Las escritoras y editoras mexicanas Jazmina Barrera (izquierda) y Abril Castillo. /WMagazín

Jazmina Barrera y Abril Castillo abogan por la literatura híbrida y por romper los géneros literarios

Las dos escritoras y editoras mexicanas reflexionan sobre por qué los autores recurren, cada vez más, al mestizaje de libros: "En todas las disciplinas hay crisis de las categorías y estos libros lo reflejan". Un diálogo de WMagazín con la colaboración de Endesa

El mestizaje mejora la especie. Y el mestizaje en la literatura vive un momento interesante de exploraciones y experimentos creativos y rupturas de etiquetas en favor de la mezcla de géneros que crean libros con categorías inclasificables que enriquecen la bibliodiversidad.

A 2.600 metros de altura en la cordillera de los Andes, en Bogotá, bajo las nubes que descargan sus aguas recogidas en la Amazonía y los llanos orientales, dos escritoras y editoras despejan parte de este momento que vive el ecosistema del libro impulsado por editoriales pequeñas e independientes.

Jazmina Barrera y Abril Castillo, dos de las escritoras mexicanas que contribuyen a esta riqueza desde la edición y la autoría, recorren parte de este territorio fértil desde la 35ª Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo). Representan a una generación que recuerda que ya en El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, hace cuatro siglos, estaba esta pluralidad de géneros, estilos, formas y voces.

Las dos escritoras y editoras mexicanas son las invitadas este mes de abril de 2023 a Diálogos literarios sobre la vida, la sección de WMagazín, con la colaboración de Endesa.

Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) es autora de Cuerpo extraño (2013), Cuadernos de faro (2017), Linea nigra (2021) y Punto de cruz (2021), y cofundadora de Ediciones Antílope (2015) junto a Isabel Zapata, Marina Azahua, Astrid López Méndez y César Tejeda, a la que se sumó luego Irad León.

Abril Castillo (Michoacán, 1984) es escritora, ilustradora de literatura infantil y gestora cultural y socia de Ediciones Oink. Es autora de Tarantela, un artefacto literario escurridizo a géneros literarios pero que ennoblece la literatura.

Winston Manrique Sabogal. ¿Por qué creen que cada vez hay más libros que no responden a las etiquetas de géneros tradicionales y los autores apuestan por lo híbrido?

Abril Castillo. No sé si en mi caso al venir de varias áreas literarias y de la editorial me costó mucho trabajo articular Tarantela bajo un género específico, y que llamaremos novela para fines prácticos. Yo había estado haciendo ilustración y libros para niños tuve que abrevar de otras herramientas. No era una una novela convencional y no sabía dónde narrarla, era un constante experimento de cómo articular esa historia. Necesitaba usar archivo porque trataba de encontrar una verdad o unas respuestas y por momentos era hacer de medio detective, en otros tratar de recrear escenas de la infancia de la manera más objetiva posible y ahí me parecía que la ficción era más fácil porque no iba a mentir porque nadie tiene una memoria tan nítida de su infancia. Era tratar de recrear las cosas que pensaba que eran más objetivas, como el mapa del lugar. Luego, la última parte que era escrita tan en presente que casi no pensaba en eso. Hay como un vértigo como de estar escupiendo sentimientos para luego tratar de darles una forma que, quizás, sería más cercano a una prosa poética. Ahí entra el trabajo editorial, porque una cosa un vómito emocional y otra cosa darle sentido a una obra que sea comunicable a otras personas. El trabajo editorial que tuve con Jazmina y César Tejada ayudó mucho a dar orden a ese caos. Siempre fue parte de la conversación de si era una autobiografía o una novela o qué.

Hubo muchos ensayos de escritura, libros fallidos. No sabía cómo articularlo. No estaba segura de mis preguntas. El libro parte de un deseo de salvación mágico de las maldiciones familiares, una especie de conjuro. Lo había tratado de escribir en tercera persona, cambiando los nombres, pero el eje tenía que ver con el misterio de un miembro de mi familia que había muerto y del que nadie quería hablar. Leí textos híbridos y pensé: ¡Ah!, esto vale, se puede hacer. Está bien como si se lo cuento a alguien tal cual. Ahí empecé a sentirme más cómoda. No se trata de sufrir en la creación. Sentí que al hablar en primera persona estaba siendo más sincera. Por otro lado, al usar el archivo sentía que no tenía que responsabilizarme de inventar cosas, sino que podía dejar hablar al archivo.

W. Manrique Sabogal. ¿Jazmina, cómo fue ese proceso de edición con este artefacto literario? ¿Cómo asume, como editora, estos libros que rompen las etiquetas usadas por las editoriales y las librerías?

Jazmina Barrera. Hay una historia que siempre cuento: yo iba a una escuela que usaba el método Freinet donde cada cierto tiempo nos pedían un texto libre. Textos desde que teníamos cinco años y luego los imprimíamos en pequeñas imprentas de tipos móviles y hacíamos pequeños libros. Fue mi primer acercamiento a la escritura. Ahí empecé a entender la escritura como un juego y libertad creativa. No nos pedía novelas, cuentos o ensayos. Nos pedían textos libres. Y creo que sigo escribiendo textos libres, eso significa que tengo a mi disposición todas las herramientas literarias que asociamos con la poesía, con la narrativa o el ensayo. En vez de pensar los libros a partir de mis expectativas de un género literario determinado yo los pienso como proyectos que pueden disponer de esas herramientas e inventar. Eso para mí es muy importante. Entiendo que para otras personas los géneros funcionan como reglas de un juego y se inspiran a partir de esas reglas, y les sirven como herramientas creativas. A mí no, a mí me constriñen, me matan la creatividad. Prefiero pensar en cada caso, en cada libro, qué herramientas necesita cada obra.

W. Manrique Sabogal. El tema y el sentir determinan cuál es la mejor forma para contar lo que se quiere contar y no al revés.

Jazmina Barrera. Exacto. Miro qué me puede servir de la poesía, de la ficción, del ensayo, de la fidelidad a la memoria. Cuando edito busco lo mismo, busco entender cada proyecto en sí mismo y qué herramientas le serían útiles para crear el mejor libro que puede llegar a ser sin importar de dónde viene.

Hay muchísimos ejemplos. Para mí ha sido un esfuerzo importante desde Antílope y desde mi obra tratar de romper un poco el esquema de los géneros literarios porque hoy en día casi toda la industria editorial y el mercado editorial están organizados en géneros.

Tú estudias una maestría de escritura creativa y tienes que elegir un género; si participas en un premio tienes que elegir un género; en una beca igual. Y eso no está mal, pero también restringe. En México hay una beca para jóvenes creadores en artes visuales con géneros canónicos y otra para medios alternativos. En literatura no hay esa opción. Yo abogo porque exista ese espacio para los libros raros, no porque los otros estén mal, sino porque estos también existen.

W. Manrique Sabogal. El Quijote ya era un libro híbrido de géneros. Es en los siglos XVIII y, sobre todo XIX con el auge de la novela, cuando el mercado y la industria empiezan a imponer a los lectores las etiquetas. Lo mismo sucede con las categorías infantil y juvenil que antes no existían.

Jazmina Barrera. Ahora que Abril decía que venía de los libros ilustrados infantiles, y yo que tengo un niño de cinco años y me la paso leyendo literatura infantil, veo que allí hay mucha más libertad de juego entre los géneros, además de ser interdisciplinares: hay libros con sonidos, con imágenes, que juegan con la forma, hay más libertad en ese sentido.

Abril Castillo. Algo bonito que dijo Jaz tiene que ver con las herramientas. Hay herramientas muy claras en otras artes: si vas a bailar ballet necesitas unas zapatillas, si vas a pintar necesitas unos pinceles y un óleo. En literatura, incluso, los jóvenes creadores dicen: los escritores hacen trampa porque a todos nos dan el mismo dinero, pero los escritores solo necesitan un lápiz y un papel, mientras un escultor o un pintor necesitan comprar materiales. Creo que la carrera de Letras te da herramientas. Yo fui obediente, dejé de escribir y me puse a contemplar cosas. Al año de haber salido a descubrir un diplomado de Ilustración llegué y me maravillé porque los diseñadores e ilustradores no le pedían permiso a nadie. Esa libertad que vi en ellos me la contagiaron. En ese momento empecé mi camino profesional como ilustradora y recobré la confianza de escribir y contarlo a mi manera.

W. Manrique Sabogal. Cada día los nuevos escritores se sienten con más libertad creativa de las formas a la hora de contar, ¿por qué puede ocurrir eso?

Jazmina Barrera. Tiene que ver con un cuestionamiento generacional de todas las categorías: de género, de la frontera física, incluso de cuestionar las categorías en la taxonomía. En todas las disciplinas hay crisis de las categorías y en las artes también, y estos libros lo reflejan.

W. Manrique Sabogal. Hay exploraciones en todas las expresiones artísticas, rupturas.

Jazmina Barrera. Estamos muy encorsetados. Es esta ansiedad de la humanidad de categorizarlo todo para tratar de entenderlo, pero luego lo pensamos al revés y crees que las categorías preexisten a las cosas. Creemos que hay un árbol de novelas que da novelas, y uno de cuentos.

W. Manrique Sabogal. Ha tocado un punto clave: el ser humano parece necesitar un orden y asirse a algo, luego está la parte comercial indiscutible de dónde colocar cada libro.

Jazmina Barera. Mis libros Cuadernos de faro y Linea nigra han tenido la suerte de publicarse en distintas editoriales y lenguas; y algunos las publican como novelas, otras como ensayos, incluso en la categoría de maternidad.

W. Manrique Sabogal. Habitan con naturalidad en diferentes partes del ecosistema del libro.

Abril Castillo. Es precioso porque son libros que se han publicado en distintos países e idiomas y es bonito pensar que muchas de esas categorías que le atribuyen responden a la identidad de cada país, cómo piensa un francés o un gringo.

Jazmina Barrera. En inglés existe muy claramente la división entre ficción y no ficción que no nos sirve o funciona igual en habla hispana, o memories que en inglés es muy clara y en español es más bien autobiografía.

Abril Castillo. Las catalogaciones hablan más de quien cataloga que de la obra misma.

W. Manrique Sabogal. Abril, qué opina de lo que dice Jazmina sobre que ve más libertad en los libros infantiles, porque luego a los 15 años se categoriza todo y se condiciona a los lectores.

Abril Castillo. Sí. Pero es chistoso porque en los libros infantiles parece algo más segmentado en cuanto a la edad: libros de cero a un año, de ocho a once. ¿Eso qué quiere decir? Hay libros que no tienen palabras, pero no quiere decir que sean para gente qu n sabe leer palabras. Hay una lucha constante del mercado con la creatividad. Y nosotros como creadores, escritores o ilustradores intentamos evitar la restricción de la creatividad. Aunque, a veces, te puede contaminar alguna moda temática. Y se pueden hacer libros de esos. Pero la pregunta es: ¿realmente cuál es tu interés?

Por otro lado, la contracorriente que tenemos como editores independientes es que no tenemos que caer en ese mercado, necesariamente. Podemos proponer desde otros ámbitos. Al final, Antílope tiene ciertas series con algo más de narrativa o poesía, pero sin que sea una camisa de fuerza. Eso sirve, quizás, para ordenar un catálogo, sirve para detonar en un escritor que diga quiero hacer un libro  de esto. Pero el mercado y la pasión por crear no tienen que ser lo mismo.

W. Manrique Sabogal. Las editoriales pequeñas son fundamentales, entre otras cosas, por esa función de apuesta, descubrimiento e innovación que amplían las fronteras de la creación literaria, mientras los grandes grupos son más cautelosos y no arriesgan tanto.

Jazmina Barrera. La bibliodiversidad hoy en día depende muchísimo de las editoriales independientes porque, como dices, son las que apuestan por autores noveles, por libros extraños, por libros difíciles, de todo eso que hemos hablado.

W. Manrique Sabogal. ¿En México abundan este tipo de autores que exploran y arriesgan con libros que no tienen por qué encuadrarse en una etiqueta canónica?

Abril Castillo. Yo diría que sí hay más experimentos. En México, desde hace unos tres años, en Antílope organizan La piñata independiente. Es un encuentro muy bonito de editores mexicanos que nos reunimos en la Ciudad de México para las fiestas navideñas. Es un momento muy bonito porque venimos de la FIL de Guadalajara que es un evento enorme y con muchísimos estímulos. Y, de pronto, es como vol ver a casa y ver lo que se está cocinando en corto. A mí me emociona cada vez que una editorial independiente saca un libro. Si las independientes podemos sacar entre dos y ocho libros al año, cada libro es una joya, es algo que tú valoras porque sabes que hay muchísimo trabajo, esfuerzo y tiempo detrás; y son experimentos.

W. Manrique Sabogal. La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie recordó en la inauguración de la 35ª Feria Internacional del Libro de Bogotá que hay estudios que demuestran que los hombres prefieren leer a escritores hombres y no parece interesarles los libros escritos por mujeres, mientras las mujeres leen a todos.

Jazmina Barrera. Todavía hay estos estigmas. Pareciera que para muchos de ellos los temas que tienen que ver con cuidados, maternidad, trabajo doméstico y demás no les resultara interesante o que no tienen nada que aprender de ellos. Me pasa todo el tiempo con mi libro Linea nigra, se me acercan hombres y me dicen “me gustó, y eso que yo no voy a parir”. Es como si yo le dijera a un hombre que escribe sobre la guerra que me gustó el libro y eso que yo no voy a ir la guerra. Es hora de que todos nos involucremos en los temas porque nos concierne a todas las personas.

Abril Castillo. Ellos creen que estos temas no les corresponden. Es triste. Todas las experiencias enriquecen.

Termina la charla y, en el mismo salón del hotel, al fondo, sentado en un sofá está uno de los escritores colombianos que hace varios años empezó a romper los géneros a su manera: Fernando Vallejo.

Todos los Diálogos literarios WMagazín

Andrés Neuman y Alejandro Zambra (sobre la paternidad en la literatura y la música como territorio redescubierto).

Jazmina Barrera y Abril Castillo (sobre la literatura híbrida y romper los géneros literarios).

Luciana Sousa y Marta Jiménez Serrano (sobre el peso de lo visual y el contacto con otras disciplinas en la literatura actual).

Juan Gómez Bárcena y Ave Barrera (sobre la emoción para contar la historia, la identidad y denunciar la violencia contra las mujeres).

Santiago Gamboa y Vanessa Londoño (sobre la búsqueda de un mundo donde ya no haga falta escribir sobre la violencia).

Agustín Fernández Mallo y Socorro Venegas (sobre el amor, sus laberintos y sus anhelos).

Cristina Sánchez Andrade y Antonio Lucas (sobre radiografía y deuda histórica con las empleadas del hogar y la gente del mar)

Alan Pauls y Gustvo Faverón (sobre las claves para leer a Borges y sus advertencias sobre la repetición de la Historia).

Katya Adaui y Miluska Benavides (sobre la renovación y el futuro de la literatura peruana).

William Ospina y Marbel Sandoval Ordóñez (sobre cómo convertir la violencia en Colombia en literatura).

Pablo Montoya y Lorena Salazar (sobre ¿qué caracteriza a la literatura colombiana frente al resto de América Latina?).

Piedad Bonnet y José Andrés Ardila (sobre qué aprenden los autores consagrados de los nuevos).

Ana Merino y Javier Santiso (cuando los poetas enriquecen la novela).

Antonio Ortuño y Giovanna Rivero (sobre el cuento contemporáneo en Latinoamérica).

Julián Casanova y Brenda Lozano (sobre la violencia contra las mujeres).

Michi Strausfeld y Brenda Navarro (sobre el panorama de la literatura latinoamericana en Europa).

Daniel Innerarity e Irene Vallejo (sobre los libros y la lectura como elementos clave de la democracia).

Fernanda García Lao y Federico Jeanmaire (sobre la identidad y la patria).

Peridis y Julia Navarro (sobre la guerra civil española en la narrativa).

Juan Cárdenas y Dolores Reyes (sobre la función de la realidad en la literatura).

Antonio Colinas y Víctor Gómez Pin (sobre María Zambrano).

Alejandra Costamagna y María Fernanda Ampuero (sobre lo personal como político en literatura).

Fernanda Melchor y Liliana Blum (sobre cómo la humanidad oscura se convierte en literatura).

Pilar Quintana y Mónica Ojeda (sobre la violencia en la familia).

Margo Glantz y Mario Bellatín (sobre cómo las redes sociales influyen en sus libros).

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