‘De aquí a la eternidad’: las batallas internas de los protagonistas de una película basada en la novela de James Jones
CINE CLUB LITERARIO / Setenta años cumple en 2023 la exitosa adaptación que hizo Fred Zinnemann del libro de Jones inspirado en sus experiencias en la base militar de EE UU en el Pacífico en los años cuarenta. Montgomery Clift, Burt Lancaster, Debora Kerr y Frank Sinatra encabezan el elenco de este clásico de extravíos interiores en medio de los abusos de la milicia
Cuatro personas en una base militar se preparan para la guerra, mientras libran sus batallas interiores de ideales y sentimientos impensables donde, al final, habrá vencedores y vencidos. Ese es uno de los niveles de lectura de De aquí a la eternidad, tanto en la novela de James Jones (1951), como en la exitosa adaptación cinematográfica de Fred Zinnemann (1953), hace setenta años. Obtuvo ocho premios Oscar, la confirmación de estrellas de sus protagonistas y fijó la etiqueta que acompañó a cada uno de los actores: Burt Lancaster, Montgomery Clift, Debora Kerr y Frank Sinatra.
A ese año 1941, en la base estadounidense de Pearl Harbor, en Hawái, poco antes del ataque japonés en la Segunda Guerra Mundial, donde sucede esta historia inspirada en las vivencias del escritor, va nuestro Cine club literario WMagazín, que este verano dedicamos a buenas películas basadas en libros que en 2023 celebran una efeméride importante.
A ese mundo de abusos en las organizaciones militares, de la vida de complicidades y camaraderías entre oficiales, suboficiales y soldados, a sus mismas trampas y traiciones por buscar un ascenso o un mejor trato, pero donde también crecen los sueños, los invitamos en nuestro Cine club literario con De aquí a la eternidad:
Montgomery Clift (izquierda) y Burt Lancaster en 'De aquí a la eternidad' (1953), basada en la novela de James Jones. /WMagazín
La película: ‘De aquí a la eternidad’
Una de las imágenes icónicas y más seductoras del cine sucede en De aquí a la eternidad: una pareja se besa apasionadamente en la playa mientras la espuma blanca de las olas va y viene por sus cuerpos que ruedan sobre la arena.
Dos años después de que la novela de James Jones llegara a las librerías, Fred Zinnemann estrenó, en 1953, su versión cinematográfica que en su momento tuvo muy buena acogida, aunque no siempre se analizaron los diferentes niveles de lectura.
El romance adúltero entre Lancaster (sargento Warden) y Debora Kerr (esposa del capitán Dana Holmes) y la malograda vida atormentada de Clift (soldado y boxeador Prewitt) y su compañero de milicia Sinatra (Maggio), tienden a eclipsar o blanquear en la película una parte de la vida en el cuartel, abusos, corrupción, injusticias.
La película narra la vida del soldado Prewitt que llega a Hawái. Era un exboxeador y su capitán, que quiere ascender, le propone que vuelva a boxear para su unidad. Prewitt se niega y el capitán pide a los soldados que le hagan la vida imposible en busca de que este cambie de opinión. Prewitt encuentra apoyo en otro soldado, Maggio. Al mismo tiempo, el sargento Walden empieza un romance secreto con la esposa del capitán. Warden y Prewitt logran conectar y crear una complicidad. Maggio y Prewitt terminan siendo castigados por diferentes acciones. Hasta que el 7 de diciembre de 1941 la Armada Imperial de Japón ataca Pearl Harbor, el hecho que hará que Estados Unidos entre en la Segunda Guerra Mundial.
Justo este mes de agosto, el diario británico The Guardian publicó un artículo sobre la película en que señala: “Pero es con su sargento primero, el decente Milton Warden, de Lancaster, con quien tiene química (Prewitt). Cada uno comprende tácitamente la incomodidad del otro con la autoridad, con la violencia y la forma en que ambos compartimentan sus emociones para sobrevivir, hasta que al menos uno de ellos ya no puede más. Lancaster tiene que lidiar con su relación prohibida con la esposa de un oficial, pero dejando de lado los besos en la playa, esa es una trama secundaria en una película que dedica mucho más tiempo en pantalla al romance silencioso y doloroso entre estos dos hombres. Los hilos gay de la novela de Jones no involucraban a sus personajes; de hecho, fue Maggio quien practicó sexo oral con hombres mayores por un dinero rápido para complementar sus escasos ingresos del ejército, pero un aire conmovedoramente casto y sofocado de homoerotismo militar parece extirpado de las páginas de la novela”.
A pesar de esa mezcla de emociones y sueños, la película tiene un aire de melancolía, de fracaso en las vidas de la mayoría de sus personajes.
De aquí a la eternidad obtuvo ocho premios Oscar, entre ellos Mejor película, Mejor director, Mejor guion adaptado (Daniel Taradash), Mejor actor secundario (Frank Sinatra) y Mejor actriz secundaria (Donna Reed).
La novela
James Jones (1921-1977) escribió De aquí a la eternidad (1951) y La delgada línea roja (1962) basado en su experiencia durante sus años de servicio en el ejército de Estados Unidos. En 1939 sirvió en la División de Infantería nº 25, antes y durante la Segunda Guerra Mundial, en el frente del Pacífico. Estuvo en Hawái durante el ataque a Pearl Harbor en 1941 y al año siguiente en la batalla de Guadalcanal.
En casi 900 páginas, Jones arma una novela situada en la base militar de Hawái, donde cruza varias historias con personajes que libran sus propias batallas individuales, íntimas, secretas o públicas. Son las emociones extremas de seres humanos en un escenario que se prepara para la guerra. Esto lleva a que el lector conozca los problemas de sus personajes mientras se adaptan a un entorno hostil.
Por sus páginas discurren escenas duras y brutales de la vida militar, de los maltratos, de las humillaciones, pero, también, de las complicidades que surgen entre los soldados y el personal que trabaja allí. Es la lucha de cada uno tratando de sobrevivir. El hilo de las emociones en tiempos de tensión.
Fragmento:
“Cuando entraron en el dormitorio de ella, Violet, despreocupadamente, dejó la puerta abierta de par en par, aunque podían ver directamente la iluminada habitación delantera. El vio la parpadeante luz que se reflejaba en el dorado cuerpo de la joven, cuando se volvió sin ambages hacia él. La falta de preámbulos le proporcionó placer, una sensación de haber vivido juntos toda una vida, y de continuidad, que un soldado muy pocas veces experimentaba; pero el chirrido de la puerta indiferentemente abierta le hizo temer que fuese visto, le avergonzó de su propio deseo.
Despertó una vez en mitad de la noche. La tormenta había desaparecido y la luna se mostraba luminosa por la ventana abierta. Violet estaba vuelta de espaldas a él, con la cabeza apoyada en el brazo doblado. Por la rigidez de su cuerpo se dio cuenta de que no dormía, y posó su mano sobre la cadera desnuda de ella y la volvió hacia sí. En la honda curva de su cintura, y en la juntura entrante de la rótula esférica de abajo, había una infinita artesanía de reloj de precisión, que le llenaba de respeto y provocaba en él una comprensión que se parecía a una purga y hacía nacer líquidas estrías doradas dentro de sus ojos.
Ella se volvió voluntariamente, insomne, y él se preguntó en qué habría estado pensando, acostada allí, despierta. Cuando se apretó contra ella, volvió a darse cuenta de que no conocía ni su rostro ni su nombre, de que ahí, en ese acto que pone a dos fantasías humanas tan cerca como pueden estar, tan cerca que una se mueve dentro de la otra, tampoco la conocían, ni ella a él, ni se podían tocar mutuamente. Para un hombre que vive su vida entre las chatas angulosidades velludas de otros hombres, todas las mujeres son redondas y blandas, y todas inescrutables y extrañas. El pensamiento pasó rápidamente.
Despertó por la mañana, de espaldas, destapado. La puerta estaba abierta aún, y Violet y la madre andaban por la cocina. Contuvo un impulso de cubrir su desnudez con las mantas, y se levantó y se puso los pantaloncitos, sintiéndose profundamente avergonzado, turbado por su existencia colgante que todas las mujeres odiaban. La anciana no le prestó atención cuando entró en la cocina.
Cuando terminó la limpieza de la mañana y los ancianos salieron silenciosamente, con pisadas acolchadas, a visitar a los vecinos, Prew volvió a meditar sobre toda la cuestión y, finalmente, cosa característica en él, habló de ello”.
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