascinante por la historia de las emociones y recuerda su importancia en el individuo y la sociedad. En esta entrevista afirma que el odio es la emoción más catastrófica y plantea interrogantes ante el mundo digital

¿Cuál cree que es la emoción que ha modelado más a las personas y cuál a la humanidad? ¿Cuál cree que es la emoción más catastrófica en la historia?

Son el deseo y el odio. Ellas son como el yin y el yang de las emociones que han jalonado la historia del mundo, explica Richard Firth-Godbehere, uno de los grandes expertos en el tema y miembro asociado de The Center for the History of Emotions, de Reino Unido. El historiador británico ha volcado sus conocimientos en el libro Homo emoticus. La historia de la humanidad contada a través de las emociones (Salamandra).

Su obra recuerda que el ser humano, la especie racional e inteligente por excelencia, ha hecho el mundo con más emociones de las que se cree. Aunque antes estaban contenidas. Ahora, gracias al mundo digital, se vive la cuarta eclosión de las emociones en la edad moderna que se enfrentan a cambios impredecibles en lo individual y en las relaciones interpersonales.

Ya en Platón se habla de sentimientos y emociones como determinantes y cómo la falta de control sobre algunas de ellas puede tener efectos negativos hasta llevar a las personas a desbocarse. La sociedad las ha mantenido a raya, pero hace poco más de 570 años, con la llegada de la imprenta, empezaron su liberación, diversificación, descubrimiento y reconocimiento. Son, en gran medida, un constructo psicológico, no solo el reflejo de estímulos y respuestas.

Alegría, ira, tristeza, asco, deseo y sorpresa son las seis emociones básicas. Luego algunos especialistas señalan hasta 18 emociones y otros han identificado más de 150. Unas gustan o son más anheladas que otras. En el caso de Richard Firth-Godbehere lo tiene claro, según explicó en esta entrevista en el Hay Festival de Cartagena de Indias 2023:

“La emoción que más me gusta sentir no es la misma que mi favorita. La que más me gusta sentir es la alegría serena, el gozo. Pero mi emoción favorita es el asco. Es una emoción muy poderosa porque nos permite controlarnos y protegernos; nos ayuda a evitar ciertos alimentos, nos mueve hacia algunas cosas y nos aleja del peligro”.

Las emociones acompañan al ser humanos desde que viene al mundo. La vida personal y colectiva están llena de ellas, pero algunas han sido y son más decisivas a la hora de modelar al individuo y a la sociedad.

El deseo es la emoción que más ha modelado a los seres humanos. Sin el deseo no comeríamos, no tendríamos hijos, no se habría construido nada, ya no existiría la raza humana. En cada religión el deseo está en su nuez y esencia, es una emoción muy poderosa. Es el motor de la especie. Incluso antes del surgimiento de los humanos. Incluso organismos monocelulares ya que expresan, si se le puede llamar así, un deseo de atracción, un deseo de perpetuación de la vida”.

¿Y su opuesto? ¿Cuál sería de la emoción negativa o más catastrófica para los seres humanos de manera individual y colectiva?

“Como emoción catastrófica el odio. Aunque el odio no siempre en necesariamente malo per se. Por ejemplo, el oído por algo podrido nos protege. Pero el odio entre seres humanos termina siendo un sentimiento catastrófico porque lleva a la destrucción”.

Richard Firth-Godbehere. /Foto de Lola Garrido – cortesía de Salamandra

Pero de la misma manera que la emoción, las emociones, es una de las características más humanas, también son de las que más deshumaniza. Su fuerza y poder es tal que trascienden el sentir en sí para convertirlas en un arma al alterar y/o ampliar su significado y otorgarle acepciones impensables a través de cargas semánticas.

Antes, mucho antes, la expresión de las emociones estaba regulada por múltiples códigos. El primer despertar de sus expresiones llegó con la imprenta de Gutenberg y sus primeros libros hacia 1448. La segunda era de ese despertar fue el reconocimiento y descubrimiento lento de las emociones de la mano del Romanticismo, desde finales del siglo XVIII. Antes eran más contenidas, pero el descubrimiento del individuo y del Yo y la identidad con el Romanticismo abrió la puerta a un universo de emociones y sentimientos y formas de expresarlos. Dos siglos después, la llegada del mundo digital, internet y las redes sociales favorece otra gran eclosión de emociones y de su pirotecnia.

“En el medioevo no es que no se expresaran emociones, sino que había momentos particulares para hacerlo. En realidad, es a partir de 1950, después de la Segunda Guerra Mundial, donde se aceptan con más normalidad las expresiones públicas de las emociones. Es cuando se empieza a hablar de ellas desde la perspectiva de la psicología. Antes solo estaban Freud y Darwin. Después, en los años ochenta sucede algo, especialmente en Estados Unidos, y hay una expansión de las expresiones de las emociones y su escenificación”.

Un primer asomo de esos cambios fueron los años veinte del siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial. Luego en los 50 empezó la apertura que afloraría en los años sesenta, maduraría en los setenta y explotaría en los ochenta en un mundo ya más relajado frente a la Guerra Fría y una sensación de bienestar generalizada. Las artes como la música, el cine y la literatura van dando cuenta de la aceleración de esa metamorfosis, hasta llegar a la segunda década del siglo XXI con el auge de los diferentes canales, aplicaciones y plataformas digitales y de internet que empiezan a cambiar los hábitos de las relaciones interpersonales y de comunicación hasta crear una especie de sobreactuación.

“Sin duda es así. Cuando el ser humano está en situaciones difíciles una parte de las artes empuja hacia el optimismo. La sobreexposición de las emociones en las redes sociales llega como otra vía de liberación de las emociones, como ya ocurrió cuando llegó la imprenta. Fue la oportunidad de que la gente no solo tuviera información y conocimiento sino también de compartir sus expresiones. A medida que hay un nuevo invento y vías de expresión y comunicación las emociones y expresiones masivas viven una explosión de sentimientos y comunicación.

Es normal que suceda. Las siguientes generaciones son las que se han encargado de autorregularse. Es probable que la actual sobreexposición y caos de emociones y opiniones, tenga, antes de cien años, unos códigos y límites. Será cuando ya se conozca y se entienda mejor el manejo de esta tecnología, así como sucedió con la imprenta”.

El ser humano siempre ha estado luchando contra sus propias emociones, domándolas, calibrando cuándo, cómo y qué tanto expresarlas. Ahora parece verse una sobreactuación simultánea en una especie de pirotecnia o erupción en las redes sociales. ¿Acaso existe el riesgo de que las emociones pierdan su verdadero valor y haya un abaratamiento de ellas?

“El hecho de que haya un lenguaje universal con los emoticonos hace que, al contrario, tengan un mayor propósito y sentido, que no que se pierda su valor. Lo que puede estar pasando es que se esté llegando a darle su justa medida, que las emociones ocupen su lugar de fácil expresión y que la gente no se pase la vida escondiéndolas y tapándolas para justificar comportamientos racionales, cuando, en realidad, son emocionales. Aceptamos las emociones por lo que son”.

Emociones, sentimientos… Sentimientos, emociones… ¿Qué es primero? ¿Cuál es la diferencia? Richard Firth-Godbehere parte de la base de seis, pero se habla de 18, y otros mencionan más de 150.

“La emoción es una cajita en donde alguien tomó la decisión de meter algunos sentimientos. Hay tantas definiciones de emociones como documentos, estudios o artículos científicos al respecto. Hay un científico que dice que el asco no es una emoción, porque lo tendría que ser el hambre y el hambre es un deseo, una necesidad. Está el ejemplo del hambre y del desagrado: la primera te lleva hacia la comida y la segunda te protege.

Cuando escribo temas más específicos y académicos utilizo la palabra sentimientos que es más amplia y abarca más para que no me cuestionen sobre qué es una emoción”.

La sociedad vive una situación inédita a través de las pantallas sin un contacto personal físico que pude generar una distorsión frente a las emociones o sentimientos.

“Cuando hablamos con alguien a través de una cámara nos convertimos en un personaje, actuamos. Es lo que también hacemos en las relaciones personales. El filósofo Zygmunt Bauman dice que siempre lo hacemos, que como nos comportamos y expresamos con nuestra familia es distinto a como lo hacemos con los amigos o en el trabajo o en una actividad social. De todas maneras, estamos aprendiendo de algo nuevo. ¿Cuál es el afán de pensar que esto es definitivo cuando apenas estamos empezando esta nueva manera de relacionarnos?

Es el minuto uno de la era digital. Y en ese minuto ya está la llamada inteligencia artificial que puede tener connotaciones sobre las emociones y sentimientos y las relaciones interpersonales.

“Estoy escribiendo un libro sobre todo esto. Hay un punto a tener en cuenta: el ser humano es muy complejo y la tecnología debe ser simple porque necesita mucho espacio para albergar todo. Lo que termina pasando es que el comportamiento humano con su complejidad debe ser leído e interpretado por esa tecnología y acomodarse a ella, descifrar unos códigos. No es nada fácil.

Somos previsibles entre nosotros porque tenemos un computador más complejo que es el cerebro humano. China necesitó un edificio entero equivalente a cuatro plantas para un computador. Esa previsibilidad es dada por el cerebro que es un computador humano y no hay otro igual».

En ese cosmos de sensaciones, el amor y todas sus emociones derivadas van por el carril central de la vida, pero en el mundo digital también tiene el carril de mercancía y producto.

“Estamos en una época en busca del amor y la felicidad y llegamos a esa felicidad tóxica, la felicidad a cualquier precio, que se vende en las redes La felicidad mal entendida porque no puede uno estar feliz en todo momento. Si está en un funeral no puedes estar feliz, y eso es parte de la vida. Es el amor y la felicidad comercializado como un producto».

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