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Detalle del cuadro ‘El matrimonio Arnolfini’, de Jan van Eyck, del libro ‘El affaire Arnolfini’. /WMagazín

Las mejores novelas y cuentos inspirados en obras de arte y artistas

Las historias que habitan los cuadros y las vidas de pintores y escultores ocupan un lugar especial en la literatura más allá de la trama: hablan del enigma de la creación y del genio y de la búsqueda de la belleza, a la vez que ofrecen un placer estético. Este es un recorrido por la parte más humana y novelesca de las obras de arte al que te invita WMagazín, con la colaboración de Endesa

¿Cuál es el secreto del matrimonio Arnolfini que protagoniza uno de los cuadros más fascinantes de la historia del arte, de Jan van Eyck? ¿Cuál es la fuerza enigmática que impulsa y lleva a Edward Hopper y Vincent Van Gogh a crear sus singulares y reconocibles universos pictóricos? ¿Cuál es la conexión casi profética, más de dos siglos después, entre el mundo artístico de Francisco de Goya y el mundo de hoy?

Son tres ejemplos recientes de cómo las obras de arte y sus creadores sirven de inspiración a la literatura desde tres ámbitos para hablar de la creación y la búsqueda de belleza. Sus libros no solo intentan conquistar al lector con una historia interesante, sino que, también, tratan de producir placer estético nacido de la escritura, la información y el acercamiento a las emociones que despierta el misterio del arte mismo y su origen. Un diálogo transversal del que surge un tríptico literario con estas líneas temáticas:

  • Imaginar una historia de ficción o investigar si la obra de arte es basada en hechos reales. Uno de los más recientes y exquisitos es El affaire Arnolfini, de Jean-Philippe Postel (Acantilado).
  • Recrear la vida del artista y tratar de desentrañar el origen de su genio y evolución. Dos de los más destacados son Un Pas de Deux (sobre Hopper) y Vivir con el corazón (sobre Van Gogh), de Javier Santiso,en Gallimard y La Huerta Grande.
  • Utilizar una pintura, una escultura o la vida del artista como detonantes para crear una historia que trence obra y relato. Uno de los últimos y más originales es El sueño de la razón, de Berna González Harbour (Destino).

Todos hemos visto obras de arte en un libro, en una postal, en un documental o en un museo, y hemos imaginado un mundo, una vida, sobre esas escenas inmortales. Pero estos escritores que escriben sobre ellas vienen a decir que la historia que hemos atribuido a esos cuadros quizás no sea la correcta, y entran en el juego para proponer otras más interesantes o inquietantes a partir de investigaciones sobre hechos reales o ayudados por la fantasía.

El artista británico David Hockney publicó, junto al crítico de arte Martin Gayford, el libro Una historia de las imágenes (Siruela) donde recorre la biografía de las imágenes creadas por el ser humano: dibujo, pintura, escultura, fotografía, pincel digital… Hockney asegura que analizar su evolución ayuda «a comprender cómo vemos el mundo que nos rodea y, por tanto, a nosotros mismo», como lo registró WMagazín en este artículo sobre el ensayo.

Hockney, uno de los artistas contemporáneos más relevantes y con escenas que sugieren miles de historias, afirma que solo se recuerdan unas pocas imágenes entre las millones que se hacen: “Las voy guardando en la memoria. Supongo, claro está, que la basura siempre desaparece en el arte. Muchos cuadros y montajes se desvanecerán, así que doy por sentado que en los ordenadores se perderán muchas. El principal motivo por el que las imágenes —y otras cosas— sobreviven es que le gustan a alguien. Hay imágenes realmente memorables, pero no sabemos qué las convierte en tales. Si lo supiéramos, habría muchísimas más”.

Cuadros con vida propia

Dispuesto el tríptico literario, un primer acercamiento revela más datos y nombres propios de cada una de las tres partes:

-Imaginar la historia que hay detrás de una escena pictórica es insuflarle vida. Crear un relato. Uno de los libros más recomendables y recientes es un estudio que se lee como una novela: El affaire Arnolfini, de Jean-Philippe Postel. Indaga sobre la “verdad” de esta pareja que representa el crecimiento de la burguesía y muestra de poder. Postel, medico de profesión, crea una pieza meticulosa, detallista y de gran sensibilidad. Daniel Pennac, rendido al libro, dice en el prólogo: “La pasión que yo ponía en la lectura de Jean-Philippe Postel tiene menos que ver con la descripción del cuadro de Van Eyck (cuadro que creía conocer bien) que con el desmenuzamiento implacable de todas esas ilusiones ópticas a las que yo llamaba mi ‘recuerdo’ del cuadro”.

Otras obras que estudian y fantasean con lo que ocurre en el cuadro son:

La joven de la perla, de Tracy Chevalier (Alfaguara). Es sobre la preciosa obra homónima de Johannes Vermeer, de la segunda mitad del siglo XVII. Narra la posible historia de la joven sirvienta de la casa de los Vermeer, llamada Griet, y su relación con el pintor y cómo este llegó a crear la escena.

La dama y el unicornio, de Tracy Chevalier (Alfaguara). Esta vez la escritora se adentra en la serie de seis tapices de La dama y el unicornio, hacia 1500. Fueron creados y tejidos en Flandes a partir de dibujos diseñados en París.

La joven del azul jacinto, de Susan Vreeland (Salamandra). Utiliza uno de los cuadros perdidos de Vermeer para indagar en la vida de los dueños de la obra.

Belleza dorada, de Laurie Lico Albanese (Duomo). Cuenta la historia real del cuadro Retrato de Adele Bloch-Bauer, de Gustav Klimt. Recrea el romance vivido por el pintor y Adele y el destino del cuadro que termina en manos de los nazis y su posterior recuperación para la familia.

Artistas con vidas noveladas

Estos libros recrean la vida de los artistas en busca de desentrañar el origen del genio, de dónde viene el talento y el arte. Lo hace Javier Santiso (Saint-Germain-en-Laye, Francia, 1969) en Un Pas de Deux (sobre Hopper) y Vivir con el corazón (sobre Van Gogh). El poeta, narrador y editor español empieza por aclarar que son dos pintores muy diferentes: “Van Gogh es arrollador, un ansia de vivir sin parangón, sus pinceladas son tildes, vocales, frases que se levantan. Escribir Vivir con el corazón era una manera de buscar restituir esa vitalidad, pero haciéndolo desde ‘vidas minúsculas’, como diría Pierre Michon, que se cruzaron con la suya, 8 personas, 8 capítulos, todos escritos como de un tirón, porque así funciona la cabeza, sin pausa ni pauta, sin parar, sin puntos finales”.

El caso de Edwar Hopper es el contrario, porque se trata de un pintor desolador: “En sus lienzos asalta la soledad, el vacío. Aquí, en la escritura, tuve que adoptar otro ángulo, escribir desde el punto de vista de su mujer, Jo, la que ha sido la gran olvidada. Así ha nacido Un pas de Deux. Una la escribí en castellano (Van Gogh), la otra en francés (Hopper), ambos idiomas permiten un tratamiento diferente, el castellano permite una escritura más de barrancos, y el francés algo más de llanura, de río tranquilo”.

En este capítulo de vidas reales vale la pena mencionar:

Artemisia, de Anna Banti (Periférica). La historia sobre la gran pintora del barroco italiano (1593-1652-53) que fue silenciada por el relato masculino de la Historia. Artemisia como símbolo de mujer luchadora y una “compañera entre los escombros”.

Habladles de batallas, de reyes y elefantes, de Mathias Enard (Random House). Novela un episodio desconocido de la vida de Miguel Ángel en la Constantinopla renacentista y el encuentro de dos civilizaciones. Los comienzos del joven maestro y reflexiones sobre el arte y la búsqueda de la perfección en una narración de gran calidad literaria.

El vestido azul, de Michèle Desbordes (Periférica). Aborda la vida de Camile Claudel en su vida y su relación de amante del también escultor Auguste Rodin. Desbordes escribe con delicadeza las emociones de esta mujer que aquí recibe la luz sobre la que ha estado eclipsada.

Entre las obras españolas recientes está El color de tu nombre, de Ara de Haro (La esfera de los libros). La experta escribe sobre Lee Krasner (1908-1984), casada con Jackson Pollock. “Es el relato de una vida entregada al arte y del difícil don de la lealtad a uno mismo”, dijo la autora en una entrevista a WMagazín. No es su único libro sobre mujeres artistas. Primero rastreó el mundo del barroco italiano para escribir La luna de Artemisia (2011), luego saltó al surrealismo con Vida y obra de Remedios Varo (2019) y luego éste en el que recorre el expresionismo abstracto para inspirarse en la vida apasionante de Lee Krasner.

Obras y artistas como protagonistas

Detonante, disparador o chispazo para crear un libro de ficción. Pinturas y esculturas que inspiran un relato que los trasciende o sirven de reclamo para despertar la curiosidad del lector ante una doble promesa: desvelar el origen o secretos de la obra y resolver el enigma que suscita el relato. Un ejemplo español reciente:

En El sueño de la razón, Berna González Harbour (Destino) se sirve de las Pinturas negras de Goya para resolver un crimen. Ese es el caso que debe resolver la comisaria María Ruiz. Las pistas la llevarán hasta los cuadros de Goya, porque, dice la autora, «Goya nos sigue interpelando. Estas pinturas las hizo hace doscientos años, pero su tema sigue aquí, en Madrid».

La presencia del maestro español en esta novela es porque, explica la periodista y escritora española, «visitar a menudo las Pinturas Negras de Goya -y ahí están el Duelo a garrotazos, la Romería de San Isidro, El Gran Cabrón, El perro semihundido, Saturno devorando a su hijo…- me permitió contemplar nuestro propio presente en esas obras maestras de 200 años. Goya pintó nuestro presente mientras pintaba el suyo. Retrató nuestra idiosincrasia, lo mejor y lo peor de nuestro país. Visitar su panteón en San Antonio de la Florida, donde reposa sin cráneo, también alentó mi lado más novelesco y me inspiró. Y conectarlo con un presente de chicos en casas okupas, de gente que vive en el subsuelo y de pobreza hizo el resto. El sueño de la razón nació como una fusión de un presente de desigualdad y dificultad y una obra que ya había recogido nuestra capacidad para sucumbir en lo peor de nosotros mismos».

Entre las novelas más populares de esta línea argumental figuran:

El código Da Vinci, de Dan Brown (Planeta). El conservador del museo del Louvre, de París, es asesinado y junto a él un mensaje cifrado. Entonces, un experto en simbología ve cómo todas las pistas lo llevan a las obras de Leonardo da Vinci, las cuales ocultan misterios hechos realidad. Un libro que hasta Bret Easton Ellis dice haber leído de manera absorbente.

El jilguero, de Donna Tart (Lumen). El pequeño cuadro del holandés Carel Fabritius es el detonante y símbolo narrativo. Una joya artística que termina en manos de un niño tras una explosión en el Metropolitan de Nueva York. Años después ese niño es otro, porque la vida y la orfandad en múltiples aspectos le ha pasado factura. Una novela de intriga, y mucho más, que obtuvo el Pulitzer y las mejores críticas literarias posibles.

En España La tabla de Flandes, de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara). La ficción del autor español parte del cuadro Mujer del canciller Rolin, del pintor flamenco Jan van Eyck. Así, en la novela, Pérez-Reverte crea la pintura ficticia La partida de ajedrez, de Peter Van Huys, que desata misterios y que podría cambiar la historia de Europa.

Artistas de ficción que parecen de verdad

Tras el tríptico literario riguroso de historias basadas en artistas y obras reales, se puede incluir un cuarto apartado: novelas y cuentos en los que el protagonismo recae en una obra de ficción o en un pintor inexistente creados por el escritor. Quizás es el apartado con más libros, entre los cuales destacan por su belleza literaria, reflexiones artísticas, existenciales y vitales y la originalidad del argumento que funden ficción y realidad:

La obra maestra desconocida, de Honoré de Balzac. “¡Estáis ante una mujer y buscáis un cuadro!». Así recriminó el pintor Frenhofer a los artistas Poussin y Porbus ante el descubrimiento de su retrato más esperado en La obra maestra desconocida. Es una novela corta en la que un pintor anciano busca crear con sus pinceles la vida misma. Una especie de Pigmalión-Prometeo.

El retrato de Dorian gray, de Oscar Wilde. Un joven adinerado y guapo, llamado Dorian Gray, busca la eterna juventud y para alcanzarla logra un pacto. El resultado es que manda hacer un retrato suyo que registra el paso real del tiempo, mientras él permanece en su juventud.

Un pintor de nuestro tiempo, de Berger. La novela cuenta la vida de un pintor húngaro exiliado en Londres con tal realismo y compromiso político que la gente pensaba que se trataba de un artista real.

Así fue salvado Wong Fo, de Marguerite Yourcenar. Es un relato que pertenece al volumen Cuentos orientales. De la estirpe de La obra maestra desconocida, de Balzac, y la sublimación del arte. Narra la vida de un pintor anciano y de su discípulo Ling. El viejo pintor es salvado de la muerte y tiranía del emperador al pintar un cuadro tan real que sus aguas traspasan el lienzo y lo inundan todo, mientras él se va con Ling en una barca salida de su propia pintura.

Un artista del mundo flotante, de Kazuo Ishiguro (Anagrama). Ono es un pintor anciano que recuerda su vida y siente vergüenza por los años en los que logró sus triunfos.

Por qué escribir sobre obras y pintores

Y ¿qué lleva a los escritores a novelar sobre obras y creadores?

Javier Santiso cuenta que la pintura siempre estuvo en el epicentro de su interés. Tanto que creó la editorial La Cama Sol “precisamente para hacer dialogar a pintores y poetas, a obras visuales poesía, lo que no deja de ser una manera de poner el mundo en imágenes con palabras”. El narrador, poeta y editor recuerda que escribió libros junto con otras artistas, como por ejemplo la pintora afincada en Holanda Lita Cabellé, los poemarios Antes de que venga la noche, (A)mar; y este año pasado El sabor a sangre no se me quita de la voz (La Huerta Grande).

Siempre le gustaron las colaboraciones entre escritores y pintores. Por ejemplo, dice, “el libro magnífico de Michel Leiris ilustrado con las obras de Francis Bacon. Hay un sinfín, hubo una época que era muy común, pensemos en Joan Miró y René Char, y tantos más. Si hubiera que elegir novelas que tienen como trasfondo la pintura, empezaría por las de Pierre Michon y, en particular, Les Deux Beune. La pintura está en el trasfondo, y qué pintura, nada menos que las de Lascaux ! Y por supuesto el libro del poeta Christian Bobin, La nuit du coeur, que hemos traducido en español con La Cama Sol, La Noche del corazón. Es una obra maestra, una aventura espiritual en la abadía de Conques, donde se encuentran los vitrales del pintor Pierre Soulages. Bobin le dedicará luego, de hecho, un libro entero, Pierre, que también hemos traducido y publicaremos a finales de este año en La cama Sol. Curiosamente, tristemente, ambos, Pierre Soulages y Christian Bobin han fallecido el año pasado, casi al mismo tiempo, como si la vida y la muerte, la eternidad, no quisiera separarlos”.

Para Berna González Harbour «uno de los grandes dones del arte es su capacidad de trascender, de rebotar en nuevas obras que lo retoman para generar nuevas interpretaciones, nuevos usos de aquello que nos ha zarandeado».

Es lo que a ella le sucedió y le sigue sucediendo. «El arte», reconoce González Harbour, «se convirtió para mí en un motor de mi literatura, a veces más potente aún que la vida misma. Así ha sido en El sueño de la razón, en el ensayo Goya en el país de los garrotazos, como supongo le ocurrió a autores importantes como Yasmina Reza con Arte, a Carlos del Amor con Retratarte, Donna Tartt con El jilguero o Dan Brown con El Código da Vinci«.

Como escribe Jean-Baptiste Postel en El affaire Arnolfini: “Nos gustan el ilusionismo y los juegos de magia. Ver aparecer en las manos del mago la reina de corazones o el rey de picas invocados en secreto nos deja siempre boquiabiertos. Tratamos de entender, y a la vez nada nos gusta más que no entender: una vez explicado, el truco decepciona siempre. Éste de la levitación, aunque logre desconcertarnos durante unos instantes, es un truco rudimentario. El ilusionismo con el que tenemos una cita es de otra envergadura.

El cuadro se encuentra en la sala 56. (…) El cuadro es archiconocido; cualquiera que lo haya visto, aunque sólo haya sido una vez, lo recuerda. De entrada, suscita admiración por su factura y por un no sé qué de intemporal, un suspiro, un ritmo. Ha hecho correr mucha tinta. Pero, por más que haya podido decirse de él, su misterio sigue sin desvelarse: mientras lo contemplamos nos encontramos en la situación en que se encuentra el lector de una novela policíaca a la que le faltase el último capítulo. El cuadro seduce, atrae, casi podríamos decir que nos llama, pero por mucho que miremos, no vemos nada—o mejor dicho, vemos que allí hay algo que ver, pero no vemos qué—. El quid de la cuestión se nos escapa. El sentido se oculta. Esto es lo que hay, nos dicen ese hombre y esa mujer conocidos, desde hace más de quinientos años, como El matrimonio Arnolfini”.

El misterio empieza. El de imaginar una vida y el de querer descifrar la génesis de la creación.

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Winston Manrique Sabogal

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