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Ilustración de Milo Manara para la edición en cómic de ‘El nombre de la rosa’, de Umberto Eco (Lumen). /WMagazín

‘El nombre de la rosa’, de Eco, y su advertencia de la intolerancia sobre la mujer, la risa, la razón y la palabra en la novela gráfica de Milo Manara

La obra que cambió la novela histórica en 1980 logra una gran versión con el dibujante italiano más fiel al libro original. Es una Edad Media menos tenebrosa, más sensual y se detiene en los dibujos que desencadenan las muertes en la abadía que investigan el fray Guillermo de Baskerville y el novicio Adso de Melk

La oscuridad del medievo iluminada por Umberto Eco (Italia, 1932-2016) en El nombre de la rosa (1980) adquiere un nuevo y bello resplandor con la novela gráfica de Milo Manara, editada por Lumen. La obra fue un clásico contemporáneo instantáneo con varios niveles de lectura, cambió la novela histórica y se convirtió en un long seller traducido a más de cincuenta idiomas.

El libro cobra vigencia, además, por tres de sus temas, según Milo Manara (Luson, 1945): la risa que vive momentos de censura, la pobreza como gran tragedia de nuestro tiempo y la visión de la mujer que tienen los monjes, entendida como principio de perdición. A la vez que reivindica el poder de la palabra, los libros y la lectura; y advierte de la lucha de la razón contra el fanatismo y la intolerancia.

El prestigioso ilustrador italiano creó una novela muy personal que ensancha el universo original del libro. Por ejemplo, indaga y da visibilidad a algunas zonas dejadas en sombra por Umberto Eco, como la recreación de los obras e imágenes de las que se habla en la novela y que desencadenan varias muertes de monjes benedictinos en aquella abadía sin nombre en la cima de una colina del norte de Italia. La mirada de Manara es más fiel a la de Umberto Eco con una Edad Media más luminosa que tenebrosa, con más ansias de preguntas que de seguir encerrada.

Los aportes de Milo Manara

“Yo empecé con esos pequeños dibujitos que decoraban los manuscritos de los que habla El nombre de la rosa, que se llaman marginalias, y resultan fundamentales en la novela de Eco porque son una de las causas de la rabia de Jorge de Burgos (el anciano exbibliotecario ciego de la misteriosa biblioteca de la abadía) que desencadenaron el espíritu asesino del monje”, desveló Milo Manara en la presentación del primer volumen de la novela en el Espacio Fundación Telefónica, de Madrid, en junio pasado, en un diálogo con Álvaro Pons, crítico y experto en cómics.

“Estos dibujos ofrecen, además”, según el ilustrador, “una imagen de la Edad Media totalmente distinta. Es decir, una Edad Media devorada por la fantasía, con una ciencia que estaba muy atrasada y con más astrología que astronomía. Es, quizás, el momento donde la fantasía tuvo un papel mayor en toda la historia de la humanidad. Yo me puse en el papel del monje que decora los textos de los que habla Eco”. Se refiere al segundo libro de la Poética, de Aristóteles, que se creía perdido.

A esto se suma que la visión de Milo Manara sobre la biblioteca se inspira más en la idea borgiana de cuartos de libros infinitos, de ahí el homenaje al exbibliotecario ciego llamado Jorge de Burgos, y que el rostro del fraile franciscano inglés Guillermo de Baskerville, con claras resonancias del Sherlock Holmes de Conan Doyle, sea más fiel a la descripción original, acercándolo más a la figura de Marlon Brando que a la de Sean Connery, inmortalizado por Jean-Jacques Annaud en su versión cinematográfica.

El nombre de la rosa es un thriller histórico y erudito con el que debutó en la ficción el semiólogo e intelectual italiano. Su talento y sabiduría lo llevaron a mezclar con mano maestra filosofía, historia, cultura, religión, fanatismo religioso y crímenes en una prosa de gran calidad salpicada de ironía.

La historia se sitúa en el año 1327. Hasta la abadía de monjes benedictinos llegan Guillermo de Baskerville, acompañado del novicio Adso de Melk, hijo de un barón austríaco, y voz narradora de la novela. Llegan para ayudar a organizar un cónclave donde se juzgará sobre herejía, pero surge la amenaza de una serie de muertes enigmáticas. El enviado del Papa es el inquisidor Bernardo Gui. A medida que Guillermo de Baskerville se acerca a la peligrosa verdad, “su joven aprendiz descubrirá los secretos de un mundo oscuro y lleno de sensualidad”, según adelanta la editorial.

La novela gráfica de Milo Manara (Luson, 1945) es la penúltima adaptación artística de esta novela, tras la exitosa versión cinematográfica de Annaud (1986), varias obras de teatro en diferentes idiomas, la irregular miniserie de televisión de Giacomo Battiato (2019), protagonizada por John Turturro, y la inspiración del videojuego La abadía del crimen.

En este mundo literario en expansión, Milo Manara ha querido alejarse de las versiones audiovisuales, sobre todo de la cinematográfica, tan fijada en el imaginario colectivo.

El ilustrador juega con la sutileza e invita al lector a entrar en sus trazos. Condensa y ensancha a la vez el argumento laberíntico de El nombre de la rosa. Paisajes físicos de los alrededores de la abadía y sus interiores y aposentos conviven con los personajes en su intelectualidad, sombras y psicología.

Una paleta cromática clara, de trazos dúctiles que predominan y contrastan en una historia oscura llena de secretos. Es como si Milo Manara llegara con una gran lámpara de aceite o una antorcha a enseñarnos lo que sucede allí dentro en la abadía.

La risa, la pobreza, la mujer y el poder de la palabra

El ilustrador italiano Milo Manara durante la presentación de su versión en novela gráfica de ‘El nombre de la rosa’, de Umberto Eco, en junio de 2023. /Foto de la web de Espacio Fundación Telefónica

Milo Manara empezó a destacar en los años 70 con El rey mono (con guion de Silverio Pisu), Las aventuras de Giuseppe Bergman y El hombre de las nieves (con guion de Alfredo Castelli). Colaboró con Hugo Pratt en Verano indio (1983) y El gaucho (1995). Pero su fama global llegó en 1983 con los cómics eróticos El clic (1983), que luego vio su versión cinematográfica.

Durante su presentación en Espacio Fundación Telefónica, el ilustrador aclaró las principales diferencias entre el libro original, la película y su versión, y la vigencia de la novela. Su voz suena casi como la del ya anciano Adso de Melk, que en El nombre de la rosa narra desde el recuerdo su paso por la abadía en sus días de novicio junto a su maestro Guillermo de Baskerville, cuando descubrió la vida; solo que Manara desvela aquí algunos de sus secretos de demiurgo con los que está dando una nueva dimensión a la obra de Umberto Eco:

“Yo quería reemplazar este imaginario de Connery como el rostro de Baskerville por otro que tuviera la misma potencia y la misma historia detrás y que se pareciera más a la descripción que Umberto Eco da del personaje. La principal diferencia entre la película y mi versión es que la novela original no es una novela gótica. La versión de Annaud arranca de una visión tardo romántica dieciochesca de la Edad Media, pero la novela de Eco no es un libro como de Allan Poe o Bram Stoker.

Otra diferencia es la biblioteca. Mientras Annaud creó una laberíntica y con escaleras peligrosas, yo me inspiré más en Borges, con espacios llenos de libros, de puertas que se abren todas al infinito y de libros que van murmurando. Quería dar una lectura totalmente diferente.

Tengo el vicio de embellecer la realidad, provengo de la escuela platónica, por lo tanto, mi papel no es embrutecer la realidad, que ya es suficientemente fea, sino de dar cierto alivio al mundo.

La novela tiene tres temas muy actuales: el primero, la capacidad de reírse, la capacidad de mirar el mundo con cierta distancia y que te lleva a sonreír, algo que está prohibido en el monasterio porque dicen que la risa es la manifestación del diablo. Pero también se cita un libro de Aristóteles que está a favor porque afirma que la risa y nuestra capacidad de reírnos es lo único que le pertenece o hace diferente al ser humano. Por lo tanto, para mí es algo moderno y actual. Tengo la idea de que estamos yendo hacia una sociedad desconfiada que no es capaz de ver las cosas con cierta distancia. Se ha demostrado que la risa, y por lo tanto la sátira, pueden ser peligrosas y que es mejor no reírse. Lo vimos con el caso de Charlie Hebdó. Es una sociedad que muestra que ya no somos libres porque no podemos reírnos de cualquier cosa.

El segundo tema es el debate sobre la pobreza, y que se desarrollará, sobre todo, en el segundo libro, aunque en este ya se anticipa. (La reunión prevista en la abadía es sobre la supuesta herejía de la doctrina de la pobreza apostólica promovida por una parte de los franciscanos). En nuestra época la tragedia es el exceso de gente pobre, sobre todo si la comparamos con la riqueza excesiva. La diferencia es insensata, los ricos son cada vez más ricos y los pobre más pobres. La tragedia de nuestra sociedad es esa, que todo lo reduce al provecho, a la ganancia, al pensamiento único que nos lleva a destruir el medio ambiente, a no tener respeto por nada ni por nadie, salvo el provecho, y esto nos pone en un problema. El clima esta cambiado y seguimos un camino muy feo con la pobreza.

Y, el tercer tema, o el tema actual de este libro, es la consideración de la mujer. Aquí hay monjes que hablan muy mal de la mujer: que ellas son vehículos del infierno y llevan a la perdición. En Eva nace toda nuestra ruina. Esa es la lectura que los monjes hacen de la mujer. Pero Umberto Eco lo cambia todo hacia el final de este libro cuando vemos esa epifanía, o revelación o aparición de esta chica, una muchacha y nuestro adolescente que por primera vez se encuentra ante esa entidad. Umberto Eco lo describe con las palabras del Cantar de los cantares, un homenaje de gran valor:

Me preguntaba quién era esta maravillosa criatura, bella como la Luna, resplandeciente como el Sol, terrible como un ejército desplegado en batalla.

Es una frase que vale todo el libro. Es la versión femenina y da miedo, porque detrás guarda muchos significados”.

La entrega del segundo volumen sería a finales de 2024. Milo Manara quiere prepararlo muy bien. Desarrollará el proceso de inquisición y adelanta que habrá un episodio que nadie ha retomado y él quiere desarrollar muy bien: el sueño que tiene Adso y al que Eco le dedica unas seis páginas.

Es el reto de un gran ilustrador que logró su nombre gracias al arte de la erótica y la aventura y que ahora se adentra en una exploración que le permite mantener la actitud que más le gusta: la del observador y la de esperar que la vida lo sorprenda.

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Winston Manrique Sabogal

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