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Detalle de la portada del volumen de cuentos ‘Siete casas vacías’ de Samanta Schweblin (Páginas de Espuma). /WMagazín

La diversidad renovadora del neo realismo mágico onírico en la literatura enriquece la mirada sobre el mundo

Los hechos, personajes y mundos extraordinarios que se cuelan en lo real y la cotidianidad, siempre presentes en los libros, vuelven a coger vuelo, tras el boom latinoamericano del siglo XX, con una serie de escritores, sobre todo mujeres y latinoamericanas. Describimos las galaxias literarias de varias de ellas, con la colaboración de Endesa

Una de las fuerzas más diversas y renovadoras de la literatura actual tiene que ver con una aproximación a la vida a través de lo que han dado en llamar realismo maravilloso o mágico o fantástico o gótico u onírico, que siempre han existido en la literatura, y que ahora se hacen presentes con combinaciones tipo neo realismo mágico, como dijo la Nobel Olga Tokarczuk, que amplió Tess Gunty a neo realismo mágico onírico, o gótico andino, en palabras de autoras latinoamericanas, como Mónica Ojeda; o que describió Mircea Cārtārescu como «la vida interior, la vida onírica, la vida alucinatoria. Estos dos elementos configuran la realidad como las dos partes de una banda de Moebius: nunca sabes cuál es el punto en el que cambia». Los hechos, personajes y mundos extraordinarios venidos de no se sabe muy bien dónde que se cuelan en lo real y la cotidianidad vuelven a coger vuelo, tras el boom latinoamericano del siglo XX, con una serie de escritores, sobre todo mujeres y latinoamericanas.

Sus narraciones, sin prejuicios ni complejos, van acordes a estos tiempos de mestizajes e hibridaciones de géneros, soportes y materiales, multiculturalidad y transversalidad en todas las artes, que se nutren entre sí y rompen las etiquetas para crear una obra mixta en marcha.

Ya se sabe que los otros mundos están en este. La cuestión es cómo algunos de esos mundos extraordinarios se cuelan en lo real y la cotidianidad conocida y cómo el escritor los observa, los detecta, los revela y los enriquece con su imaginación para contar lo que quiere compartir de esos mundos.

Es la convivencia armoniosa de las tradiciones literarias que utilizan recursos que quiebran la realidad o introducen algo extraordinario que sobrepasa lo racional consensuado por la sociedad para robustecer lo real que quieren describir. El resquicio, la grieta, por donde ese cuela la irrealidad.

Cuando la realidad se desborda, cuando no se encuentran palabras ni imágenes del mundo visible, los escritores recurren a esos otros mundos que conviven en las mentes de todas las personas y que bien bendecidos logran el pacto de verosimilitud con el lector.

Ese espíritu narrativo se ha fortalecido y diversificado este siglo desde un espacio intermedio entre la realidad, el sueño y la ilusión para tratar de explicar un mundo y una realidad que nos desbordan y que requieren de elementos menos racionales para su explicación y comprensión de temas que van de la violencia contra la mujer y las minorías, a las múltiples corrupciones que erosionan las democracias y la convivencia, pasando por diversas luchas y conflictos contemporáneos de desigualdad y precariedad en los jóvenes o problemas relacionados con el planeta, por ejemplo.

La presencia latinoamericana tiene nombres como Samanta Schweblin, Yuri Herrera, Mariana Enriquez, Fernanda Melchor, Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Michelle Roche, Gabriela Cabezón Cámara, Giovanna Rivero…

La fabulación, lo sobrenatural, la fantasía, lo onírico y los recursos mágicos o extraordinarios siempre han estado en el origen de las narraciones orales, para contar o explicar una anécdota propia o ajena, o un hecho social que refleja la realidad, o para tratar de comprender esa misma realidad y dejar algún testimonio, denuncia, reflexión o enseñanza. Es parte de la magia del arte de contar. O, ¿de qué están hechas la Odisea, la Divina comedia, Los viajes de Gulliver o Alicia en el País de las Maravillas?

Lo que sucede es que la Ilustración y la era de la razón amadrinaron y prestigiaron el realismo (parte de las grandes obras son eso, desde Orgullo y prejuicio, de Jane Austen; Los miserables, de Victor Hugo; Madame Bovary, de Gustave Flaubert; y Guerra y paz, de Leon Tolstói, hasta En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust;  La señora Dalloway, de Virginia Woolf; El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald; o El viejo y el mar, de Ernest Hemingway).

Pero el destierro de elementos inexplicables en la frontera entre la magia, lo irreal y lo real en la literatura nunca fue total y siempre ha habido escritores importantes que los han usado como el corazón de sus historias (desde la propia Virginia Woolf con Orlando, Alejo Carpentier, William Faulkner, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Toni Morrison, hasta Salman Rushdie). El boom latinoamericano de los años sesenta del siglo XX popularizó el realismo mágico por autores como García Márquez y obras como Cien años de soledad, aunque él siguió el camino de otros como Juan Rulfo y sus libros Pedro Páramo y los cuentos El llano en llamas, y antes estaban Alejo Carpentier con obras como El reino de ese mundo y Miguel Ángel Asturias con Leyendas de Guatemala. Tras la eclosión garciamarquiana el realismo mágico tuvo epígonos globales, en mayor o menor grado, como Isabel Allende o Haruki Murakami que lo popularizaron aún más, al tiempo que les dio más prestigio con escritores de generaciones posteriores como Salman Rushdie y sus Hijos de la medianoche.

Esta literatura actual, como sus precedentes, es una galaxia entera con mundos y espacios que miran lo real desde dentro. La siguiente es una antología de algunos de esos mundos mágico.maravilosos.oníricos.góticos.irreales.extraordinarios.lúdicos…

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Tiempo Olga Tokarczuk

La Academia Sueca ya dio cuenta de la fuerza del retorno de esta imaginación cuando distinguió en 2019 a Olga Tokarczuk (Sulechów, 1962) “por una imaginación narrativa que, con pasión enciclopédica, representa el cruce de fronteras como una forma de vida”. Se trata de una de las escritoras/es contemporáneas más innovadoras, arriesgadas y exploradoras, cuyas historias, con aire mítico, de neo realismo mágico y dosis de metafísica, cuentan aspectos del pasado, pero cuyo eco o vigencia van hacia atrás y hacia delante en el Tiempo. Esto da un cierto aire de liviandad a su escritura, tal vez heredada de sus raíces poéticas.

Tokarczuk despliega sus recursos maravillosos con el manejo del Tiempo: lo dinamita, va del pasado al presente y los coloca en una misma dimensión como lo explicó a WMagazín a una pregunta que le formulé en 2023 durante la presentación de Los libros de Jacob (Anagrama): “La literatura puede tratar el Tiempo. Porque podemos trabajar con el Tiempo como si se tratara de una herramienta. Toda historia necesita un tiempo. Pero el Tiempo tampoco es lo más importante, pesa más la propia historia. ¿Cómo se puede contar una historia ignorando el Tiempo o dejándolo de lado? Esto lo intenté en Los errantes. Allí, lo que hago, justamente, es dejar a un lado el Tiempo… Intento demostrar que se puede recrear el mundo real utilizando el Tiempo como algo necesario, simplemente, para mostrar los cambios necesarios de los personajes o si hay un desplazamiento o un viaje”. En Un lugar llamado Antaño (1996) narra la historia de tres generaciones de campesinos en un pueblo, de la Primera Guerra Mundial al presente con aire de neo realismo mágico. En Sobre los huesos de los difuntos (2009) imbrica los aires de novela negra en este thriller metafísico con la actividad más ecologista. En Los libros de Jacob (2014) avanza por siete fronteras, cinco idiomas y tres religiones a través de Jacob Frank, una semilla antepasada de la Europa del presente.

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Universo Mircea Cārtārescu

Una de las grandes sorpresas de los últimos años es el escritor rumano Mircesa Cārtārescu. Con Solenoide, una novela de 2015 que se convirtió en España en uno de los mejores libros de 2017 y con su trilogía Cegador se confirmó como una de las voces más relevantes del panorama mundial. Libros que son un poema, un poema en prosa, una novela poética, un tratado de filosofía, de ética, del mundo de la escritura, de los sueños, de la metamorfosis de la realidad en ficción o alucinaciones y viceversa… De la exploración y la fuga de los sueños… De la puerta de vaivén del juego de la realidad y no realidad donde conviven todos los géneros literarios en una búsqueda estética en cada párrafo. En una entrevista que le hice en 2017, Mircea Cārtārescu dio de Solenoide una descripción que es extensiva a sus obra:

“Una de las apuestas del libro es teológica y metafísica, ciertamente. Pero esta no es la principal novedad del libro. Solenoide es mi primer libro de meditación ética. El concepto de realidad está en el meollo del libro e intento demostrar que la realidad no es algo sencillo, sino que es la más compleja construcción de nuestra mente. Incluye no solo nuestra vida cotidiana sino nuestra dimensión nocturna. La vida interior, la vida onírica, la vida alucinatoria. Estos dos elementos configuran la realidad como las dos partes de una banda de Moebius: nunca sabes cuál es el punto en el que cambia. En Solenoide, como en otros libros míos, la realidad se transforma en ficción y la ficción en realidad. (…)

No podemos existir como seres humanos sin nuestra columna vertebral diacrónica. Sin nuestra historia personal. Son esos puntos que recordamos y que no sabemos por qué son esos puntos precisamente los que recordamos. Sospecho que las cosas importantes no las recordamos. Creo que esa es la misión de los artistas: recordar aquello que no recuerda nadie.”

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Territorio Tess Gunty

La estadounidense Tess Gunty, gran revelación en 2023 con La conejera (Sexto Piso) explicó esta tendencia en una presentación digital tras una pregunta que le formulé: “Acabo de terminar de Tokarczuk Un lugar llamado antaño, que es muy folclórica, muy mítica. A mí cada vez me atrae más este tipo de obras, una especie de realismo mágico. Y esto se da como respuesta a los regímenes opresores. A menudo, son obras que buscan más allá de la realidad. A menudo, pienso en el dadaísmo, en el surrealismo. Ambos fueron una respuesta a tragedias mundiales, a crisis mundiales, a formas extremas de violencia. Y me parece que, a veces, una crisis puede sacar a las personas de la realidad. La violencia extrema nos fuerza a un pensamiento mágico, mítico, y también nos hace buscar una trascendencia que sea más poderosa quizás que lo que vemos a diario.

Me he sentido muy atraída hacia este reino y estos puentes, por así decirlo, y cuando llegas a ellos, lo que encuentras, básicamente, es que el mundo ya no lo reconoces, y lo ves de nuevo como con ojos nuevos, porque está como en la materia oscura de la vida. Y miras a la materia oscura a los ojos y entonces hay espacio para el misterio, para la magia, para que se revelen cosas. Me parece que el mundo es un lugar de posibilidad de transformación y misterio. Y es ahí donde quiero llevar al lector como escritora”.

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Dimensión Samanta Schweblin

Samanta Schweblin crea en sus cuentos situaciones cotidianas en las que cobran vida los temores y tragedias que las personas llevan agazapadas de manera consciente o no, hasta desatar escenas que parecen cumplir el libro de un destino donde se funden la normalidad cotidiana y la irrealidad. “Son los miedos que encorsetan o autosecuestran la libertad… Donde la gente no se atreve a reconocerse o vivir como realmente le gustaría. Por eso los lectores perdonan o sienten simpatía por mis personajes”, explicó Schweblin en 2015, tras la primera edición de Siete casas vacías (Páginas de Espuma), en una entrevista que le hice para el diario español El País.

Otra de las desdichas que lastran y alimentan estos individuos es la incomunicación que los asfixia. Todo es máscara porque, dice Schweblin, “en el momento que entendemos que somos tan únicos y tan extraños y tan fuera del código común de normalidad, en que descubrimos que la normalidad es una falacia absoluta, que no existe ese código, nos reconocemos y desconocemos a la vez”. Ahí está la clave de ese temor subterráneo que late en los cuentos, y que despiertan sensaciones y preguntas en los lectores.

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Espacios Yuri Herrera

El escritor mexicano es uno de los primeros que en el siglo XXI renovó esta línea literaria y muy reconocido por escritores en otros idiomas, como Tess Gunty. El penúltimo gran reconocimiento a su literatura lo hizo el diario británico The Guardian al incluir, en 2020, Señales que precederán al fin del mundo (Periférica) como uno de los cien mejores libros del siglo XXI.

“En sus novelas sus protagonistas son formas distintas de la fuerza de la palabra. Tres personajes que con su habla van despejando el mundo, contando el mundo y creándolo, también, a medida que lo verbalizan. Si en Trabajos del reino, el Lobo es un compositor y cantante de corridos (poder y narcotráfico, Arte y poder); y en Señales que precederán al fin del mundo, Makina es una traductora de lenguas que conecta el presente con leyendas y mitos precolombinos, en La transmigración de los cuerpos, el Alfaqueque es un hombre cuyo verbo busca amansar la violencia entre los bandos. La palabra frente a las violencias. Aquí en una ciudad sin nombre cercada por una epidemia que obliga a la gente a recluirse en sus casas”, escribí en una entrevista que le hice para Babelia, de El País en 2013. “Una constante en sus libros es lo fronterizo y el viaje. El viaje como rescate, búsqueda del personaje tanto hacia fuera, en su misión, como hacía sí mismo”.

Su libro más reciente es el volumen de cuentos Diez planetas, historias de ciencia ficción hasta donde lleva su singular mundo real.irreal más allá de las  fronteras terrícolas. Como ha dicho: “Creo más en la precisión de las palabras que en la originalidad”.

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Gótico Mónica Ojeda

La ecuatoriana Mónica Ojeda se sirve de estas realidades extraordinarias, pero reconocibles por los lectores en sus libros, donde la violencia juega un papel central. Donde mostró más libremente este universo, a través de un lenguaje más suelto, fue en su volumen de cuentos Las voladoras (Páginas de Espuma) que describió así para WMagazín:

“En Las voladoras reúno cuentos que se desarrollan a más de tres mil metros sobre el nivel del mar en paisajes andinos en la cordillera, junto a montañas, valles, páramos y volcanes. Recogen relatos en donde se pierden cabezas en medio de jardines, en donde mujeres se suben a los tejados y alzan el vuelo, en donde hay hijas que guardan las dentaduras de sus padres, en donde amigas se lanzan desde lo alto de un volcán, en donde padres intentan revivir a sus hijas, y hermanas intentan explorar el horror sonoro…

Son cuentos que desde el gótico andino intentan indagar en torno a la relación que existe entre la violencia y la hostilidad de lo terrenal con el plano mítico, ritual y simbólico que se encuentra en las partes más altas y que obligan a las personas a mirar hacia arriba, quizás, desesperadamente, para buscar una especie de alivio frente al horror y la violencia”.

En su novela Chamanes eléctricos en la fiesta del sol (Random House), una de las mejores de 2024, va más allá con un lenguaje vigoroso, rítmico, rápido y lleno de imágenes donde la música ocupa un lugar que lo toca todo, como lo expresó en una entrevista de WMagazín:

“Cuando pienso en música, pienso en sonido, no solamente pienso en la contemporaneidad y nuestra manera de relacionarnos con el sonido y con la música, sino en cómo de repente el sonido está vinculado al peligro, al poner el cuerpo en un cierto temblor, porque en realidad, por ejemplo, pensamos en la… en la literatura de terror y sabemos que también la descripción de los sonidos es muy importante, también en el cine de terror. Si silencias la película de repente no te da nada de miedo, hay algo del sonido que avisa, hay algo del sonido que alerta, pone el cuerpo en alerta y en guardia, y te recuerda, a su vez, como él, eso, sí, el origen de nuestra especie, en esas cavernas como aquellos cavernarios, te recuerda un poco la idea maravillosa de estar”.

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Terror Mariana Enriquez

En el universo del miedo y del terror cotidiano, Mariana Enriquez es una de las que mejor domina este ámbito, como se ve en su libro de cuentos Un lugar soleado para gente sombría (Anagrama). En 2017, cuando su nombre empezó a sonar con fuerza en España y Latinoamérica, la escritora argentina dio las claves de su mundo, a WMagazín, por su libro Los peligros de fumar en la cama:

“Stephen King, a quien admiro, decía que sin algo que él llama ‘el factor de presión fóbica social’, algo que nos da miedo como sociedad, el cuento no funciona. Y es bastante cierto. La tradición del cuento de miedo tiene que estar, pero si no está lo otro es un cuento que rápidamente se va. La normalidad en los cuentos es hasta cierto punto lógica. Son narradores un poco distantes, un poco fríos, en general. Lo estoy pensando ahora que lo estás diciendo, pero posiblemente es un efecto para causar no sé si verosimilitud, pero sí realismo. Un efecto de naturalidad. El subrayado es demasiado efectista y prefiero la naturalidad narrativa menos colorida. Lo que quiero con la irrupción del terror, más que en lo cotidiano, es que haya una idea de vida vulnerable, que el peligro esté en lo más cercano, en lo más íntimo y en cualquier momento, que no haya que ir por él, que casi sea una textura de la vida, de la sociedad, algo así…

Los miedos que planteo tienen que ver más con la pobreza, el desamparo económico. Aquí el miedo no está en el hombre que echa una maldición. Es esa clase media-baja aterrorizada de perder lo poco que tiene y que se puede convertir en un monstruo. Un poco en las consecuencias o la persistencia de los efectos de los traumas colectivos de violencia institucional, creo que eso aparece todo el tiempo en mis cuentos. Tratar de comunicarse con muertos, tratar de encontrar huesos… qué se yo… porque en Argentina, como en tantos países de Latinoamérica, esto sucede. (…)

Creo que todos los espacios urbanos tienen memoria. Recuerdan lo que ocurrió, cómo fueron, y por eso, de alguna manera, hay espacios que nos incomodan y a veces, incluso, pueden ser bastante vengativos en el sentido más sobrenatural del término. Hay lugares que repiten historias. El terror suele ocurrir en escenarios aterciopelados, en ruinas, con flores, románticos en el sentido de la literatura romántica”, conversación en Casa de América.

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Fronteras Rodrigo Cortés

El escritor y director de cine español Rodrigo Cortés creo en 2021 con Los años extraordinarios un territorio de historias alternativas ingeniosas y divertidas para España que reivindica al niño que cada persona lleva dentro. Ahora en Cuentos telúricos (Random House) “emprende un viaje casi fantástico a lo largo de historias y personajes sorprendentes y rupturistas que diluyen las fronteras entre lo real y lo mágico”, según la editorial. “Los enigmas de la vida que no se ve, oculta tras lo aparente. Lo excepcional y lo onírico sobrepasan lo real con un humor que es melancólico, o a la inversa”, asegura Pilar Adón. En estos relatos conviven lo insólito, lo absurdo, la magia y lo extraño.

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Rutas Alasdair Gray

“Los caminos del amor pueden ser, también, monstruosos, literalmente. Al igual que los caminos de la ciencia. Y si se juntan amor y ciencia el resultado puede ser impensable. Lo hizo Alasdair Gray (Escocia, 1934 – 2019) en 1992 con la novela Pobres criaturas (Libros Walden) sobre una historia situada en el siglo XIX. El resultado fue un homenaje a la novela gótica con ideas avanzadas para la época en que transcurre la novela, como: feminismo, igualdad, anticolonialismo y anticapitalismo. Una novela que tres décadas después cobra vigencia debido a la adaptación cinematográfica dirigida por Yorgos Lanthimos, protagonizada por Emma Stone y Willem Dafoe”, escribió WMagazín cuando publicó un extracto de la novela.

Narra la historia de una mujer que es resucitada y lo hace con la mente de una niña. Así es que sus ideas, su comportamiento y su mirada sobre la vida es libre, y liberadora. La lógica de una niña que pregunta, cuestiona y desmonta las estructuras, corsés y desigualdades adultas. Sobre exploraciones de la ciencia con seres humanos ya dejó constancia Mary Shelley con Frankenstein, en 1818, con tal acierto que creó uno de los mitos contemporáneos más potentes de la modernidad.

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Winston Manrique Sabogal

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