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Detalle de la portada de ‘El libro de la tristeza’, de Gabriel Ebensperger (sexto Piso). /WMagazín

La felicidad y su mercantilización con libros que prometen secretos y atajos para conseguirla

La vorágine de esta época convierte a la felicidad en algo frustrante, cuando debería ser todo lo contrario ante la mejora del bienestar y las múltiples posibilidades de alcanzarla. En medio del boom de obras que dicen tener las claves, tres poetas, filósofos y narradores publican libros que reflexionan sobre la felicidad su metamorfosis y sus distorsiones: Juan Antonio González-Iglesias, Albert Lladó y Azahara Alonso

La felicidad es una de las cosas más buscadas y esquivas y, a la vez, una de las que más recompensa a quienes publican libros sobre ella, gracias a sus buenas ventas, al ofrecer secretos para alcanzarla. Es parte de la mercantilización de la felicidad que, como ella misma, tiene mil y una formas de presentarse en forma de libro: como un abc o decálogo, vestidas de cuentos o novelas, a través de ensayos y reflexiones o transformadas en meditaciones. Al final, todos esos caminos ofertados conducen al mismo destino, ya sabido por todos: un viaje al descubrimiento de sí mismo en armonía con el entorno social y ambiental. La ruta prometida por los autores suele ser parecida a lo que te dicen tus abuelos, tus padres, tus amigos, tus profesores o tú mismo: autoconocimiento, transformación, reconciliación y espiritualidad.

Esa búsqueda de la felicidad como el viaje hacia el interior es tan ofertada por editores y autores y demandada por lectores que ya es un subgénero literario. Su eclosión actual, alentada por la híper ventilación del consumo, el ansia que genera el ciberespacio ante la creencia de que hay algo mejor en alguna otra parte y los miedos ante las incertidumbres reales del mundo, hacen que estos libros vengan acompañados de diversos conceptos aliados que le dan aires nuevos o neoclásicos: resiliencia, estoicismo, epicureísmo, espiritualidad, silencio, amor, amistad, redescubrimiento, soledad, contemplación…

La diferencia del actual boom con el comienzo de la proliferación de estos temas, iniciada a principios de los años noventa del siglo XX, es que, ahora, parece haber títulos populares y otros de más calidad. Como cuando en el Romanticismo se pusieron de moda el esoterismo, el ocultismo, el espiritismo y demás artes de lo sobrenatural y, mientras, el pueblo acudía al médium de barrio, la aristocracia y los intelectuales seguían esta moda con sus amigos a domicilio en una velada especial.

En la tercera década del siglo XXI, que se supone curada de espantos, el auge de estos libros que señalan atajos hacia la felicidad o partes de ella, crece. Suelen aparecer después de crisis globales, a modo de respiraderos de optimismo y positivismo o como ventanas a la esperanza. El último boom de estas obras es hijo de la pandemia covid19, del año 2020, el penúltimo de la crisis económica de 2008, el antepenúltimo de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y la guerra de Irak, el trasantepenúltimo del bajón económico derivado de la llamada “crítica situación del capital” de los años noventa, después de la euforia de los ochenta, el antetrasantepenúltimo ocurrió en medio de la supuesta crisis de valores de los ochenta.

Libros con tantos admiradores como detractores, que incluyen desde la invocación de escuelas clásicas griegas hasta filosofías orientales reinterpretadas, descafeinadas o tergiversadas o, simplemente, obras más próximas a la autoayuda. Una prueba más de la mercantilización de la felicidad en nombre de la descapitalización de la misma. Porque, como la frase de Voltaire: “Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa sabiendo confusamente que tienen una”.

La distorsión de la felicidad

La felicidad como obligación es la causa de muchas infelicidades. Y el mundo digital ha potenciado una perversión: una nueva pieza del rompecabezas de la felicidad es exhibir la felicidad, o sus ráfagas, o aparentar que se es feliz y exhibir todo esto en las redes sociales. El mundo de la apariencia a la enésima potencia.

Un autor que arroja luz sobre este totum revolutum y locura, es el poeta Juan Antonio González-Iglesias al recordar que todas esas ideas y recomendaciones ya están en el mundo clásico. Invita a no dejarse embaucar en esta especie de subasta de libros populares y otros revestidos de calidad. Ha publicado Historia alternativa de la felicidad. Redescubre las claves para una vida feliz de la mano de los clásicos (Ediciones B). El lector sabe lo que tiene que hacer, pero algunos no lo hacen hasta que alguien de fuera de su entorno no lo dice. (Próximamente entrevista con González-Iglesias en WMagazín).

Sobre la mercantilización de la felicidad, González-Iglesias explica que “la idea, la categoría que se ha convertido en sustantivo del entretenimiento, que no es ya el placer estético y no es el deleitar o el enseñar mediante la obra de arte, sino el entretener el tiempo para, quizás, no pensar en él. Creo que es la época, en general, pues es una época entretenida. Es cierto, que es amena, que es divertida, cuando no terrorífica o trágica, pero hasta eso, todo es visto, todo retransmitido, todo es sometido al espectáculo, a la inmediatez. Y entonces la época, como tal, es entretenida, pero, para cada uno de los individuos, o bien estar siendo proyectado o estar siendo espectador continuamente es muy fatigoso”. El poeta español lamenta que no haya espacios suficientes para replegarse o retirarse o vivir perdido en lo íntimo o en lo rutinario sin más.

La verdad es que estamos viendo una felicidad que, casi en vez de una liberación, es una condena”, explica Albert Lladó, que acaba de publicar Contra la actualidad. Treinta preguntas ante la robotización del presente (Galaxia Gutenberg). En un avance de una entrevista en WMagazín, que saldrá próximamente, el filósofo y periodista barcelonés explica que “estamos viendo a todo el mundo feliz en las redes. La felicidad se ha casi autoproclamado como una obligación. Cuando la felicidad, una vez más, tiene que ver con el deseo, con ese desplazamiento, ese caminar, con la consecución. Una vez más, es la trampa del consumo”. Para Lladó, “el capitalismo ha tenido la capacidad de utilizar la felicidad como un acto de consumo más y sabemos que el consumo, evidentemente, no lleva a la felicidad. La felicidad es un proyecto, prácticamente. Además, también es imprescindible dejar espacio para la tristeza, para la rabia, para otros sentimientos. La felicidad perpetua podría ser una distopía, al imaginar un país donde todo el mundo fuese feliz en todo momento. Es como la doble figura del soldado y el autómata: alguien es autómata, es feliz constantemente y, por lo tanto, ni reacciona ante las injusticias. Y alguien es soldado porque obedece a ese lema del capitalismo que quiere ofrecernos ser felices a toda costa. Por lo tanto, hay que recuperar una idea de felicidad como proyecto de emancipación y no como proyecto de consumo”.

Ya en 2014 Carlos García Gual, Fernando Savater y Javier Gomá intentaron rastrear la búsqueda de la felicidad, la vigencia de Epicuro y despejar la niebla que cubría a este concepto en el siglo XXI. Lo hicieron en el libro conjunto Muchas felicidades. Tres visiones y más de la idea de felicidad (Ariel). En un diálogo que propicié con los tres,  para el diario español El País, Savater recordó que Inmanuel Kant «decía que había que merecer la felicidad. No está en nuestra mano ser felices, porque quien hiciera buenas acciones buscando la felicidad en el fondo sería un tipo que lo que quiere es cobrar, ¿no? Es como el soborno del cielo. Alguien que hace las cosas porque espera salvarse es un cobrador». Javier Gomá amplió la idea: «La distinción está entre ser feliz, propio de la filosofía antigua, y ser dignos de ser felices. Lo importante en este caso es que el acento se pone en la dignidad de la felicidad». Para García Gual hay que «aprender a partir y mediante los sentidos. La felicidad como algo a nuestro alcance y gobernable por nosotros mismos».

Los tres recordaron la importancia de algo más modesto y al alcance de todos: la alegría.

Biografía de la felicidad en libros

El embrión de esta pirotecnia libresca sobre la felicidad podría situarse en la contracultura de los años sesenta y setenta, cuando surgió el Movimiento de la Nueva Era (New Age), o de la Era de Acuario, que invoca una salida al mundo capitalista y de consumo en favor de la armonización cuerpo.mente.espíritu en diálogo con la naturaleza.

Esto, en 1995, de alguna manera, se expandiría en otra vertiente a través del long seller de Daniel Goleman, Inteligencia emocional. Y, entre uno y otro momento, en 1988, apareció el mega long seller que funde todo esto: El alquimista, del brasileño Paulo Coelho, que, poco a poco, fue conquistando el planeta, hasta lograr más de cien millones de libros vendidos en ochenta idiomas. ¿Número de lectores? Incalculable, además de que se suman sus otros libros en esa línea. Luego llegarían títulos como Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro (1994); El arte de la felicidad, del XIV Dalai Lama y Howard Cutler (2998); o El camino hacia la felicidad, de Jorge Bucay (2002). Los penúltimos libros abordan temas que van desde aprender a descubrir las bondades del silencio y la soledad hasta la contemplación, el caminar o, incluso, conocer la tristeza… Obras que, al margen de cualquier consideración, ayudan a muchas personas a ordenar sus vidas.

Estos libros son una versión contemporánea de los agobios del Romanticismo, de los siglos XVIII y XIX, como respuesta a los cambios que vivía el mundo, empezando por la Ilustración, la industrialización y la  urbanización.

Un recorrido de reconciliación que ya está en el primer libro conocido, de hace casi cuarenta siglos: Epopeya de Gilgamesh. Hasta eso, la búsqueda de la felicidad a través de una travesía física mientras se realiza un viaje interior que lleva al individuo al reencuentro y descubrimiento de su verdadero ser. Luego, el mundo clásico de griegos y romanos crearía sus propias reflexiones y textos de donde se nutre casi todo lo que existe hoy, de Epicuro a Marco Aurelio a Séneca.

El siglo XXI es un tiempo propicio para esta clase de obras y mensajes en un mundo donde se resquebrajan conceptos e ideas que parecían inmutables.

Es una respuesta, también, a un largo periodo donde la felicidad estuvo exiliada o demonizada porque la sociedad se sentía, más o menos, culpable, debido a los horrores a que había llevado el propio ser humano al mundo con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y el Holocausto, la Guerra Fría y las posteriores esquirlas que saltaron de allí a otras partes del planeta. Un entusiasmo aplacado teniendo en cuenta, además, que, tras la primera Guerra Mundial (1914-1918), el mundo intentó ser feliz inmediatamente, y lo fue, pero rápido cayó la sombra de la desgracia de la Segunda Guerra.

Metamorfosis de la felicidad

El propio concepto de felicidad, o aspiraciones y objetivos para hacerla realidad, ha cambiado desde los años noventa. Si los primeros libros de este nuevo tiempo de la neofelicidad llegaron sin pretensiones y se volvieron exitosos, los autores de hoy leen el presente, lo interpretan y reenfocan su mirada en la vorágine de nuevas sensaciones, preocupaciones, dudas, miedos y deseos para buscar empatizar con la gente en su nuevo tejido analógico y digital de relaciones personales, sociales y laborales. Les dicen que saben de sus incertidumbres y que sobrevivieron a ellas y, por eso, quieren compartir su experiencia de cómo no fueron absorbidos por el remolino de la presión. Algunos autores le imprimen cierto aire de religiosidad o misticismo o espiritualidad. Otros van más del lado de la psicología, algunos se decantan por lo sentimental y sensiblero.

Es la felicidad extraviada para algunos por culpa de la codicia, por querer convertir esa búsqueda de felicidad en un viaje con una maleta cada vez más pesada de tantos deseos que se le echan. Es una de las tres arcas que busca el ser humano, junto al amor y la belleza, o, quizás, es una sola, porque cada uno de esos conceptos los contiene a todos.

La gran diferencia entre la filosofía y la autoayuda, asegura Albert Lladí, «es que esta última cree tener la respuesta, y la filosofía nace, precisamente, con Sócrates o con Sócrates convertido en personaje por Platón, que lo que hace es ir a los aparentemente sabios y los aparentemente expertos y les repregunta y repregunta hasta que se vea que, en realidad, no eran ni tan expertos ni tan sabios. La cultura del experto y la cultura de la autoayuda se están tocando más de lo que parece. Cuando alguien cree tener la respuesta definitiva hay algo que es interesante analizar. Y la autoayuda, muchas veces, está hecha en forma de respuestas, de terapia: Haz esto y te encontrarás bien. Cuando el pensamiento no es pensamiento situado no es nada. Está en contexto lo que te puede servir a ti, a mí no. Por lo tanto, esta ida universal de que con cuatro o cinco recetas se pude encontrar eso que llaman la felicidad es peligrosa, porque para una persona no tiene que funcionar exactamente lo mismo que para otra. Sin embargo, el arte de explorar sí que nos sirve para una exploración concreta de cada uno”.

La sobre oferta de ideas para ser felices en el mundo analógico y en el mundo digital sumadas al tiempo-dedicación exigido para el trabajo que coloniza y usurpa parte de las horas no laborables destinadas al ocio o al tiempo libre es uno de los temas abordados por la Azahara Alonso en su novela y artefacto literario Gozo (Siruela), uno de los mejores debuts narrativos de 2023. La poeta y filósofa asturiana reflexiona sobre los verdaderos deseos que terminan extraviados ante las obligaciones impuestas y autoimpuestas.

En una reciente charla sobre su novela en Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, Azahara Alonso propuso crear «pequeñas burbujas de tiempo en las que no estemos disponibles y podamos hacer lo que nos apetece. Que no es no hacer nada. Porque yo no sabría no hacer nada. Me gusta hacer lo que me apetece y temo el momento que ya no me guste».

Alonso no olvida las redes sociales, la máscara y artificio que patrocina y cómo muchas personas se vuelven esclavas de sto al caer «en esa especie de trampa, con una gratificación emocional muy alta, de generar contenidos. Lo que no debería desaparecer es la conciencia de que estamos haciendo eso. Sé de gente que va a viajar y se preocupa mucho en la ropa que lleva para no repetirla en las fotos. Eso dice mucho de cómo ha cambiado y de una estetización importante de nuestro tiempo libre. Hay algo ahí para pensar. Lo que más me gusta para pensarlo es apoyarme en Susan Sontag, y cómo decía que, en aquel momento, en los setenta, las sociedades más trabajadoras, y ponía como ejemplo la alemana y la japonesa, fueron las que primero ejercieron la fotografía en vacaciones, porque era una forma de estar trabajando. A partir de ahí, quería contar la idea de cómo en ese tipo de ocio ejercemos exactamente un trabajo o un cometido que tenemos en el tiempo libre. Hay turistas que lo pasan fatal porque están cansados, no saben dónde ir a comer, están hartos, están deseando ponerse sus zapatillas en casa. Es revelador de cómo también hay una inercia en el tiempo libre».

Lo que es seguro es que esa búsqueda de rutas de la felicidad en estos libros sí hace feliz a alguien, al autor y la editorial que se lucran con sus ventas.

Para desdramatizar está Woody Allen, cuando dice: “La única manera de ser feliz es que te guste sufrir”.

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Winston Manrique Sabogal

Un comentario

  1. Disculpen mi tono critico, pero no puedo mentir. Solo quiero aportar algo.
    Comparto con ustedes lo siguiente:
    DOS REGLAS PARA SER FELIZ.
    UNA – CAUSA A OTROS SOLO AQUELLOS QUE ESTOS PUEDAN CONFRONTAR.
    DOS_ NO LE HAGAS A OTROS NADA QUE NO TE GUSTARIA QUE TE LO HAGAN A TI.».
    l.r. hubbard – escritor.

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