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Alan Pauls (arriba) y Gustavo Faverón en Diálogos literarios sobre la vida en WMagazín por sus libros ‘El factor Borges’ y ‘El orden del aleph’, respectivamente.

Alan Pauls y Gustavo Faverón: claves para leer a Borges y sus advertencias sobre la repetición de la Historia

El escritor argentino y el peruano publican sendos libros sobre el autor de El aleph a partir de los cuales analizan su legado y cómo este relato cobra vigencia al haber sido escrito en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. WMagazín, con apoyo de Endesa, invitó a estos autores a su sección en vídeo Diálogos literarios

Presentación WMagazín Ideas más que historias, Tiempo más que Espacio, laberintos más que caminos despejados, circularidad más que líneas hacia delante. Así es parte del universo de Jorge Luis Borges, un escritor siempre omnipresente y lleno de preguntas a lectores y escritores. Y con una vigencia muy borgeana en estos días de incertidumbre por la guerra e invasión que Rusia ha desatado sobre Ucrania, pues su obra maestra El aleph fue escrita durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial y que él veía como una repetición de la Historia, teniendo en cuenta la Primera Guerra, y él hablaba de cómo la falta de aprendizaje del ser humano de no ver las señales del destino aboca a una circularidad del Tiempo. ¿Sucede lo mismo ahora?

De esto y de la cartografía literaria del maestro argentino conversan dos de los escritores que más saben de él como lo demuestran sus recientes libros: el peruano Gustavo Faverón en El orden del aleph (Candaya) y el argentino Alan Pauls en El factor Borges (Literatura Random House) que recupera después de 22 años. WMagazín, con apoyo de Endesa, los invitó a participar en su sección mensual en vídeo Diálogos literarios sobre la vida.

Cada persona se acerca y conoce a Borges de manera distinta. El modo en que un argentino lo descubre es diferente al de un latinoamericano, un español o de cualquier otro país. Pero todos tienen en común que disfrutan a un escritor que abre la imaginación del lector al plantear sus ideas y espolea a los autores.

Este Diálogo Literario de Alan Paul y Gustavo Faverón es una lección imperdible en la cual desarrollan ideas como:

«Borges es más cómo se lee que cómo se escribe. Solo después de aprender a leer, gracias a Borges, uno es capaz de articular esa enseñanza en algún tipo de escritura»: Alan Pauls.

«Tiene una relación íntima con el conocimiento, con la literatura, con la idea de belleza a través del lenguaje que lo hace armar familias, escarbar en los libros y mirar qué hay detrás de cada uno y conecta a unos con otros»: Gustavo Faverón.

«Borges no es solo el sinónimo de la lengua argentina sino de la Argentina. También ahí había una dimensión un poco opresiva»: Alan Pauls.

«En cada texto de Borges hay un momento en que puedes percibir una invitación a destruir el discurso que está construyendo él»: Gustavo Faverón.

«Transmite la idea de nuestra falta de aprendizaje acerca de las señales que la Historia nos manda cuando se va a desviar y va a comenzar a ir en una dirección terrible que es lo que parece que está pasando»: Gustavo Faverón.

«Freud hablaba de la pulsión a la repetición. Yo creo que tiene más que ver con eso más que con la falta de absorsión de la Historia, o la falta de aprendizaje de la Historia. Más bien con un deseo… Lo que pasa es que es un deseo mortífero»: Alan Pauls.

Te invitamos a ver el diálogo en un videorrelato en cinco partes con su transcripción entre Alan Pauls y Gustavo Faverón, sobre el universo de Borges:

Alan Pauls y Gustavo Faverón durante los Diálogos literarios sobre la vida en WMagazín, en marzo de 2022.

Pauls: "Borges es más cómo se lee que cómo se escribe"

Gustavo Faverón: ¿Cómo fue tu acercamiento y relación con Borges?

Alan Pauls. Más que el Borges como escritor, o Borges escritura, que siempre fue, por supuesto, extraordinario, inimitable, un poco monumental, es más bien el Borges que me enseñó a leer. Tengo la impresión de que el legado de Borges aparece mucho más, por lo menos en la cultura argentina, en cómo se leen las cosas, los libros y otras muchas cosas que uno puede leer… Borges es más cómo se lee que cómo se escribe. Solo después de aprender a leer, gracias a Borges, uno es capaz de articular esa enseñanza en algún tipo de escritura.

Escritores borgianos en la Argentina hay muy pocos, y los pocos que hubo, en algún momento, desaparecieron, rápidamente, aplastados por el modelo. En cambio, creo, que hay una generación intermedia de escritores, y para mí el ejemplo paradigmático de esa generación es Ricardo Piglia, que fue a través de quien yo empecé a entender un poco mejor qué era Borges y hasta qué punto había un Borges posible, propio.

Me parece que lo que empezamos a entender es que Borges era un maestro de leer. En ese sentido el texto fundamental, para mí, de Borges es El escritor argentino y la tradición. Es un texto en el que, de algún modo, Borges pasa a blanco sobre negro su programa de apropiación indiscriminada de la cultura occidental como materia prima para su literatura. La defensa de una posición periférica que es la que uno ocupa como escritor o como intelectual en Argentina o en América Latina. La idea que para mí fue extraordinariamente iluminadora y políticamente muy fértil de que si uno ocupaba una posición periférica eso era más bien la condición de posibilidad de cualquier cosa y no una limitación o no una desventaja o no un déficit.

Para mí, a partir de ahí, se hizo posible un horizonte de escritura, de lectura; una manera de armarse un mapa con un sesgo muy personal: no leer como te enseñan a leer, sino más bien, leer atravesando cosas que no estaban llamadas naturalmente a cruzarse colocando polos, valores, fuerzas remotas, forzando paradojas; leer contra el sentido común, etcétera.

Obviamente, ese no es mi Borges solamente, porque hay muchos que leen eso en Borges, y es algo que comparto con muchos escritores de mi generación que son borgianos en ese sentido, nunca se les ocurrió escribir como Borges. Pero ese fue el punto en el que se hizo posible para mí una relación con Borges que no estuviera determinada o presionada por la obligación de reverenciarlo.

Gustavo Faverón y Alan Pauls durante el Diálogo literario en WMagazín, en marzo de 2022. /WMagazín

Faverón: "Borges tiene una idea de la belleza a través del lenguaje"

Gustavo Faverón. Mi impresión es que Borges tiene una manera de relacionarse con los libros que, probablemente, viene de la manera difícil en que se relaciona con el mundo real, concreto, alrededor suyo. Tiene una relación íntima con el conocimiento, con la literatura, con la idea de belleza a través del lenguaje que lo hace ir armando familias, escarbando en los libros y mirando qué hay detrás de cada uno y conectándolos unos a otros, como una persona querría presentar a dos personas que no se conocen entre sí, pero que te conocen a ti.

Él está constantemente haciendo cosas como: amigo sir Thomas Browne te voy a presentar Thomas de Quincey, o te voy a presentar a este otro. En sus textos se encuentran esas búsquedas que parecen como arqueológicas que tienen sus propias rutas y sus mapas para ir internándose en cada problema, en cada aspecto que le interesa a él de la literatura, de los libros, de ciertos autores.

Borges tiene un aprecio especial por la literatura anglosajona. A Borges no le gustan, necesariamente, los escritores que son los grandes nombres de la tradición inglesa, obviamente muchos sí. De pronto, los latinoamericanos descubrimos que hemos estado leyendo un canon inglés que es el canon de Borges. Esos árboles genealógicos, borgianos, influyen mucho en la manera como uno se empieza a colocar frente a los libros estableciendo sus propias genealogías y creando tus propias conexiones. Algo que está en el libro El escritor argentino y la tradición y en el texto que he leído, arbitrariamente, como la contraparte que es Kafka y sus precursores.

Para mí siempre ha sido un poco intrigante la existencia del canon literario argentino en torno a una figura, básicamente, entregada a la escritura de pequeños textos, poemas, pequeños ensayos, cuentos. Sobre todo viniendo de una tradición donde los monumentos son las grandes novelas. Encuentro eso en Argentina, en Uruguay, en cierta medida en Chile donde los totems son poetas. ¿Tú ves algo especial en eso, en la manera como se construye la literatura argentina con una figura que, por las cosas que hace, en otras tradiciones podría haber sido marginal?

Alan Pauls, autor de 'El factor Borges', en un momento de Diálogos literarios de WMagazín, con Gustavo Faverón, en marzo de 2022. /WMagazín

Borges te invita a destruir su propio discurso

Gustavo Faverón. ¿Tú ves algo especial en eso, en la manera como se construye la literatura argentina con una figura que, por las cosas que hace, en otras tradiciones podría haber sido marginal?

Alan Pauls. Borges se inscribe en una tradición muy argentina, o rioplatense, que es la tradición del cuento. Argentina tiene la mitología de la carne, del tango y, también, de que los mejores cuentos se han escrito allí. Me parece que Borges, de algún modo, es la cabeza de esa tradición, una tradición muy antinovela. Sabemos que Borges tuvo esa especie de militancia un poco provocativa antinovela. El cuento para Borges era fundamental. Los relatos de Borges son siempre relatos que giran alrededor de una idea mucho más que de una situación o mucho más que un personaje. Son relatos conceptuales, como su literatura. Eso explica que Borges escribiendo cuentos pueda haberse convertido en el gran escritor argentino que terminó siendo, pero es una tradición que coexiste con esa otra tradición de las grandes novelas argentinas del siglo XX que van desde Los siete locos, de Roberto Arlt; hasta Rayuela, de Julio Cortázar.

Lo que Borges funda, de una manera incomparable, es un modelo de lengua. Recuerdo haber leído a Borges, por primera vez, en la escuela secundaria y haber tenido la impresión de que, de algún modo, Borges era el sinónimo de la lengua argentina. En ese sentido desaparecía casi como escritor. Era una especie de gran gramático nacional, pero que al mismo tiempo ponía en práctica la gramática de la lengua que él mismo promovía.

En ese sentido Borges no es solo el sinónimo de la lengua argentina sino de la Argentina. También ahí había una dimensión un poco opresiva.

Uno de los grandes secretos de la recuperación mía de Borges fue descubrir hasta qué punto ese monumento, ese escritor inaccesible y remoto tenía en lo que escribía, y en lo que pensaba sobre la literatura, las claves para desmontar esa monumentalidad, desmontar esa autoridad y encontrar, siempre, escapes y fugas. Borges en ese momento se volvió para mí una salida, no un callejón sin salida. ¿No sé como lo ves vos eso?

G. Faverón. Me interesa el hecho de que Borges no solo sea ese escritor que parece tratar de evitar a toda costa escribir novelas, pero en general escribir obras que sean herméticas en el sentio de que no le puedes quitar un ladrillo porque se viene abajo o porque su vocación original es construir un monumento. Borges más bien parece querer construir con legos o con piezas de rompecabezas y te deja constantemente una invitación a que quites una pieza para ver si se cae el edificio. Creo que es el rasgo de Borges que atrae años más tarde a los franceses, a los filósofos, a los posmodernos, a los estructuralistas, a los deconstruccionistas… Esta cosa que uno percibe en los cuentos y ensayos de Borges, esta cosa de que hay una idea, pero no es una idea que él quiere defender, sino que es una idea que él quiere proponer. Y que, al mismo tiempo, es una idea en la que, probablemente, no cree lo suficiente como para proponerla como única. Entonces, en cada texto de Borges hay un momento en que puedes percibir una invitación a destruir el discurso que está construyendo él. Pero él mismo tiene esa sensación un poco suicida de proponer una idea que sabe que puede terminar destruida tres páginas después, a veces explícitamente por él mismo, sobre todo en sus ensayos. Las conclusiones pueden ser cosas como: Quizá, he estado cerca a una respuesta a esta pregunta, pero quizá la respuesta había podido ser esa otra o esa otra… Es una cosa bien interesante porque es una invitación a una literatura bien creativa para el lector.

Una de las claves de la supervivencia de Borges no está solo en el hecho de haber escrito una cantidad desbordada de cuentos y ensayos magníficos, sino en el hecho de que uno siente que puede entrar a esos ensayos a desarmar algo. Y, por lo tanto, a colocar algo porque ha dejado un hueco para que uno ponga algo.

Gustavo Faverón, autor de 'El orden del aleph', en un momento de Diálogos literarios de WMagazín, con Alan Pauls. /WMagazín

Borges como máquina de ideas que nunca para

Gustavo Faverón. Pasados los años y las décadas, Borges es, cada vez más, percibido, sobre todo en el mundo hispano, en relacion con ideas conservadoras políticamente hacia el final de su vida; pero no deja de ser muy rebelde y revolucionario como escritor, te da la oportunidad de desarrollar tu propio plan. A veces, parece que se ofreciera como un blanco para que tú lo desarmes. No sé si tú lo ves así, si te da la impresión de que en eso pueda estar la clave sobre el hecho de que los escritores vuelvan tanto sobre Borges aunque no sea, felizmente, a imitar, sino, más bien, a asumir algo de la actitud borgeana.

Alan Pauls. Lo veo como una cantera de ideas, lo veo como esos laboratorios donde esos científicos locos del cómic se dedican a crear criaturas extravagantes, incongruentes, paradojales. Me da la impresión de que cuando volvemos a Borges volvemos a buscar esa especie de experimentación. Eso es lo que más me llama la atención: cómo un escritor tan absolutamente clásico, canónico y consagrado, sigue funcionando en cada uno de sus relatos y ensayos. Como una especie de máquina que sigue pensando cosas. Hay una especie de pensamiento que no se detiene. Un acontecimiento vertiginoso que nunca para. La máquina siempre está en movimiento. Siendo que es un escritor físicamente, iconográficamente, alguien ciego, siempre fue viejo, uno díria que no hay un movimiento allí y, sin embargo, uno lee una página de Borges y uno percibe que todos los libros empiezan a moverse, todas las palabras empiezan a moverse, todas las lenguas empiezan a moverse de una manera vertiginosa. Creo que eso es algo que para un escritor es… no sé si hay un éxtasis superior a ese.

Alan Pauls, autor de 'El factor Borges', durante los Diálogos literarios de WMagazín, con Gustavo Faverón. /WMagazín

Borges y la falta de aprendizaje para ver las señales terribles de la repetición de la Historia

Gustavo Faverón. El año pasado (2021) cuando escribí este libro de El orden del aleph una de las cosas que me movió a escribirlo, porque al principio iba a ser solo un artículo entre el momento en que Borges escribió El aleph y las cosas que están pasando durante los meses en que lo escribe, más o menos entre enero y agosto de 1945. Una época terrible porque es el final de la Segunda Guerra Mundial, la liberación de los campos de concentración, pero también son las bombas atómicas (Hiroshima y Nagasaki), del suicidio de Hitler, la caída de Alemania, etcétera… Pero terminé de escribir ese ensayo y me di cuenta de que me sentía en falta con el cuento por haber hecho una lectura tan solo desde un punto de vista acerca de un cuento que es acerca de mirar el universo todo desde todos los puntos de vista posibles. Ahí fue cuando me dije, en verdad, tal vez hay una invitación al lector a ver el cuento mismo desde muchos puntos de vista distintos. Eso fue lo que, finalmente, me condujo a escribir no un ensayo sino un libro que en verdad son siete u ocho ensayos distintos viendo el cuento desde puntos de vista tan diferentes.

Y ahora, mira, ha pasado tan poco tiempo y ese origen del libro, que para mí fue simplemente leer la literatura en el contexto de la guerra, se vuelve a poner violenta y dolorosamente en la actualidad. Hablamos de El aleph y vemos las cosas que están pasando alrededor (la guerra de Rusia contra Ucrania) y recordamos a Borges hablando de la Segunda Guerra Mundial como una repetición de la primera y de Hitler como una reiteración de Napoleón y recordamos las cosas y advertencias dichas por Borges en el tiempo y la circularidad de la Historia que no es solo el juego fantástico que la gente suele intuir en él, sino una idea de la Historia de nuestra falta de aprendizaje acerca de las señales que la Historia nos manda cuando se va a desviar y va a comenzar a ir en una dirección terrible que es lo que parece que está pasando en los últimos años, en los últimos meses y, ahora, atrozmente en los últimos días.

Alan Pauls. No sé si es algo que tiene que ver con cierta facultad de olvidar, o si tiene que ver con cierto deseo bastante malsano de reescribir… Pero de reescribir en el mal sentido, en el sentido de repetir. Me da la impresión de que no terminamos de explorar esa extraña pasión de ver qué pasa si volvemos a una cierta situación traumática del pasado. Parece que uno siempre piensa las cosas negativamente y eso, de algún modo, nos exculpa. Nos olvidamos de lo que pasó del 39 al 45 del siglo pasado.

¿Y si tal vez no fuera así? ¿Si fuera más bien que queremos reescribir lo que pasó del 39 al 45? Claro, eso nos deja mucho peor parados… Porque seríamos una especie de humanidad… A eso lo llamaba Freud pulsión de muerte, quizás… Freud hablaba de la pulsión a la repetición. Yo creo que tiene más que ver con eso más que con la falta de absorsión d la Historia, o la falta de aprendizaje de la Historia. Más bien con un deseo… Lo que pasa es que es un deseo mortífero.

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